Escribió dos libros acerca de él y uno está enfocado precisamente en las reuniones que tuvieron ambos libertadores donde, a partir de documentos históricos, ilumina sus personalidades y objetivos.
Por: Martín Blanco
Quizás asombre a muchos el título de este artículo, ¿Cómo relacionar al célebre cardiocirujano con la historia del encuentro de los dos libertadores sudamericanos?
Sin embargo, en nada debe sorprenderlos. A lo largo de su vida René Favaloro fue un constante y concienzudo estudioso de la Historia Argentina y Americana, específicamente de la figura del general José de San Martín, a quién admiró profunda y sinceramente.
Entre los cientos de trabajos publicados por el doctor René Gerónimo Favaloro, hay dos libros referidos a la figura del general San Martín. El primero de ellos lo escribió en 1986, titulado ¿Conoce usted a San Martín?. El otro lo escribió en 1991, abordó allí la famosa entrevista con Simón Bolívar, con el nombre La Memoria de Guayaquil.
Ríos de tinta se escribieron sobre aquel gran suceso de la historia americana. El hermetismo que envolvió a la entrevista, por el hecho que los protagonistas conferenciaron a solas durante los tres encuentros que se sucedieron, sumado a la dinámica inmediata de los acontecimientos, marcados por la entonces sorpresiva decisión del Libertador del sur, que el 20 de septiembre de 1822 decidió poner punto final a su vida como hombre público, despojándose del mando como Protector del Perú, hicieron de Guayaquil un “misterio” y un debate historiográfico monumental.
En junio de 1990, mientras don René participaba de un Congreso de su especialidad en Guayaquil, fue invitado a disertar para el año siguiente, respecto a la actuación del Libertador argentino en las históricas jornadas del 26 y 27 de julio de 1822 cuando se reunió con su par del norte.
Con total beneplácito aceptó la propuesta, y con la seriedad que lo caracterizó se aisló en su casa durante una semana para estudiar la cuestión con las obras que atesoraba en su interesante biblioteca. Principalmente consultó las obras magistrales de Bartolomé Mitre y José Pacifico Otero, la de Ricardo Rojas y resaltó también la del notable historiador Enrique de Gandía. Como fruto de su estudio, en 1991 publicó el opúsculo ya citado.
Veamos entonces como abordó Favaloro la delicada cuestión de Guayaquil.
En la primera parte de su obra estudió el escenario, es decir, Guayaquil. Al respecto Favaloro no soslayó la delicada situación política de aquella ciudad, en la que el 9 de octubre de 1820 había estallado una revolución y como consecuencia de ella, se había formado una junta de gobierno. Junta que entre sus primeras medidas solicitó el apoyo militar y político de San Martín, que un mes atrás había desembarcado con su ejército en Paracas decidido a dar la libertad al Perú.
San Martín respondió afirmativamente al pedido de ayuda enviando a Guayaquil a Tomás Guido, hombre de su máxima confianza, y a Toribio de Luzuriaga quienes dieron cuenta de la divergencia de opiniones que imperaba en Guayaquil respecto al rumbo a seguir. Había allí quienes pugnaban por declararse independientes, pero también no eran pocas las voces que se alzaban para anexarse al Perú y otras para unirse a Colombia.
Al respecto, Favaloro ponderó la coherencia de San Martín, siempre consecuente con su idea de respetar la autodeterminación de los pueblos, en esos términos le escribió al mencionado Luzuriaga “Yo solo deseo la independencia de la América del gobierno español y que cada pueblo, si es posible, se dé la forma de gobierno que crea más conveniente”. En similares términos va a expresarse a los miembros de la Junta “… yo no haré sino seguir su voluntad y considerar esa provincia en la posición política que ella misma se coloque”.
Bolívar no pensaba lo mismo. Para él, Guayaquil formaba parte del territorio de Colombia y estaba decidido por lo tanto a forzar su anexión. Para tal fin envió allí a Sucre con una fuerza de casi mil soldados que no logró en lo inmediato su cometido.
