NUEVA YORK.— La verdad es que jamás presencié la ira en estado puro hasta que me convertí en madre de niños pequeños.
The New York Times
Mis hijos, que ya son un poco mayores, no eran muy propensos a los berrinches, pero cuando lo hacían, lo hacían con todo: gritos, sollozos, sacudidas de todo el cuerpo… todo.
Afortunadamente sus respectivos exabruptos eran breves. Digo “afortunadamente” porque no hice mucho por aplacar sus estallidos. Me desconcertaban sus ataques de ira y a veces me preocupaba qué tipo de personas estaba criando.
“A muchos nos enseñaron que la ira es mala, y que demostrar que estamos enojados y expresar nuestros sentimientos también lo es”, afirmó Jazmine McCoy, psicóloga infantil y familiar y autora del libro The Ultimate Tantrum Guide, una guía para lidiar con los berrinches.
No obstante, la ira no es mala, señaló McCoy; expresarla tampoco es intrínsecamente peligroso o irrespetuoso. Aprender a manejar la ira es una habilidad para toda la vida que les permite a los niños funcionar en casa, en la escuela y en el mundo sin perder el control. Además, es una habilidad que los padres pueden ayudar a fomentar en sus hijos, incluso desde bebés e infantes, al alentarlos a desarrollar válvulas de escape y modelar formas de afrontamiento.
No tengas miedo a los berrinches
Al hablar de los niños y el enojo, puede ser útil recordar hechos muy sencillos: en primer lugar, la ira es una emoción humana básica; en segundo lugar, las emociones existen para hablarnos de nosotros mismos y de nuestras relaciones, explicó Dave Anderson, psicólogo clínico y vicepresidente de programas escolares y comunitarios del Child Mind Institute, una organización sin fines de lucro que ofrece terapia a niños y familias. Las emociones pueden ayudarnos a responder dudas básicas: ¿Qué nos gustaría tener en abundancia? ¿Qué cosas nos gustaría que ya no ocurrieran?
Recordar que el enojo es un aspecto intrínseco del ser humano puede ayudarte a responder ante la conducta de un niño desenfrenado con una actitud compasiva en vez de crítica. Gritarle a un niño (que a su vez te grita a vos y al mundo) solo agravará la situación.
“Algunas emociones son bien estresantes, como el miedo o el enojo”, dijo Anderson. Los padres deberían buscar ayudar a los niños a procesar dichas emociones de forma saludable, añadió. “La claves es que queremos ser capaces de asegurarnos de que puedan hacer lo que tienen que hacer en la escuela, con la familia y en situaciones sociales sin que la reacción a sus emociones los entorpezcan o se les dificulte formar relaciones positivas”.
También puede ser útil recordar que los berrinches y rabietas (términos no clínicos que describen esos momentos desagradables en los que tu hijo pierde los estribos) son un rito de iniciación, en especial en el caso de los niños menores de 3 años que siguen aprendiendo a autorregularse.
No es poco común que los niños de 16 a 36 meses de edad o los de edad preescolar hagan pataletas varias veces por semana, dijo Denis Sukhodolsky, director de la unidad de atención basada en evidencia del Centro de Estudio Infantil en la Escuela de Medicina de Yale. La duración promedio de los berrinches de los niños pequeños es alrededor de tres minutos, pero añadió que hay un rango amplio de duración: entre 1 y 20 minutos.
“Las rabietas cumplen un propósito de desarrollo”, dijo Sukhodolsky. “Los niños están aprendiendo a manejar la independencia, las transiciones, aprendiendo reglas sociales, y están aprendiendo a lidiar con situaciones en las que se requiere el cumplimiento”.
Vocabulario emocional
“Nómbralo y dómalo”, una frase acuñada por el psicólogo Dan Siegel, es un mantra muy repetido entre los especialistas en desarrollo infantil que creen en la importancia de enseñar a los niños a identificar y etiquetar sus sentimientos para que puedan hablar de lo que están viviendo.
McCoy recomienda leerles a los bebés libros sencillos con imágenes de otros niños sonriendo, riendo o frunciendo el ceño, las cuales les parecen “cautivadoras”. Las evidencias demuestran que ya con 6 meses los bebés pueden empezar a identificar emociones en otras personas.
Los libros también pueden ser una herramienta efectiva para los niños en edad de primaria. Miren los dibujos y pregúntense qué sienten los personajes o conversen sobre las implicaciones emocionales de alguna trama en especial, para que puedan explicar lo que ven. Lo mismo puede hacerse al ver televisión o películas con adolescentes o púberes.
Para los niños más pequeños también pueden servir los “medidores del ánimo” o “termómetros de sentimientos”, herramientas que animan a los menores a describir lo que sienten y calificar la intensidad del sentimiento, ya sea que estén tranquilos y relajados o furiosos.
