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La tercera ola. Ómicron y vacaciones: más positivos al regreso y el riesgo de contagiarse durante el viaje

Carlos hizo un crucero a la Antártida, volvió y empezó con síntomas. Está convencido que se contagió en el avión. Nadia se fue a misionar al norte con un grupo de amigos, uno viajó con covid en el micro y, cree, se fueron contagiando todos en el viaje.

Positivos. Romina y Judith se infectaron por separado en Mar del Plata. Las dos se volvieron antes del aislamiento en auto. Mario dio positivo en el PCR que le pidieron para volver de Punta del Este. Leo positivizó en Villa Gesell y Mariano, su esposa y sus dos hijas, justo después de volver de Nueva York. Como le pasó a Sofía y a toda su familia, al aterrizar desde Río Gallegos.

Todos estos ex turistas positivos tenían dos dosis de la vacuna antes de viajar.

La segunda quincena de enero empezó con mal tiempo en la costa atlántica, no tantos aviones despegando a Europa o Estados Unidos -por vacunados con Sputnik o porque Argentina está en la lista roja- y más de 100 mil casos diarios sostenidos.

La pregunta se repite: ¿Hay más contagiados entre los que vuelven de las vacaciones? ¿El contagio es en el destino elegido? ¿O al ir o al volver?

Al contrario de lo que se piensa: que, sea como fuere, de las vacaciones vuelven todos contagiados, el Ministerio de Salud de la Nación, las autoridades sanitarias de la Ciudad y las y los expertos entrevistados en esta nota dicen a Clarín que es la variante ómicron y no el turismo la que dispara los contagios de esta tercera ola.

Pero volvamos al frío del crucero. «En el barco estoy seguro de que no me contagié porque nos hicieron testeos rápidos todos los días y dimos negativo pasajeros y tripulantes. Cuatro días después de volver en avión desde Ushuaia me dieron la tercera dosis (Pfizer, luego de dos Astrazeneca), y a los dos días empecé con síntomas: fiebre de hasta 38,1°, cansancio y dolor en las piernas. Pensé que podía ser una reacción postvacunal tardía, pero me fui a hacer el hisopado y dos días después me llegó la confirmación de que había dado positivo. Fue al regreso», dice Carlos, que no la pasó tan mal.

No hay documento que acredite la seguridad que tiene cuando dice dónde se contagió. Tampoco hay un porcentaje que explique cuánta gente se contagia en las vacaciones. O en el micro. O en el avión. Pero hay algunos datos.

En las últimas 24 horas se detectaron 98.146 nuevos casos de coronavirus. Así lo confirmó este sábado el Ministerio de Salud. Además se confirmaron otras 142 muertes. Es temporada alta para el covid. Aunque no sea invierno. Y es récord frente a las dos olas anteriores. ¿Cuánto tienen que ver las vacaciones?

«El comportamiento de Ómicron esta siendo similar en otros países, no se distingue una diferencia entre que sea verano o invierno. Su transmisibilidad explica el incremento exponencial de casos. Sin embargo, es probable que durante el otoño o invierno la posibilidad de transmisión se incremente porque está claramente demostrado que en espacios cerrados, este y todos los virus respiratorios tienen mayor probabilidad de transmisión», dice a Clarín Juan Castelli, Subsecretario de Estrategias Sanitarias de la Secretaría de Acceso a la Salud.

Eduardo López, reconocido infectólogo del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y asesor del Gobierno, coincide en que no hay que echarle tanto la culpa a la sombrilla.

«El número de casos es muy alto, sostenido en los últimos 10 días. Es por la contagiosidad de Ómicron, entre 4 y 6 veces más transmisible que Delta, y también por el comportamiento social, más reuniones, aunque al aire libre, y personas con la vacunación incompleta. Pero, en proporción, el número de contagios es tan alto en provincias como Jujuy como en el Conurbano o CABA. No es el problema el turismo», remarca López.

«Entre los positivos, no hay datos sobre cuántos volvieron de las vacaciones. Pero se está dando un fenómeno importante en la costa, por eso Buenos Aires tiene más de 50.000 casos. Hay un aumento notable de casos vinculado a ese comportamiento social o falta de vacunas, con tanto atraso en los testeos, con hasta 8 horas de cola en Mar del Plata o Pinamar. Muchos no se van a testear en la playa, por las demoras, y asumieron solos que tuvieron covid», aclara.

Así, al boom de ocupación en la costa, dentro de la pandemia, lo marca como algo puntual, casi geolocalizado. Una curva ahí, frente al mar. No una que disemine casos a la Ciudad o la Provincia. Eso lo hace la nueva variante, sola.

«Es posible que haya habido un aumento de casos en la Ciudad por personas que volvieron con síntomas (de la costa o del exterior) y se testearon en territorio porteño. Pero la alta positividad revela dos cosas: que estamos testeando sólo a quienes tienen síntomas y que estamos testeando muy poco. Si testeáramos más, el índice de positividad bajaría», marca el infectólogo.