La cuestión de Guayaquil formó parte del epistolario entre ambos libertadores, en las que cada uno dejó plasmada su postura.
Fortalecido por sus triunfos en Bomboná (7 de abril de 1822) y Pichincha (24 de mayo de 1822) Bolívar decidió tomar en sus manos el destino de Guayaquil. Llegó allí el 11 de julio de aquel año y rápidamente, dos días después, la Junta de gobierno era disuelta y la bandera de Colombia flameaba en la hoy ciudad ecuatoriana.
Como bien escribió Favaloro, “San Martín, fiel a su ideario, creía en la libre determinación de los pueblos, en el norte Bolívar soñaba con la gran Colombia. Lo concreto es que desde el 11 de julio el escenario de la conferencia pertenece a Bolívar”.
En la segunda parte de la obra, Favaloro analizó a los protagonistas de esta historia, que en efecto, constituían dos personalidades diferentes. Pero más allá de eso, Favaloro hizo hincapié en la situación en la que cada uno de ellos llegó al esperado encuentro. A este respecto escribió Favaloro “Bolívar era el jefe indiscutido que comandaba sus tropas con absoluta autoridad aún más después de las victorias de Bomboná, Riobamba y Pichincha. La situación de Guayaquil estaba controlada por el accionar enérgico del Libertador del Norte, lo que evitó la posibilidad de la guerra civil”.
En torno a San Martín sostuvo René que aquel ocupaba solamente una parte del territorio peruano y comandaba por ese entonces un ejército inactivo en el que las divisiones internas se habían visto aumentadas, como prueba de ello da cuenta de la conspiración denunciada por Tomás Heres a fines de 1821, sumado a la más que cuestionable acción del Almirante Thomas Cochrane que se apoderó de la flota y de los caudales. La derrota de la expedición al Valle de Ica en abril de 1822 vino a dar mayor complejidad a la cuestión.
Favaloro no dejó de mencionar la delicada situación interna del Perú, el descrédito que gozaba el ministro de gobierno Bernardo de Monteagudo, (depuesto mientras San Martin llegaba a Guayaquil). Además hizo referencia a la oposición respecto a las ideas monárquicas del prócer, las que el Libertador sostenía pese a ser “republicano como el que más” pero entendiendo que por entonces aquella forma de gobierno era impracticable en América. Por ello proponía, sin forzar la cuestión, la idea de instaurar una monarquía constitucional “atemperada” como la llamaba Manuel Belgrano.
San Martin ya no tenía el apoyo de las Provincias Unidas, mas bien lo contrario, solamente contaba con la ayuda de su amigo Bernardo O´Higgins quién también se hallaba en grandes dificultades para sostener su gobierno en Chile.
Como se ve, Favaloro mostró cabalmente cual de los protagonistas estaba en mejor posición respecto del otro al momento de la entrevista.
Asimismo, y teniendo en cuenta el desenlace de los acontecimientos, don René puso de resalto una carta que San Martín le escribió a O´Higgins el 10 de agosto de 1821, es decir un año antes de la entrevista “… espero que mi permanencia (en el Perú) no pasará de un año pues usted que conoce mis sentimientos sabe que no son mis deseos otros que el de vivir tranquilo y retirado a mi casa a descansar”. Un mes después escribió “…yo ya veo cercano el término de mi vida pública y voy a tratar de entregar esta pesada carga a manos seguras y retirarme a un rincón para vivir como un hombre”.
Con esas líneas, y con la convocatoria del Congreso Constituyente del Perú decretada en diciembre de 1821, sostuvo Favaloro que San Martín parecía llevar prisa para alejarse de la escena política.
Viene luego el momento de analizar el momento del encuentro de los dos grandes hombres del drama emancipador.
San Martín desembarcó en Guayaquil el 26 de julio de 1822 acompañado de sus edecanes y recibiendo los honores militares del caso. De inmediato se dirigió a la casa que se le había preparado como hospedaje, allí se produjo el primer encuentro a solas, de los tres que tendría con Bolívar. En esta oportunidad dialogaron durante una hora y media. Horas mas tarde, San Martin retribuyó la visita de Bolívar, y según las crónicas quedaron a solas por media hora.
