En el año 2000 un matrimonio amigo le propuso a Alejandro Patrón Costas (76) y a su mujer María Mercedes Luque (73) construir el primer hotel de Purmamarca. En ese momento la gente se hospedaba en casas de familia que recibían turistas.
Lo primero que hizo Alejandro fue contratar una persona que le hiciera un estudio de factibilidad del proyecto. “Dije buenísimo, pero hay que ver un poco de número, proyectar las cosas. Yo tenía claro que en el Norte la gente llega a la ciudad de Salta y de ahí hay dos destinos: Cafayate y la Quebrada. Contraté a alguien que me asesorara y los números no eran nada extraordinarios”, se sincera Alejandro. Es que aquel estudio arrojó un promedio de 8% de ocupación para el primer año y un máximo de 35% de ocupación en el quinto año. Siempre positivos Alejandro y María Mercedes decidieron que iban a formar parte de la sociedad. “Por ahí la cosa cambia” pensaron.
Máxima en su visita al hotel El Manantial del Silencio.
Pusieron plata para comprar el terreno, contrataron al reconocido arquitecto de la ciudad de Salta, Mariano Sepúlveda. “En un año lo terminamos, se inauguró en el 2001, el primer año de ocupación fue del 38%, ¡lo que pensamos que iba a ser el quinto año! El segundo año estábamos en el 80% de ocupación, era tal el requerimiento que decidimos ampliarlo con la utilidad del primer año, no pusimos un peso más. De 12 cuartos lo llevamos a 20 cuartos”. El hotel siguió creciendo con el transcurso de los años.
Tres veces se alojaron Máxima y Guillermo en el hotel El Manantial del Silencio, y una vez lo hizo la reina Beatriz de Holanda. “Me acuerdo de que antes de que llegara la reina Madre fue todo el servicio de seguridad a mirar cómo eran las cosas y se le preguntó qué necesitaba ella en especial. Lo único que pidió fue una plancha para tener en su cuarto. Máxima y Guillermo dijeron que no querían nada o creo que jugo de pomelo pidieron. Y aclararon que querían comer en el comedor con toda la gente. Son personas macanudas, muy simples, son excelentes, gente muy común”, cuenta María Mercedes que tuvo el honor de recibirlos en su hotel.
También contaron con la visita de grandes empresarios, del gobierno de la provincia, nacional, como Mauricio Macri, Marcelo Tinelli, Susana Giménez, entre otros. “Nosotros no vamos cuando van los huéspedes porque no nos van a visitar a nosotros, van a visitar Purmamarca, pero los empleados se divierten con las anécdotas. Sí fuimos la primera vez que vinieron Máxima y Guillermo que en ese momento eran príncipes de Holanda. Fuimos los cuatro socios y les preguntamos si querían que nos quedáramos, pero dijeron que no era necesario así que nos volvimos”, cuenta María Mercedes. “Otra vez fue Máxima sola con otros holandeses porque ella tiene una fundación que apoya los microcréditos en Tilcara para emprendimientos, fui con mi socia a recibirla y nos sacamos una foto, pero después nos volvimos para Salta”, agrega.
El secreto para mantener con éxito el hotel es poner especial atención a la calidad: “Nosotros siempre buscamos la calidad para la excelencia, por eso hacemos foco en las sábanas, los colchones, todo lo relacionado con el buen dormir, lo mismo los baños, los elementos del comedor. Siempre apuntando a un segmento ABC 1, es algo primordial y lo tratamos de esa manera, con mucho esfuerzo porque cuesta”, coinciden ambos.
En ese sentido si bien la pandemia fue dura, este año han podido empezar a recuperarse ya que el segmento de clientes que reciben es el del turista que le gusta viajar mucho y al exterior. Al no poder hacerlo por la pandemia se han dedicado a conocer nuestro país, pero explica Alejandro que eso no ha beneficiado necesariamente a todos los hoteles de la zona. “Ciertos sectores todavía lo están sufriendo y son fundamentalmente los hoteles que están en las ciudades porque el turista -que ha estado encerrado en un departamento en la ciudad- cuando sale quiere ir a ver la naturaleza o estar al aire libre, no estar en la ciudad”.
