Un equipo de astrónomos detectó lo que podría ser el indicio más sólido de vida fuera del sistema solar: señales químicas en la atmósfera del exoplaneta K2-18b, ubicado a unos 120 años luz de la Tierra.
Por Carl Zimmer | The New York Times
Utilizando el telescopio espacial James Webb, los investigadores encontraron rastros de sulfuro de dimetilo, una molécula que en la Tierra solo es producida por organismos vivos, como ciertas algas marinas. El hallazgo fue publicado en la revista Astrophysical Journal Letters y plantea nuevas posibilidades en la búsqueda de vida en el universo.
“Es la primera vez que la humanidad detecta posibles biofirmas en un planeta potencialmente habitable”, sostuvo Nikku Madhusudhan, astrónomo de la Universidad de Cambridge y autor principal del estudio.
¿Un planeta con océanos cálidos?
K2-18b fue descubierto en 2017 por astrónomos canadienses. Se trata de un planeta subneptuno, categoría intermedia entre los planetas rocosos como la Tierra y los gigantes gaseosos como Neptuno.
En 2021, el equipo de Madhusudhan propuso que algunos subneptunos, incluyendo K2-18b, podrían ser «planetas hicéanos»: mundos cubiertos por océanos de agua caliente y envueltos en atmósferas ricas en hidrógeno y metano. El término proviene de la combinación de «hidrógeno» y «océano».
Gracias al telescopio James Webb, los científicos pudieron analizar la luz que atraviesa la atmósfera del planeta cuando este pasa frente a su estrella. Este método permite detectar la presencia de ciertos gases según cómo modifican la luz estelar.
Un hallazgo que sorprende
En 2023, el equipo había identificado señales débiles de sulfuro de dimetilo. Pero en una segunda observación más reciente, la señal fue mucho más clara, incluso acompañada por disulfuro de dimetilo, otro compuesto de potencial interés biológico.
“Pasamos mucho tiempo intentando descartar la señal. Pero seguía ahí, firme”, comentó Madhusudhan.
Los niveles de sulfuro de dimetilo detectados en la atmósfera de K2-18b serían miles de veces superiores a los que se encuentran en la Tierra, lo que abre la posibilidad de que exista vida microscópica en sus océanos, si realmente existen.
Cautela en la comunidad científica
A pesar del entusiasmo, la comunidad científica recomienda prudencia.
“Es un indicio interesante, pero no podemos concluir que K2-18b sea habitable”, señaló Stephen Schmidt, científico planetario de la Universidad Johns Hopkins.
Otros expertos advierten que el planeta podría no ser tan amigable como parece. Según un estudio reciente, podría tratarse de un mundo rocoso con un océano de magma y una atmósfera densa y tóxica, poco propicia para la vida tal como la conocemos.
También falta investigar cómo se comporta el sulfuro de dimetilo en condiciones distintas a las terrestres, y realizar experimentos de laboratorio que simulen el ambiente de los subneptunos.
“Apenas estamos empezando a comprender estos mundos exóticos”, afirmó Matthew Nixon, de la Universidad de Maryland.
Futuro prometedor (si hay recursos)
El telescopio Webb continuará monitoreando K2-18b, y la NASA ya proyecta misiones con instrumentos más potentes para detectar biofirmas en exoplanetas. Sin embargo, algunos investigadores temen que recortes presupuestarios en EE.UU. frenen el avance.
“Si el gobierno reduce el financiamiento, la búsqueda de vida extraterrestre podría quedar en pausa”, advirtió Joshua Krissansen-Totton, astrobiólogo de la Universidad de Washington.
Mientras tanto, el debate sigue abierto. Y aunque no hay certezas, el hallazgo en K2-18b da nuevos motivos para mirar al cielo con curiosidad.
“No estoy gritando ‘¡extraterrestres!’, pero siempre me reservo el derecho a hacerlo”, bromeó Nikole Lewis, científica de la Universidad de Cornell.