¿Cómo medir ese aumento de casos en la Ciudad tras las vacaciones? «Es bastante distinto al año pasado, que testeábamos a todos los que volvían de más de 150 kilómetros. Hoy, la mayoría de los testeos por turismo son de gente que viaja al exterior y necesitan la PCR. Es un porcentaje bajo el de quienes, por cuidado preventivo, vienen de la costa y se testean. Son pocos y si lo hacen, en general, son sintomáticos, y con síntomas la positividad es de más del 50%», explica a Clarín Gabriel Battistella, subsecretario de Atención Primaria de la Ciudad.

La investigaciones epidemiológicas en territorio porteño revelan que el ámbito de contagio siguen siendo los contactos sociales. «No son las vacaciones en la costa, porque la mayoría se contagia allá y cursan la enfermedad allá. Esas personas, en su mayoría, no son quienes de testean acá y dan positivo. Tampoco vemos un impacto por los viajes en avión. Hay circulación comunitaria en todos lados. Y en invierno hubiese sido peor, por más encuentros adentro y las enfermedades respiratorias estacionales que podrían confundir síntomas», detalla.

¿Sigue siendo seguro viajar en avión?

Los micros de larga distancia sólo cuentan con aire acondicionado y un viaje largo, con las ventanillas cerradas para que los pasajeros no sufran el calor. Son un escenario propicio para el contagio con Ómicron. Los aviones, en cambio, tienen los famosos filtros HEPA (por las siglas en inglés High Efficiency Particle Arresting, Recogedor de Partículas de Alta Eficiencia), que reducen en un 99.98% la concentración del virus. ¿Pero siguen siendo seguros frente a la alta contagiosidad de la nueva variante?

Para Mariano (44), de Caballito, que volvió de Nueva York con su esposa y sus dos hijas, no fue seguro el regreso.

De hecho, se fueron a hisopar cuando llegaron, el domingo, porque su mujer le insistió, para quedarse segura. Y ahí les saltó el positivo a los cuatro. Los síntomas aparecieron después. «Olivia (11), anda con un poco de moco, que aparecieron el martes a la mañana. Yo, con congestión en la garganta, sin fiebre. Nos agarró leve», dice. Viajaron por Latam. «A la vuelta no nos exigieron un barbijo N95, sólo a la ida, por el trayecto hasta Lima».

Para la infectóloga Elena Obieta, está bien estudiado que en un avión «quienes tienen más riesgo de infección son los dos pasajeros de los costados, el de adelante y atrás, del pasajero contagiado». Pero también hay riesgo al caminar: «Tanto la tripulación, que camina de la primera hasta la última fila, o para ir al baño, o hay riesgo al quedarse charlando con otro pasajero». Y a mayor duración del viaje, mayor riesgo.

Desde Aerolíneas Argentinas -que días atrás vio sus operaciones impactadas por contagios entre sus tripulaciones- dicen a Clarín que, además de los filtros HEPA, «las aeronaves se desinfectan antes y después de cada vuelo con productos de uso aeronáutico y de efectos bactericidad y viricidas». Además, sugieren «evitar la circulación innecesaria en pasillos», no hacer fila para ir al baño y realizar el embarque y desembarque respetando el turno de la fila de asientos.

Desde Flybondi, además de remarcar el filtro HEPA y la sanitización, dicen a Clarín que en el avión y en el aeropuerto «toda la tripulación de utiliza elementos de protección para cuidarse y cuidar a los pasajeros».

Pero en esta tercera ola, a diferencia de las anteriores, no se exige más un PCR negativo para viajar a los destinos de cabotaje. En la práctica, el test funcionaba como un filtro más para evitar contagios a bordo y la circulación del virus entre provincias. Solo lo pide Santa Cruz en caso de no tener el esquema de vacunación completo.

¿Qué pasa en los aeropuertos?

«En las mangas antes de entrar al avión, no hay filtros HEPA. Y en otros momentos del aeropuerto (como migraciones), lo importante es la distancia física y el uso de barbijo, está demostrado que sirve. Si vas a estar todo apretado en una manga, es lo mismo estar así de apretado en un estadio de fútbol o una fila para testearse», agrega Obieta, y sugiere usar barbijo KN95 o N 95 (cubriendo nariz y boca) para los viajes largos.

«En los aeropuertos, en general, y terminales de micro, no hay filtros HEPA. Se que varios aeropuertos tienen sistemas de aire acondicionado central y algunos de ellos tienen filtros finos, si bien no son HEPA, ayudan más», explica a Clarín Fernando Cani, director general de TROX Argentina y miembro de la Sociedad Estadounidense de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado (ASHRAE).

El hecho de tener sistemas centrales, hace que los aeropuertos puedan abrir tomas de aire exterior y ventilar. «También es importante la altura de los techos. Mayor altura es mayor volumen para beneficiar que se diluya la eventual carga viral. Siempre lo recomendable es poner una alta tasa de aire exterior, que se considera aire libre de virus y, de no ser posible, colocar purificadores de ambiente. Los purificadores deben ser aptos, del tipo comercial, no los pequeños electrodomésticos. Todo aire que pasa por filtro HEPA, también se considera libre de virus, como pasa en los aviones», cierra.

MG

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