María de Luján Telpuk es la chica de la valija. Ese mote la persigue desde la madrugada del 4 de agosto de 2007, cuando descubrió los 790.550 dólares sin declarar que intentaba entrar a la Argentina el venezolano Antonini Wilson.
Esa noche, hizo su trabajo: era policía aeroportuaria y denunció un equipaje flojo de papeles. El escándalo mediático que siguió, cambió su vida para siempre. Pero no fue la primera vez: en 41 años, le pasó de todo. Y vive para contarlo.
Hace tres años, decidió dejar sus cosas en Buenos Aires y volver a su casa familiar de Hughes, una ciudad de seis mil habitantes en Santa Fe. Su mamá estaba enferma y quiso estar con ella para cuidarla. “Dejé trabajo, pareja, departamento… ¡todo!”, relata ella desde su actual lugar en el mundo. “Yo soy así, pateo el tacho y no me importa nada. Volví a Santa Fe sin saber qué hacer de mi vida. Estaba trabajando en Buenos Aires en una peluquería y también hacía cosas de estética, porque me recibí de esteticista hace muchos años. Y bueno, vendí todos los aparatos y con eso pude subsistir un tiempito. No me arrepiento para nada de lo que hice. Gracias a Dios estuve con mi mamá hasta que murió, en febrero.”
-¿Ella te pidió que te mudaras?
-Siempre fuimos muy unidas, por temas de la infancia que me tocó pasar. Mi papá murió cuando yo tenía 8 años y a raíz de eso, se crea este vínculo tan de apego, algo fuera de lo normal… Los médicos me dijeron que gracias a los cuidados que le dimos mamá vivió un par de años más.
-¿Qué tenía tu madre?
-Un montón de enfermedades. A ver, no se cuidaba, vivía sola… Muy amiguera , muy de salir, era muy positiva, nunca la escuché enojada, nunca la escuché putear a alguien. Yo no heredé eso, soy todo lo contrario. Yo me enojo, no está bueno,
-¿Tenés hermanos?
-Tengo dos hermanos varones. Con el más grande no tengo relación hace 16 años y no quisiera ni cruzármelo. Y con mi otro hermano, que vive en Mar del Plata, sí. Él fue todo para mí. Todo lo que soy se lo debo a él. Siempre me inculcó que estudiara, me supo llevar por un camino bastante sano en la vida.
-¿Volviste a formar pareja en Hughes?
-Sí, pero es toda una adaptación. Yo nunca conviví con nadie. Mi novio se llama Heber, tiene hijas chicas, yo no tengo hijos… Y cuando falleció mi mamá, decidí convivir con él en el pueblo que está al lado del mío, Wheelwright. Fue un caos. Entre el duelo y la convivencia… Pusimos un negocio, una vinoteca. Pero me costó. Estuve un par de meses tratando de estar bien y estaba tapando mi dolor por la muerte de mi mamá con otras cosas. Entonces volví a mi pueblo.
-¿Qué dijo tu novio?
-Mi novio lo entendió. Me dijo “yo te ayudo, te apoyo en este momento y vos necesitás hacer tu duelo a tu manera”. Entonces volví a la casa de mi mamá, donde yo me crié con ella, donde me pasó todo, y me hizo bien. Yo pensé que no iba a aguantar pero me hizo muy bien arreglar su casa, su jardín. Fue como reencontrarme con un montón de cosas y me hizo muy bien. Más allá que es la misma casa donde mi papá se suicidó… Pero no me genera un malestar, todo lo contrario.
-¿Qué pasó con tu papá?
-Mi viejo era alcohólico y se ahorcó. Lo encontré yo, que tenía 8 años. Y en esa casa seguí viviendo con mi mamá. Gracias a Dios, lo malo no supera lo bueno. Uno no se olvida de las cosas, pero fueron muchos más los momentos buenos vividos con ella.
Cuando se hizo famosa, Luján era policía. Pero esa fue una de las tantas profesiones que tuvo. Quería ser veterinaria, pero al final fue maestra jardinera, vedette, comerciante, esteticista. Ahora se dedica a la decoración de interiores y le encanta reciclar muebles. Tuvo muchas idas y venidas de Buenos Aires a Santa Fe. Quiso ser profeta en su tierra pero no le salió. Con la plata que ganó como celebridad en la farándula local, abrió un jardín de infantes privado en Hughes. Le fue mal. “La gente me defenestró, me mató, me críticó”, recuerda.
-¿Por qué?
-Y, porque… No quiero ser mala con el pueblo, pero dijeron “qué le va a enseñar a los chicos si lo único que hizo fue mostrar las tetas y el culo”. Para mí era un sueño, tener mi propio jardín de infantes. Mi título me habilita para eso. Contraté docentes, maestra de inglés, de arte… Yo era la directora y no estaba con los nenes en la sala justamente por eso, para evitar los malos comentarios. Igual los hubo. Entonces ahí agarré el bolso otra vez y me volví a Buenos Aires y arranqué a estudiar para ser esteticista. Tengo una sumatoria de cosas y profesiones, ahora me acabo de recibir de auxiliar en farmacia.
