«Me quedan dos videollamadas más para terminar mi semana y meterme al metaverso a pasar el resto del viernes por la noche…” Esto tuiteó entusiasmado hace algunas semanas Tomás Lemos Voena – @tomles en Twitter e Instagram.
Se trara de un barilochense que vive hace más de una década en Buenos Aires. Como millones de personas en todo el mundo, está fascinado por las posibilidades de una tecnología a la que apuestan las grandes compañías como el futuro de Internet.
El está viviendo el metaverso hoy. Aunque aún todavía es un espacio con demasiadas promesas, los especialistas confían que en menos de una década los metaversos será el sitio elegido para trabajar, entretenerse, conocer nuevas personas… y descansar.
Mientras que el mundo despide el aislamiento de la primera pandemia del siglo y la Internet que conocemos se llena de desinformación, discursos de odio y hostigamiento, ¿será este nuevo universo la esperanza para poder vivir en paz?
¿O terminará siendo también un espacio que nos deshumanice y que ponga en riesgo nuestra privacidad a favor de las ganancias de unas pocas empresas? Estas son las cuestiones.
Ciencia ficción y después
Todo comenzó, como suele suceder en el mundo de la tecnología, con una historia de ciencia ficción.
En Snow Crash, un libro escrito en 1992, el novelista estadounidense Neal Stephenson describió un entorno digital en tres dimensiones en el que las personas podían interactuar entre sí al que llamó “metaverso”.
El concepto y el nombre resultaron tan pregnantes que treinta años más tarde es la manera en la que conocemos a la unión de diferentes tecnologías que buscan ofrecernos una nueva experiencia para consumir contenidos, trabajar, jugar, asistir a un recital, irnos de vacaciones o encontrar al amor de nuestras vidas.
Tal como lo conocemos hoy, el metaverso es la manera de denominar a aquellos entornos inmersivos que nos permiten acceder a nuevas experiencias interactivas.
Si bien un buen libro y una buena película tienen el poder de hacernos sentir que estamos envueltos en una realidad diferente, estar en un metaverso involucra sumergirte en un mundo tridimensional en el que sentimos estar dentro de él y en el que podemos.
Incluso, podemos interactuar con otras personas que están atravesando nuestra misma experiencia aunque estén físicamente a miles de kilómetros de distancia y sólo conozcamos de ellos la manera en la que decidieron presentarse digitalmente, sin que podamos jamás ver sus verdaderos rostros, cuerpos o incluso identidades civiles.
El metaverso implica, entonces, un espacio inmersivo e interactivo generado por computadora y que puede tomar diferentes aspectos y formas.
De hecho, no hay un único metaverso, sino que hoy hay decenas de espacios virtuales, algunos de los cuales llevan más de dos décadas de experimentación, como el pionero Second Life.
La diferencia es que en el último tiempo la realidad virtual, la realidad aumentada, la conectividad y las posibilidades del streaming en alta calidad de audio y video permitieron ofrecer experiencias que parecían inimaginables.
Y durante la pandemia el encierro llevó a más personas a animarse a explorar el único mundo que estuvo siempre libre de coronavirus.
En el caso de Tomás –quien será nuestro ejemplo señero en este informe para comprender el metaverso–, su vida hoy transcurre en ambos mundos: de día trabaja en una de las agencias de publicidad más importantes del mundo y de noche se sumerge en metaversos en los que se divierte, descansa e incluso se forma para su próxima profesión.
“Quiero ser piloto y por eso utilizo el videojuego Flight Simulator para acumular experiencia. Me compré el set de pedales y controles y puedo, por ejemplo, volar desde el aeropuerto de Morón con destino final en Aeroparque en un Cessna 152 y recorrer todo Buenos Aires. Como es una experiencia que utiliza la información de mapas de Bing y de Google, es posible conocer casi cualquier parte del mundo que esté cartografiada. Suelo simular ir hasta la casa de mi mamá, que vive en una montaña, y seguir por caminos que no son accesibles de manera tradicional pero a los que llego gracias a que estoy en ese metaverso”, nos revela.
