Por Maximiliano Fernandez
Desde hace un año, nueve chicos y un profesor impulsan un proyecto aeroespacial inédito en una escuela pública. Se trata de la Secundaria N°5 “Amancio Williams” de Mar del Plata, que acaba de ganar el premio “Docentes innovadores”, un certamen que organiza el Ministerio de Educación Nacional. En pocas palabras, construyeron un satélite diminuto; una experiencia que nunca se había llevado a cabo en el país.
El satélite diminuto se llama técnicamente picosatélite. Es del tamaño de un cubo Rubik: cinco centímetros en cada una de sus caras. Eso implica una ventaja: es más barato. Mientras que enviar un nanosatélite al espacio cuesta 300 mil dólares, lanzar un picosatélite sale 30 mil. El que diseñaron ellos, bautizado como “SatDuino” apunta a dar soluciones al campo.
Los alumnos y el profesor participaron de un congreso internacional en Escocia
“Nuestra primera idea fue hacer un nanosatélite. Más allá de los conocimientos en electrónica, yo tampoco era experto en la parte aeroespecial. Fui aprendiendo con los chicos. Cuando empezamos a investigar, nos dimos cuenta de que hacer un picosatélite iba a hacer más accesible. También vimos que nunca se había fabricado uno en Argentina. Ni siquiera en Sudamérica”, contó a Infobae Alejandro Cordero, el docente a cargo del proyecto.
Cordero es profesor de Electrónica aplicada, una materia que solo se imparte en séptimo año. Sin embargo, decidió abrir la convocatoria también a quinto y sexto año para que el proyecto tuviera continuidad en el tiempo. Preguntó quiénes estaban interesados y ocho chicos levantaron la mano.
Iván Mellina no levantó la mano. Justo ese día había faltado. A las horas, un compañero le comentó del proyecto y no dudó: “Por más que no tenía mucha idea de qué se trataba, me entusiasmó. Si bien ya había cerrado el cupo, hablé ese mismo día con el profesor y me permitió sumarme”, dijo el alumno que completó el equipo.
La primera fase fue de investigación. Revisaron la clasificación de los satélites. En un principio, apostaron por un nanosatélite, que es más grande. Incluso terminaron un prototipo. La indagación los llevó a otro lado: a apuntar a un satélite más pequeño y barato, pero que también tuviera impacto. Reconocieron una veta que todavía no había sido explorada en el país.
Cuando definieron que harían un picosatélite, se contactaron con los pocos especialistas en la materia. Hablaron con un chico superdotado español que, con solo 16 años, había fabricado uno. Conversaron también con un investigador mexicano que llevaba adelante un proyecto similar en su universidad. Confirmaron que no había ningún proyecto escolar.
Al mismo tiempo, empezaron a leer sobre distintas materias, que suelen estar separadas: física, química, matemática, geografía. “Fueron tres meses de estudio. Necesitábamos de todas las herramientas para desarrollar el satélite. Fue una gran excusa para trabajar por proyectos, para combinar conocimientos”, explicó el profesor.
Terminaron la investigación y pasaron al desarrollo. Separaron el equipo en cuatro áreas: uno dedicado a hardware, uno a software, uno al almacenamiento en la nube y otro destinado al marketing y comunicación que -reconocieron- era necesario. Los plazos se aceleraron cuando les llegó la invitación para participar de un congreso internacional de picosatélites en Glasgow, Escocia.
Aceleraron y en septiembre lo tenían terminado. “El proyecto no solo me aportó el conocimiento teórico, sino también la experiencia. Aprendí mucho sobre satélites y espacio, pero además trabajo en equipo, cómo se gestiona un proyecto, lograr un método. Aparte, en el congreso pude conocer gente de todo el mundo”, expresó Iván, que estuvo a cargo del almacenamiento en la nube.
Ahora trabajan de cara a diciembre. Pulen detalles en la comunicación y la estructura del prototipo para cuando lo lancen a la estratósfera. Será un lanzamiento de prueba, para testear condiciones y contarán con el apoyo de la empresa IBM. Será un paso previo al lanzamiento al espacio que está previsto para el 2021.
En lo concreto, explican, el “SatDuino” busca “democratizar” las comunicaciones en el agro. “En el campo, generalmente no hay comunicación. Entonces el satélite, además de medir cuestiones climáticas como temperatura y humedad, comunica a la red y permite tomar medidas. Otra aplicación es en el traqueo de ganado. Por ejemplo, a cada vaca se le puede poner un sensor para medir cuántos kilómetros se movió, su presión, sus latidos por minuto. En caso de notar alguna dificultad, un veterinario se podría acercar a atenderlo”, detalló Cordero.
Con los 200 mil pesos del premio “Docentes innovadores” más donaciones de privados, el profesor está preparando un aula tecnológica. La pintará y sumará computadoras nuevas, proyectores y mobiliario acorde a las necesidades del proyecto. “Tiré el aula abajo y creo que esto va a marcar la diferencia en el distrito. La nuestra es una escuela pública y tenemos dificultades, pero buscamos cambiar el paradigma de la clase tradicional”.