-También te dedicaste a la política.
-¡Ay, ay, ay! Tuve un intento, una cosita, reuniones en Rosario, pero no me gustaron algunas cosas. Yo quería ser intendenta de mi pueblo, pero tengo el prejuicio de la gente. Empezaron a decir “esta qué va a hacer, que pin que pan…”
-Sin embargo, el hecho por el que te hiciste conocida tuvo mucha honestidad.
-En ningún momento nadie de mi pueblo me dijo “che, qué bueno, te felicito”. Priorizaron otra cosa. Dijeron “ay, hizo la tapa de Playboy”. Fue más fuerte para el pueblo eso que lo que pasó con la valija.
-Dijiste una vez “arriesgué mi vida por nada”. ¿Por qué?
-Durante dos años me amenazaron, por eso siempre agradecí a los periodistas que me decían “vos decí todo, exponete, porque es lo único que te va a salvar la vida”. Por eso hice televisión, radio, teatro… Me tiré con todo a la pileta y me empezaron a amenazar para que me callara. La pasé mal. ¿Sabés la cantidad de puertas que se me cerraron? ¡Me he pegado cada llorada! Yo decía “¡pero yo no hice nada!”. La gente de la PSA vino muchos años después con una plaquita para distinguirme. Yo no quería que me regalen nada. Me quisieron ascender y yo no quise, no correspondía, cualquiera tendría que haber hecho lo mismo que hice yo. Por eso me quedé trabajando en el mismo lugar, en la parte de vuelos privados, exponiéndome. Sin embargo, no me importó. Hasta que me picó el bichito de entrar a los medios cuando conocí a Marcelo Tinelli.
“ME OFRECIERON SER NOVIA DE RICARDO FORT”
Como una Cenicienta moderna, Luján se topó un día con Tinelli en el sector reservado para vuelos privados de un aeropuerto. Él la vio, la reconoció por el escándalo de la valija y le hizo una propuesta laboral. En esa época se estaba armando Patinando por un sueño y el conductor de Showmatch no lo dudó: “Te quiero ahí”, le dijo. Enseguida la llamaron de la producción y ella se sacó el uniforme, devolvió su arma reglamentaria y se anotó en un curso de patinaje sobre hielo.
-¿Cómo reaccionaste cuando Tinelli te hizo la propuesta?
-No sabía si desmayarme, si llorar, si reírme… Me puse toda colorada, una tarada, toda transpirada. Me reía, no le contestaba. Él me decía “te estoy hablando en serio, no te rías”. Yo soy de pueblo, lo que menos te imaginás cuando llegás a la ciudad es que vas a conocer a Tinelli en persona. Me dijo “pensalo” y se fue caminando para el avión. Yo lo había tomado como una broma, pero a los quince días hablé con el Chato Prada y con Fede Hoppe, me preguntaron “¿Sabés patinar?”. Les dije que sí, pero yo ni siquiera patines de cuatro rueditas había usado, nada. Entonces me puse a practicar.
-Pero, finalmente, no participaste del programa.
-Venía bien, ya tenía las tres primeras coreografías armadas. Pero una semana antes, me bajaron. Mirá qué casualidad, no me permitieron ir al Calafate a hacer la foto de presentación. O sea, todo en el mismo momento, la campaña de Cristina, esto… No sabés qué tristeza. ¡Lo que yo sufrí! Fue mi primera desilusión televisiva.
-¿Quién te llamó después para trabajar?
-Sergio Gonal. Fui de invitada a Mañanas informales, con Jorge Guinzburg y cuando termina el programa la productora me dice que me quede un ratito más que Sergio Gonal estaba viendo desde su casa y quería hablar conmigo. Me quedé, él vino hasta el canal y me dijo “me gusta cómo te manejás, te quiero proponer para hacer temporada de teatro en verano en Mar del Plata”. Yo le dije “disculpame, hace un mes que salí del aeropuerto, ¿cómo me vas a subir a un escenario en Mar del Plata?”. Me respondió “te tengo fe”. Y arranqué con él.
-¿Cómo fue ese debut?
-Me quería morir el primer día, pensé que me iba a descomponer, pero me fue bárbaro, un caradurismo total, porque vos decís “che, ¿venís estudiando teatro? ¡Nada! Y de ahí no paré. Fue la mejor época, hice presencia en los boliches, presentaciones, las temporadas de antes eran otra cosa. Yo tenía 27 años, imaginate. Me proponían de todo y yo aceptaba. Yo siempre fui mandada, nunca fui timidona. Igual, siempre consultaba todo con mi familia.
-¿Alguna vez tu familia te dijo “no aceptes”?
-Sí. Mi mamá le tenía pánico a las drogas y lo único que me pidió es que no apareciera como novia de Ricardo Fort. Pobre Ricardo, porque era una excelente persona, un divino, pero era el prejuicio de una señora grande.
-¿Te lo habían ofrecido?