El tercer encuentro, el día 27 de julio, es el más importante, el momento psicológico de la entrevista, como lo denominó Mitre. Se produjo de nuevo en la casa de Bolívar, por espacio de cuatro horas (desde las 13 hasta las 17 horas).
Finalizada la conferencia tuvo lugar un banquete, la hora del brindis puso de resalto las personalidad contrapuestas: Bolívar brindó por “los dos hombres más grandes de la América del Sur, el general San Martín y yo”, mientras que San Martín alzó la copa y exclamó “Brindo por la pronta terminación de la guerra, por la organización de las nuevas repúblicas del continente americano y por la salud del Libertador de Colombia”.
Por la noche se celebró un baile durante el cual, a diferencia de Bolívar, San Martín permaneció como un frío espectador, hasta que cansado del bullicio, alrededor de la una de la madrugada se embarcó en la Macedonia para retornar al Perú.
Sigamos a Favaloro para desentrañar que temas de trataron y discutieron en aquellas frenéticas jornadas.
Para René el “misterio” queda develado con el análisis de unos pocos documentos, entre ellos se destacan:
1.- La carta que San Martín escribió al presidente del Perú, don Ramón Castilla el 11 de Septiembre de 1848 “Si algún servicio tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no sólo comprometía mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia, la guerra de la Independencia hubiera sido terminada en todo el año 23. Pero este costoso sacrificio, y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias), de los motivos que me obligaron a dar este paso, son esfuerzos que usted podrá calcular y que no está al alcance de todos el poderlos apreciar”.
2.- Carta de San Martín a Guillermo Miller fechada el 9 de abril de 1827 “En cuanto a mi viaje a Guayaquil, él no tuvo otro objeto que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del Perú, auxilios que una justa retribución (prescindiendo de los intereses generales de América) lo exigía por los que el Perú tan generosamente había prestado para libertar el territorio de Colombia (..) pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en mi primer conferencia con el Libertador me declaró que, haciendo todos los esfuerzos posibles, sólo podía desprenderse de tres batallones con la fuerza total de 1.070 plazas (…) Al siguiente día y a presencia del vicealmirante Blanco dije al Libertador que, habiendo dejado convocado al Congreso para el próximo mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia en el Perú; añadiendo: “ahora le queda a usted, general, un nuevo campo de gloria en el que va usted a poner el último sello a la libertad de la América…”.
3.- La famosa carta que en 1843 dio a conocer el marino francés Gabriel Lafond de Lurcy en el segundo tomo de su obra Viajes alrededor del mundo y naufragios célebres donde incluyó el texto de la famosa carta que el Gran Capitán escribió a Bolívar el 29 de agosto de 1822, “Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra; desgraciadamente yo estoy firmemente convencido, o de que usted no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con la fuerza de mi mando, o de que mi persona le es embarazosa” (…) “En fin, general, mi partido está irrevocablemente tomado; para el 20 del mes entrante he convocado el primer Congreso del Perú y al siguiente día de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el único obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando. Para mí hubiera sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien América del Sud debe su libertad; el destino lo dispone de otro modo y es preciso conformarse”.
Favaloro analizó, además, la memoria firmada por el secretario de Bolívar, José Gabriel Pérez, dirigida a la Cancillería de Colombia, escrita inmediatamente después de la entrevista y una carta que el propio Bolívar envió al vicepresidente de Colombia Francisco de Paula Santander fechada el 28 de julio de 1822.