Alejandro y María Mercedes se conocieron en la kermesse de un colegio cuando tenían 14 y 16 años. Ella cordobesa, pero de madre salteña, pasaba sus vacaciones de verano e invierno en el norte de nuestro país. Cuando terminaron el colegio ella se quedó en Córdoba mientras él fue a Buenos Aires para estudiar Ingeniería. “Tuvimos 6 hijos y tenemos 23 nietos, sobrevivimos a muchas cosas lindas, otras no tanto pero todos siempre muy unidos y mirando para adelante y para arriba, porque Tata Dios nos ayudó mucho”, asegura María Mercedes.
Alejandro trabajó en la actividad agroindustrial durante 24 años, en el año `96 se dedicó con sus padres y hermanos a reciclar una casa neocolonial de su padre y transformarla en un hotel boutique, fue el primero en el noroeste argentino. Allí empezaría, sin saberlo, un nuevo rumbo en su vida hotelera.
Llevar a cabo el proyecto del hotel El Manantial del Silencio no fue fácil “teníamos que llevar todo, fue titánico. El Manantial se hizo prácticamente todo de adobe, a partir de un piletón enorme de agua, barro y paja y de ahí salieron los adobes para hacer todo el hotel. Se hizo con la tierra de ahí, del lugar; los techos con su caña finita puesta toda parejita. Hay mucho sentimiento y emociones dentro de esas paredes. La decoración es muy simple, refleja una austeridad con buen gusto. El arquitecto Mariano Sepúlveda pensaba a lo grande y tenía mucha imaginación”, cuenta el matrimonio Patrón Costas.
Hoy hay como 50 sitios de hospedaje entre hoteles, cabañas y hosterías, pero el de ellos tiene el terreno más grande lo que les da la posibilidad de hacer eventos corporativos y casamientos. Incluso diez años después pudieron sumar un spa: “Fue una pegada porque la gente cuando llega ahí va buscando relax, si bien hace turismo cuando llega la tarde quieren relajarse”, dice María Mercedes.
Ambos coinciden en que lo que ayudó mucho al crecimiento fue el restaurante, “tuvimos la suerte de contratar a un chef de Buenos Aires que se casó con una jujeña y se radicó en Jujuy. Desde que empezamos el hotel que está con nosotros el chef Sergio Latorre, él fue el primero que hizo la fusión de la comida andina con la gourmet, se hizo muy conocido y el resultado fue extraordinario”.
Cinco años después Alejandro y María Mercedes pusieron otro hotel boutique en Cachi (Salta) que funciona muy bien y lo maneja Diego, el tercero de sus hijos.
Ambos matrimonios combinan el ser amigos, socios y ahora consuegros. ¿Cómo se logra todo esto sin romper el vínculo? “Cada uno sabe cómo es el otro y nos respetamos muchísimo. Hicimos una sociedad anónima donde hay un directorio que se renueva cada tres años, el presidente del directorio es el que maneja el hotel durante ese periodo de tiempo, es el responsable y el que tiene la última palabra y su palabra se respeta. Por supuesto que el resto puede dar opiniones de lo que se puede mejorar, pero de esta forma hemos tenido un resultado excelente”, explica Alejandro que ocupa el cargo de presidente en este momento. Ambos coinciden en que el respeto es la base de la sociedad que tienen con sus amigos.
Alejandro y María Mercedes dicen que el personal del hotel y Matías, el gerente, merecen una mención aparte: “Corren de un lado para el otro, en los hoteles pasa de todo. Nos vienen acompañando la mayoría desde el principio, es gente muy buena y fiel con nosotros. En el libro de ingresos algunos podrán quejarse de algo del hotel, pero del personal son todos elogios. Cuando fue la cuarentena el año pasado le escribí a cada uno en particular para ver cómo estaban, y todos, sin excepción, estudiaron algo, incluso me mandaron el certificado como técnico electricista, por ejemplo, todos le sacaron provecho a ese tiempo inválido que tuvieron, ¿Cómo no vas a ponderar a esa gente?”, dice ella con orgullo y emoción.
Alejandro, María Mercedes, y sus socios no solo ponen todo su amor al hotel, sino que son conscientes de lo que importa es la mirada del huésped: “Está la carta del tipo que salió enamorado y el mensaje del que le pareció todo un horror desde que entró hasta que salió. La carta linda sirve de estímulo, pero de la carta que todo le pareció tremendo tenemos que sacar algo porque en algo tiene razón”. Tal vez ese sea el secreto para su reconocido hotel norteño: que siempre priorizan el respeto hacia el otro, y eso nos dice todo de ellos.
Verónica De Martini (La Nación)
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