Gracias a la tecnología de seguimiento de manos, Tomás interactúa con los instrumentos de cada modelo de avión sin necesidad de botones físicos y con respuesta inmediata.
La experiencia es tan realista que los mejores consejos para mejorar su performance los recibe de un amigo que es piloto profesional y que le explica cómo funcionan los verdaderos aviones.
Las posibilidades dentro del metaverso parecen ser ilimitadas y sorprendentes, incluso con propuestas que a primera vista no parecen particularmente atractivas: “Durante la cuarentena, una de las experiencias que más disfruté fue American Truck Simulator, en donde sos el conductor de un camión por las rutas reales de los Estados Unidos. Es difícil de explicar pero me dio una paz enorme y los detalles de la simulación son increíbles porque incluso podés sintonizar en tiempo real radios de cada zona geográfica».
Incluso, redobló la apuesta. «Yo me compré un volante con pedales y cambios y eso me permitió aprender a manejar un camión, que no es igual a conducir un auto, pero hay un modo de juego en donde con dos controles básicos podés arrancar. Y también está el Euro Truck Simulator, que incluye recorridos en el Viejo Continente. La comunidad puede crear sus propias rutas a partir de mapas, que se llaman mods, y en la Argentina podés transportar alfajores Guaymallén de Buenos Aires a Mendoza o conducir micros de larga distancia a Mar del Plata”, cuenta.
Revolución laboral
Pero además del entretenimiento y el relax, el metaverso promete revolucionar también el mundo del trabajo. Por ejemplo, las reuniones en las oficinas y las videollamadas pronto podrían ser reemplazadas por estos entornos inmersivos, un camino por el que apuesta Microsoft, quien con plataforma Mesh hoy ofrece un espacio híbrido, que combina el mundo analógico con avatares en entornos de realidad aumentada y realidad virtual.
La empresa unicornio argentina Globant (que cotiza en más de 1.000 millones de dólares) también está muy interesada por estas posibilidades y el año pasado creó el Globant Metaverse Studio.
Se trata de un espacio pionero en el mundo, con más de dos mil empleados que acompañan a diferentes compañías al aprovechar las oportunidades que nacen con estos nuevos espacios digitales, como los “gemelos digitales”, simulaciones y entornos sintéticos de infraestructura, ingeniería y soluciones de software que permiten prever cómo funcionarán productos y servicios.
En esa misma línea en Chile ya existe Minverso, un metaverso empresarial enfocado en la minería que crea “gemelos digitales” de minas reales de aquel país para que puedan ser recorridas y analizadas por personas que estén a miles de kilómetros de distancia a la hora de, por ejemplo, aplicar nuevas maquinarias o capacitar empleados.
De este modo se podrían prever accidentes o problemas al anticipar en el metaverso lo que podría pasar en la verdadera mina.
De acuerdo con la consultora Wildbytes el metaverso es un negocio global que valdrá 800.000 millones de dólares en 2024 y nadie quiere perdérselo, aunque aún está en pañales.
La meta es Meta
Quizá la cara más famosa del metaverso hoy sea la del creador de Facebook, Mark Zuckerberg, quien a finales de octubre del año pasado sorprendió al revelar que su compañía cambiaba de identidad y pasaba a llamarse Meta.
El anuncio lo hizo en un entorno virtual y ese video recorrió el mundo. Si bien aclaró que no es algo que “una sola compañía vaya a construir”, sí contó que será “una gran parte de nuestro próximo capítulo como empresa”.
En este nuevo contexto, hay quienes creen que hay muchas posibilidades económicas y laborales para nuestro país.