-Sí, antes de Violeta Lo Re. Hacía falta una morocha… Dije que no y si mi mamá no me lo hubiese pedido, hubiera dicho que no igual. Era raro. El medio tiene algunas cosas buenas y también algunas cosas malas. Lo de la droga asustaba mucho a mi vieja. Por suerte, yo nunca… Yo iba y laburaba, me la pasaba viajando en colectivo, en avión, en lo que sea. Iba a Comodoro Rivadavia a hacer presencias, de ahí me iba a Jujuy… Laburé un montón, agarre la mejor época.
-¿Te compraste algo?
-Me compré una propiedad en Santa Fe y me di muchos gustos. A lo mejor me compraba veinte carteras, llamaba a mis amigas y les decía “vengan, tengo regalos”. Llegó un momento en que perdía la noción. Hoy que estoy más grande y la economía es otra cosa digo “Dios mío, lo que hice”. Ahora no lo haría ni loca.
La familia de Luján no pasó necesidades, pero tampoco vivía en la abundancia. Su primer par de zapatillas “de marca” se lo pudo comprar recién a los 25 años, con su primer sueldo de policía. A esa edad también tuvo su primer celular. Ella dice “no tenía nada, pero tuve una infancia muy feliz, más allá de lo que pasó con mi papá. Eso, creo, me empujó a salir adelante en la vida”.
-A los 41 años, ¿creés que lo de tu papá es un tema superado en tu vida?
-Sí, es un tema superado, ahora puedo hablar hasta del duelo de mi mamá y no me largo a llorar, y eso que es algo reciente. Yo de mi papá tengo los peores recuerdos y no se lo deseo a nadie. El alcoholismo es una enfermedad tremenda. Una vez en una pelea mediática una chica me dijo borracha y me agarró un ataque de llanto en el programa, estábamos en vivo, me tuvieron que sacar. Evidentemente me marcó eso.
-Tuviste una vinoteca, no tenés aversión al alcohol.
-Para nada, lo disfruto un montón. Para mí es un acontecimiento sentarme con amigos o con quien sea a tomar un vino. Me parece un momento sublime. Pero cuando veo a alguien pasado de alcohol, me preocupa su futuro, me pongo a pensar… Una vez alguien me dijo que por la relación que tuve con mi papá iba a tener problemas para relacionarme con el sexo opuesto. Y es verdad. Me cuesta un montón estar en pareja, no puedo imaginarme yo mamá. Ya estoy en edad, pero no puedo. Se ve que son cosas que te marcan.
-¿Tuviste parejas estables?
-Me pasaron todas. Mi primer novio se quiso quitar la vida de la misma manera que mi papá. Mi segundo novio, esto ni mi familia lo sabe, era golpeador. En ese momento, hace muchos años, no se hablaba de esos temas como ahora, tampoco tenías un lugar donde llamar para que te brindaran ayuda. Era muy difícil y a su vez esa persona me amenazaba que si lo denunciaba iba a matar a mi mamá. Horrible. Después tuve parejas donde la pasé genial, ni hablemos cuando estuve en el medio, viste cuando sos nueva…
-¿Y cómo es tu relación actual con tu novio?
-Pobre, lo enloquezco. Que sí, que no, que estoy bien, que estoy mal, que estoy triste, que quiero estar sola… Y no estoy completando nada. Creo que esas cosas se dan, si no, no sé, moriré sola.
-¿Entonces ahora estás viviendo ahí sola, dedicándote a la decoración de interiores?
-Sólo a eso me dedico ahora: decoración y restauración de muebles. Ando como ciruja por la calle, levantando todo mueble que la gente tira, mis amigas se ríen: “la gente va a pensar que enloqueciste del todo”, me dicen. Pero es algo que me apasiona. También voy a tener una sección de iluminación en la ferretería de mi novio, en Weelwright.
-¿Te quedó algo pendiente del juicio del caso de la valija?
-Nada. Hace dos o tres años, me pasó algo tremendo: recibí un mensaje de Antonini Wilson.
-¿Qué quería?
-Él estaba por sacar un libro y quería que yo viaje a Miami, para tomar un café y hacer una movida de prensa. Finalmente, él entendió que yo hice mi trabajo, que no le quise cagar la vida a nadie, no sabía ni quiénes eran los que venían en el vuelo, solo sabía que venían de Venezuela, nada más.
-¿Aceptaste?
-¡No! ¿Cómo iba a ir a un barcito de Miami a tomar un café después de todo lo que pasó? Está buenísimo Miami para tomar un café, pero no con Antonini Wilson. Después de mandarme ese mensaje, me preguntó si me podía llamar y cuando escuché esa tonada venezolana me llevó de nuevo a ese momento, no sabía si reírme o llorar.
-Para el juicio sí viajaste a Miami.
Sí, fui a declarar. Fue muy impactante, porque los periodistas de los que me hice amiga me lookearon como varón, con gorrita, capuchita me subieron al auto y me llevaron a conocer la casa de Antonini. Era una mansión típica de Miami, con palmeras, Ferraris en la puerta. Y yo renegando, sin laburo, con amenazas. Me pareció re injusto.
Fernanda Iglesias (La Nación)