Sea cual sea la estrategia que elegís, el objetivo es que los niños cuenten con el vocabulario necesario para expresar sus sentimientos. Es una habilidad que se desarrolla con el tiempo y la práctica y puede servirles a sentirse escuchados y comprendidos.
“Es importante validar las emociones de los chicos. Ya sea que tengas en casa a uno de 2 años o de 22″, dijo Sukhodolsky.
Deciles a los niños cuando estás molesto
En ocasiones, los padres sienten que deben proteger a sus hijos de sus propias emociones, pero externar los sentimientos en momentos de ira o frustración puede ser muy didáctico. Describile a tu hijo qué sentís. ¿Tus pensamientos van a mil por hora? ¿Tu corazón late a toda velocidad?
“Tomarse el tiempo para realmente bajar el ritmo e identificar lo que le sucede a tu cuerpo (y cómo saber que estás sintiendo lo que sientes) es una experiencia muy poderosa”, aseveró McCoy. “Y es un dos en uno, porque mientras lo haces por tu hijo, también te estás calmando”.
Y recomendó que hay que asegurarse de cerrar con un paso clave: mostrar cómo lo manejas.
Es posible que digas algo como: “‘Voy a respirar lento’. O ‘voy a sentarme un momento’. O ‘voy por agua’”, dijo McCoy. “Lo que sea que necesites en ese momento, decilo en voz alta y ayudales a comprender lo que sucede”.
Identificá cómo lidiar con las emociones
Los niños también necesitan descubrir sus propias maneras de autorregularse, y estas pueden ser distintas de las tuyas. Ayudar a tu hijo a encontrar una salida (o salidas) para la ira puede requerir experimentación. Algunos niños responden con ejercicios sencillos de respiración profunda, dijo Anderson.
Otros pueden requerir una liberación física más intensa. En su página web, McCoy sugiere dejar a los niños golpear plastilina o rasgar papel o construir una torre y derribarla. Puede ser útil gritar o golpear una almohada o correr afuera.
Lo ideal es que aprendas a identificar las señales de frustración en tu hijo o hija y guiarlo hacia esas válvulas de escape antes de que lleguen hasta el punto de de ebullición. “No querés esperar a que estalle la situación para indicarle a un niño que use una habilidad de afrontamiento”, dijo Anderson. Los expertos dicen que corregir el comportamiento es bastante imposible cuando los niños ya están en medio de la rabieta.
“Lo que querés hacer más bien es buscar esos momentos en los que la frustración recién empieza a aumentar”, dijo. Invitalos a intentar estrategias para que practiquen el manejo de las grandes emociones antes de que se vuelvan demasiado intensas.
Establecé límites a los comportamientos poco seguros
Los niños deben aprender a discernir que, aunque todas las emociones son válidas (incluida la ira), no todos los comportamientos lo son, comentó McCoy. Por lo tanto, es importante establecer límites claros y coherentes en torno a los comportamientos agresivos o inseguros.
Y si parece que tus hijos se enojan con mucha frecuencia, o que batallan para regular sus reacciones, consultá a su pediatra o a un proveedor de servicios de salud mental.
Los padres de los niños más pequeños deben mantener un registro de la duración y frecuencia de los berrinches de sus hijos, indicó Sukhodolsky, así como si ocurren en distintos contextos, por ejemplo no solo en casa sino también en la escuela, el parque o en salidas con amigos.
Los padres de adolescentes y preadolescentes deben tener en cuenta si el enojo parece ser constante o intenso, dijo Anderson. Es normal que los adolescentes tengan cambios de humor, pero el enojo o la irritabilidad que dura más de varias semanas no lo es.
“Cuando los adultos dicen, ‘Ay cielos, esto no les deja concentrarse en la escuela’ o ‘No les permite hacer amistades’, o ‘Hace difícil que nuestra familia se lleve bien’, entonces estamos buscando cosas que indiquen una necesidad de tratamiento”, dijo Anderson.
Los desórdenes del comportamiento, una categoría que incluye el desorden de hiperactividad por déficit de atención y los trastornos del estado de ánimo, como la depresión, a menudo pueden presentarse como irritabilidad, agregó. Si tu hijo o hija no es neurotípico, consultá con un pediatra o un terapeuta sobre las alternativas que hay para manejar sus emociones.
Escuchá
En cuanto al panorama general, es importante asegurarte de que tus hijos tengan oportunidades de sobra para hablar de sus sentimientos (enojo, tristeza, entusiasmo, todo ello) con amigos de confianza, miembros de la familia o un proveedor de salud mental.
No siempre es fácil enterarte que tus hijos están pasando por un momento difícil, pero esas conversaciones y conexiones son esenciales para validar lo que están experimentando y proporcionar una liberación emocional.
“Me gusta decir que la mejor manera de controlar la ira es sentirse comprendido”, concluyó McCoy. “A menudo, cuando estamos enojados, en realidad nos sentimos asustados, incomprendidos y desconectados”.
Por Catherine Pearson