“Lidero un equipo que acompaña fomentando los desarrollos de creadores locales enfocados en metaverso. Nos interesamos por entender las oportunidades y necesidades de la región y conectarlos con otros creadores que quizá están en Estados Unidos o Londres, por ejemplo, y puedan crear alianzas beneficiosas para todos”, le explica a Viva, Tuli Cipriota, líder de alianzas de Meta para toda América Latina.
“Nosotros creemos que las experiencias virtuales tridimensionales inmersivas nunca van a reemplazar a las experiencias físicas, que siempre serán mejores, pero somos conscientes que hay ocasiones en donde es costoso o directamente imposible unirse físicamente, como demostró la pandemia, entonces el metaverso es una opción muy buena para mejorar lo que hoy sería, por ejemplo, una llamada por teléfono o una videoconferencia”, explica esta argentina que ya mantiene a diario reuniones con su equipo de trabajo, que está distribuido por todo el continente, en un metaverso propio.
Creemos que las experiencias virtuales tridimensionales inmersivas nunca van a reemplazar a las experiencias físicas, que siempre serán mejores.
Nuestras deficiencias tecnológicas
Algunos de los obstáculos actuales para disfrutar de experiencias como las que relata Tomás o las que tiene Tuli son numerosos, pero superables.
Por un lado, los cascos y sensores bajaron mucho sus precios pero siguen siendo onerosos ya que están dolarizados. A eso debe sumarse una conexión a Internet veloz, que no siempre es posible conseguir en nuestro país, y la voluntad de vencer miedos y prejuicios a la hora de meterse en una realidad simulada.
Sin embargo, no sobran optimistas que confían en que esto se solucionará en pocos años. “Hoy un casco cuesta más que un buen teléfono celular pero menos que una consola. Juegos como los simuladores de manejo están en la plataforma Steam que pone precios acordes a cada país y por 300 pesos podés tener la ruta de Mar del Plata, por ejemplo», explica el barilochense.
Y el asunto es la conexión 5G. «Pronto contaremos con 5G, que prometen velocidades altísimas. Creo que de esa manera más personas se acercarán a esta tecnología increíble: en mi experiencia personal, desde mis amigos a mi familia todos quedan fascinados cuando les muestro lo que hago en el metaverso”, cuenta el barilochense.
De hecho, antes de la pandemia, nuestro guía en metaverso Tomás organizaba con sus amigos unos “Viernes de VR”, la excusa para compartir con ellos experiencias de realidad virtual al terminar la semana.
Comenzaban jugando a títulos que simulaban peleas de boxeo y fueron sumando juegos del universo cinematográfico de Star Wars y de mundos fantásticos. “En ocasiones se nos sumaban otras personas que estaban en el juego y a los pocos minutos sentíamos como si estuviesen con nosotros en la habitación. Cuando la experiencia es inmersiva y está bien pensada, rápidamente te sentís cómodo y entrás de lleno.”
Peligro de monopolio
Otros obstáculos son más complejos. Muchos temen, por ejemplo, que el metaverso se convierta en el futuro de Internet pero repitiendo sus problemas y vicios. Por ejemplo, dejando que sus múltiples posibilidades terminen concentradas en pocas manos.
Desde Meta, Tuli es enfática al respecto: “La tecnología avanza cada año y mejora a pasos agigantados pero aún falta tiempo para que sea accesible a todos. Nuestra función es ir creando esos puentes y acompañar a las comunidades que ya existen y las que se irán creando. Aunque en algunos sentidos el metaverso está en estadio muy inicial, ya debemos pensar en la visión de lo que queremos que sea”.
La tecnología avanza cada año y mejora a pasos agigantados pero aún falta tiempo para que sea accesible a todos.
La especialista también sabe que son necesarias nuevas regulaciones. “Desde Meta queremos abrir la conversación sobre pilares como privacidad e integridad de los usuarios, por ejemplo”, asegura.