De estos y otros documentos concluye Favaloro que:
a.- “El viaje de San Martín tuvo como principal objetivo la terminación de la guerra a través de la unión de las fuerzas de los dos libertadores”.
b.- “Su ofrecimiento de servir a órdenes de Bolívar queda ampliamente confirmado por Pérez y Bolívar, ya que su oferta fue ilimitada y si no hubo oferta “que no me haya hecho” lo lógico es pensar que San Martín estuvo dispuesto a subordinarse y a colaborar con Bolívar”.
c.- “Ha quedado absolutamente probado que Guayaquil no fue tema de la reunión y no podía serlo porque la anexión de Guayaquil a Colombia era un hecho consumado del cual San Martín se enteró en Puno el 25 de julio, pocas horas antes de arribar a Guayaquil”.
d.- Respecto a las ideas monárquicas de San Martín que aparecen en la memoria del secretario de Bolívar, considera Favaloro que aquellas “han sido erróneamente analizadas como un punto fundamental de la entrevista por los historiadores bolivarianos”.
Así las cosas, dirá Favaloro “…el misterio de la entrevista de Guayaquil queda totalmente aclarado: los dos jefes se reunieron para ponerse de acuerdo en pocas horas, en como terminar la guerra emancipadora. He analizado en detalle la opuesta situación civil y militar en que se encontraban. San Martín, sin ambiciones políticas y capaz de dominar la pasión del mando (…) cumplía con lo expresado el 10 de agosto de 1821 “Mi permanencia no pasará de un año…”.
Don René concuerda con Mitre respecto a que San Martín “No se creyó un hombre necesario y pensó que la causa a que había consagrado su vida podía triunfar mejor sin él que con él (…) Sin voluntad para ser déspota y sin el suficiente poder material para terminar la lucha con fuerzas eficientes, abdicó, eligiendo su hora, para descender antes de caer empujado por los acontecimientos que no estaba en su mano detener”.
Comprometido como era con su país y con el tiempo histórico en el que vivió, Favaloro no se limitó a un análisis histórico de lo ocurrido en Guayaquil, al final de su obra buscó dar actualidad y sentido político-social a sus consideraciones. Al respecto sostuvo que “El mensaje elocuente de la Conferencia de Guayaquil, es sin ninguna duda, la importancia de la unidad latinoamericana a través de una Federación “completa y absoluta” como soñaba San Martín desde el comienzo de la gesta libertadora”.
A su vez, Favaloro no dejó de llamar la atención sobre la realidad latinoamericana de entonces (1991) lo indignaban los “…índices vergonzosos de desnutrición, mortalidad infantil, viviendas miserables, educación inexistente o altamente deficiente de la inmensa mayoría de la población, ausencia de planificación sanitaria, salarios insuficientes, idas y venidas entre gobiernos civiles y militares y de la destrucción de sus culturas. Latinoamérica permanece detenida en el tiempo solo para que unos pocos privilegiados gocen hasta el hartazgo de los placeres del consumismo”.
Favaloro no se quedó en la denuncia o en la indignación. En otra de sus obras ¿Conoce usted a San Martín? (1986) había resaltado “Recordemos siempre el renunciamiento de San Martín. Tengámoslo presente, pues en algún momento de la vida, grande o pequeño, según sea nuestra responsabilidad individual o social, tendremos que hacerlo y, como el Libertador, hagámoslo en silencio”.
Al momento de escribir esas ideas, Favaloro ya las había plasmado largamente en la realidad. Su renuncia a la Cleveland Clinic, en el zenit de su carrera, y dejando de lado la posibilidad de ganar formidables sumas de dinero dan cuenta de ello. Lo hizo en silencio, solo decidió escribir una carta de renuncia, cargada de contenido social decidido a dedicar el último tercio de su vida a levantar un Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular en Buenos Aires, para formar nuevas profesionales, atender a todos por igual, sin distinciones, como ya lo había hecho en su querido Jacinto Arauz.
El bicentenario de la entrevista de Guayaquil se confunde con un nuevo aniversario del natalicio (12 de julio de 1923) del Dr. René Favaloro y con su paso a la inmortalidad (29 de julio de 2000). Sirva entonces esta pequeña y humilde evocación para honrar a los libertadores de medio continente, poniendo en acciones, como hizo Favaloro, el llamado a contribuir y luchar para que el sueño de los dos grandes americanos se vea realizado.