El Colegio de Psicólogos de Ontario, Canadá, viene intentando censurar a su influyente asociado desde 2018. Él fue a la justicia, pero el tribunal falló en favor de su reeducación.
Cuando la actriz Ellen Page declaró ser una persona trans de género no binario y pidió ser llamada Elliot, el psicólogo Jordan Peterson opinó en Twitter (hoy X), sobre la doble mastectomía a la que se sometió la joven: “Ellen ha perdido sus senos a manos de un médico criminal”.
Por ese posteo, Twitter le cerró la cuenta. Actualmente la ha recuperado y también a sus seguidores que ya ascienden a 5 millones.
La doctrina de género no puede ser contradicha en público. Hay una policía del pensamiento y de la palabra que vigila y castiga al que se sale del molde.
Pero además, desde 2018, Jordan Peterson venía siendo cuestionado y perseguido por un Colegio de Psicólogos de Ontario evidentemente cooptado por la ideología transgénero. Según este organismo, las “declaraciones públicas” de Peterson podían “tener consecuencias negativas” para pacientes que estaban siendo tratados por “especialistas”, en referencia a las personas que estaban haciendo una transición de género.
El Comité de Investigaciones, Quejas e Informes del Colegio de Psicólogos dictaminó que los tuits de Peterson eran “vergonzosos, deshonrosos y/o poco profesionales”. Lo condenaron a seguir un curso de “reeducación” en el cual aprendería a expresarse correctamente en redes.
No se trataba de un cuestionamiento a su práctica profesional como psicólogo clínico -respecto de la cual no ha habido quejas ni reclamos de pacientes-, que sería la competencia del Colegio profesional, sino a su libertad de expresarse en redes.
Jordan Peterson se negó a asistir al curso y apeló a la justicia civil para preguntar si el colegio podía sancionarlo por sus opiniones expresadas fuera del ámbito laboral y sobre un tema de debate público.
También le escribió una carta abierta al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, acusándolo de haber instalado una tiranía woke.
En agosto de 2023, el Tribunal Divisional de Ontario falló a favor del Colegio argumentando que éste podía “limitar su libertad de expresión”, porque “al incorporarse a una profesión regulada”, las personas “asumen obligaciones y deben respetar las normas de su organismo regulador”.
Peterson apeló la sentencia, pero ahora un tribunal de apelaciones desestimó su recurso, confirmando el derecho del Colegio a sancionarlo por sus expresiones en público. Aun así, todo indica que Jordan Peterson seguirá batallando contra quienes quieren doblegarlo y adoctrinarlo. En su cuenta de Twitter, escribió: “Un tribunal superior de Canadá ha dictaminado que el Colegio de Psicólogos de Ontario tiene derecho a sentenciarme a un campo de reeducación. No hay otras vías legales abiertas para mí en este momento”.
Y añadió: “Es capitular ante los pequeños burócratas y la turba confundida, o perder mi licencia de profesional”.
Peterson tiene suficientes ingresos como escritor y conferencista y por lo tanto puede prescindir de sus honorarios como psicólogo pero que un profesional se vea impedido de trabajar por sus opiniones es un hecho cuya gravedad es difícil de exagerar. Sin embargo, lentamente nos estamos acostumbrando a este clima macartista, a que la corrección política sea una vía de ascenso para mediocres mientras que una mente brillante puede ser “cancelada” por no encajar en los cánones progresistas.
Otro canadiense, el sociólogo y ensayista Mathieu Bock-Côté, asegura que el movimiento woke pretende reeducar a todos, a fuerza de censura, amenaza, multas y hasta cárcel. En Canadá, un padre que se negaba a llamar a su hija adolescente con un nombre de varón fue procesado y encarcelado. La ejemplaridad de los castigos funciona como disuasivo para cualquier otro que quiera rebelarse e ir contra la corriente.
Peterson es un muy popular divulgador. Su canal de videos tiene 7 millones de suscriptores. Su delito es no ser un ultra progresista rendido a la ideología de género.
Parece increíble que se le quiera imponer a la fuerza a una persona una doctrina. Ya que eso y no otra cosa es la “reeducación”, una medida digna de regímenes abrumadoramente represivos, como los que abundaron en el siglo pasado y que el progresismo supuestamente condena. Regímenes en los que no se admitía ninguna disidencia, se patologizaba el pensamiento crítico y se creaban dispositivos para el formateo de disidentes políticos, pero también de díscolos, inadaptados, adictos, homosexuales, soñadores, curiosos… En concreto, para doblegar a todo el que osara pensar por sí mismo.
En el pasado, esa reeducación se hacía en campos de trabajo forzado; el gulag era el destino de los disidentes.
Hoy, los métodos han cambiado pero también los inspira el autoritarismo. Se pretende imponer una neolengua, negar la biología (el sexo se asigna al nacer) y declarar la guerra a un patriarcado inexistente. El objetor de conciencia es cancelado, expulsado, censurado. O reeducado.
El caso Peterson es un ejemplo más de este viraje estalinista de muchos ambientes públicos en occidente: universidades, colegios profesionales, medios…
La resistencia de este psicólogo canadiense a los movimientos woke y a la ideología queer le resulta intolerable al sistema. Peterson es un claro detractor de lo políticamente correcto. Sus críticas apuntan sobre todo al ultra feminismo actual, a la teoría crítica de la raza (o nuevo antirracismo) y al catastrofismo ambientalista. Sostiene que en la actualidad hay una “reacción violenta contra la masculinidad” y que “el espíritu masculino está siendo atacado”.
Por este descaro ya ha sido objeto de varias cancelaciones. El hecho de ser uno de los intelectuales en lengua inglesa más influyentes del mundo, autor del best seller 12 reglas para vivir: un antídoto al caos, 7 millones de ejemplares vendidos en más de 40 idiomas, no lo salva del embate identitario.
Peterson viene denunciando hace tiempo el creciente clima “orwelliano” en Canadá, que sus colegas y los jueces de Ontario no han hecho sino confirmar: lo condenan por delito de pensamiento. “El problema con cada una de las cosas por las que he sido condenado a reeducación -alega- es que políticamente no son suficientemente izquierdistas. Simplemente, soy demasiado liberal, o, lo que es aún más imperdonable, conservador”.
“Los fascistas al menos te lo dicen de frente: no tienes derecho a hablar”, agrega, en contraste con la hipocresía de jueces que restringen su libertad de expresión pero no quieren admitirlo.
“Me temo que soy incorregible”, había dicho Peterson, al recibir la “sentencia” del Colegio de Psicólogos de Ontario.
Ahora, ante la confirmación de ese castigo por la justicia canadiense, escribió: “Recordad mis palabras: la guerra acaba de comenzar. No hay nada que podáis quitarme que no esté dispuesto a perder. Así que tened cuidado. En serio. Quedáis advertidos”.
La lucha continúa.
Por: Claudia Peiró