“Es un ecosistema que debe ser colectivo y que tendrá que contar con diferentes jugadores como creadores, organizaciones y empresas del espacio privado. A veces la tecnología avanza demasiado veloz y los marcos regulatorios terminan emparchándose sobre la marcha», dice.
¿Un derecho para metaverso?
Sobre esos temas reflexiona Cecilia Danesi, una abogada especialista en Inteligencia Artificial, Género y Diversidad que forma parte de IALAB, el laboratorio de Inteligencia Artificial de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires que tiene un diplomado en metaverso y gaming único en el mundo.
“La naturaleza del Derecho es estar interesado en muchos asuntos porque uno de sus objetivos es regular hechos sociales. Si en este nuevo mundo virtual vamos a trabajar, hacer deportes, tener reuniones, estudiar, ¿cómo no vamos a pensar en las consecuencias de nuestros actos y los de los demás?», se pregunta.
«Esta cuarta revolución industrial que estamos viviendo lleva a la confluencia de tecnologías disruptivas y emergentes como sucede con el metaverso, que nace gracias a blockchain, realidad aumentada, realidad virtual, inteligencia artificial… ¡es un fenómeno complejo pero debemos animarnos a analizarlo! Necesitamos una regulación porque allí van a transcurrir muchísimas de las situaciones que nosotros conocemos en nuestra vida cotidiana y algunas nuevas, ¿por qué en el mundo real hay regulaciones y aquí no podría serlo?”, le dice a Viva.
Necesitamos una regulación porque allí van a transcurrir muchísimas de las situaciones que nosotros conocemos en nuestra vida cotidiana y algunas nuevas, ¿por qué en el mundo real hay regulaciones y aquí no podría serlo?
La abogada, sin embargo, no cree que necesariamente haya que pensar ya en nuevas leyes: “Primero analizar el derecho vigente y tratar de aplicar aquellas normas que ya tenemos, porque toda legislación nueva implica un proceso legislativo largo en el que a veces ‘pifiar’ una palabra, si se me permiten la expresión, trae muchas consecuencias en la sociedad. Por eso antes de pensar en un derecho creado para el metaverso o en una jurisdicción virtual prefiero pensar interpretar qué podemos usar para que sea funcional a este nuevo universo”.
Los problemas en el metaverso ya existen: en diciembre una usuaria de la versión beta de Horizon Venus, una plataforma experimental de Meta, denunció que fue acosada por un grupo de extraños.
“Si uno quiere comparar un manoseo en el mundo real con un manoseo entre avatares, obviamente lo primero que aparece es la risa o el absurdo. Pero si vamos más allá entenderemos que el acoso no tiene que ser exclusivamente físico: el acoso puede ser también verbal, puede hacerse por redes sociales, puede hacerse sentir sin la presencia física. Entonces deja de ser algo absurdo y claramente afecta el honor y la dignidad de una persona”, ilustra Cecilia.
El acoso no tiene que ser exclusivamente físico: el acoso puede ser también verbal, puede hacerse por redes sociales.
El metaverso tiene un gran futuro y también, un presente. Tomás, por ejemplo, le hizo el mejor regalo a su padre: “Para su último cumpleaños armé una galería de arte en el metaverso con un recorrido por toda su vida, gracias a fotos que fui recolectando. A las más antiguas les realicé un tratamiento de color y restauración y en cada sala puse música relevante. Quedó fascinado y es un momento que jamás olvidaré”, revela.
Sus proyectos incluyen crear una simulación de la casa de su infancia, para poder volver a ella siempre que quiera; encontrar formas para que el metaverso sea más accesible a su hermano, que vive con una discapacidad y crear un equipo para hacer un registro histórico del casco histórico de Buenos Aires.
¿Quién podría decirle que las experiencias en metaverso no son reales? Este nuevo universo comienza a meterse en nuestras vidas y nada parece poder frenarlo.
Pronto todos podremos ser Tomás.
Tomás Balmaceda
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