La inflación, el congelamiento del valor de las prácticas y el aumento de los elementos de bioseguridad para atender a los pacientes durante la pandemia son clave para volver al consultorio particular.
El doctor Miguel Castro Ríos tomó la decisión de manera abrupta. Hace tiempo que consideraba que las prepagas no pagaban lo correspondiente, pero el año pasado, cuando la capacidad de compra de sus prestaciones cayó en picada, la sensación de malestar salarial se intensificó. “Con una consulta no llegaba a comprarme ni un kilo de helado”, manifiesta el médico clínico y hematólogo, que a mediados de 2020 decidió abandonar todas las coberturas médicas con las que trabajaba y a atender únicamente de manera particular.
Desde que empezó la pandemia, la conjunción del congelamiento de los honorarios, el aumento de la inflación y el costo de los insumos de bioseguridad –muchas compañías no los cubren– es el motor que incentiva a muchos médicos a dejar de manera parcial o total las cartillas de las obras sociales y las prepagas, para dedicarse a la atención de pacientes privados.
Por cada paciente que recibe en su consultorio, un médico que atiende por medio de una cobertura gana entre $230 y $600, según la empresa y el plan médico del paciente, mientras que uno que lo hace de forma privada cobra entre $2500 y $4000, dependiendo del renombre del profesional y de su especialidad.
De acuerdo con la información de la Cámara de Entidades de Medicina Privada (Cempra), los honorarios que pagan las coberturas médicas por cada consulta, estudio e intervención quirúrgica aumentaron un 15% durante el año pasado, mientras que la inflación, según cifras del Indec, trepó al 36%. Hoy, destacan los profesionales consultados, la retribución que se obtiene al realizar 8 o 9 consultas por el sistema privado equivale a la de una consulta particular.
Según un cirujano maxilofacial que atiende en un consultorio de la Capital y prefirió mantener el anonimato, en sus 55 años de carrera profesional su salario nunca sufrió una pérdida de capacidad de compra tan abrupta como la actual.
“Hice el cálculo y desde que empezó la pandemia mis honorarios perdieron un 45% de su valor real”, asegura. Más allá de la inflación, el especialista destaca otro factor que empeora aún más la situación económica de los médicos que dan prestaciones: la morosidad en el pago por parte del sistema privado, que en algunos casos supera los tres meses.
“Es muy cansador trabajar en estas condiciones. Empecé a dejar de trabajar con coberturas en agosto pasado, cuando me dí cuenta que estaba perdiendo plata. La mayoría de las prestaciones eran de 300 pesos”, manifiesta el profesional. Actualmente mantiene unas pocas consultas por sistemas prepagos y atiende a la mayoría de sus pacientes de manera particular.
Según Jorge Piva director ejecutivo de Medifé y vicepresidente de la Unión Argentina de Entidades de Salud (UAS), el congelamiento de los honorarios responde al de las cuotas de las obras sociales y prepagas. Estas últimas deben obtener permiso del Gobierno para incrementar el arancel. “El año pasado, consiguieron un 10% de aumento. Cadena para abajo, esto genera que las prepagas no mejoren los salarios de los profesionales”, explica.
El Gobierno autorizó ayer un aumento en las cuotas de las empresas de medicina privada de un 4,5% para abril y un 5,5% en mayo; en total suma un 10%. Según lo explicitado en la resolución de esa medida, las nuevas subas deben destinarse en su totalidad al incremento de los valores retributivos de las prestaciones. Sin embargo, según destaca Ricardo Lilloy, presidente de la Cempra, incluso con el nuevo 10%, estos honorarios seguirán estando muy por debajo de la inflación.
Los afiliados de coberturas médicas sufren uno de los principales efectos colaterales del achicamiento de las cartillas: la dificultad de conseguir turno.
“Tenemos todos los turnos tomados de acá a dos meses. Estamos viviendo un aumento de la demanda muy fuerte”, afirma Alejandro Andersson, neurólogo y director médico del Instituto de Neurología de Buenos Aires (INBA).
Según el profesional, este incremento tiene una principal explicación: mientras el INBA continúa atendiendo a los pacientes a través de prepagas y coberturas sociales, en el último año una gran cantidad de neurólogos ha abandonado las cartillas, hecho que achica la oferta, explica.
“A pesar de que estamos con mucho trabajo, no sabemos por cuánto tiempo más vamos a poder mantener la atención por coberturas médicas. Si nuestros honorarios no mejoran, en un futuro vamos a tener que dejarlas”, señala Andersson.
“Los que tenemos consultorio privado preferimos atender unos pocos pacientes particulares y ganar bien, en vez de atender a muchos por prepaga a cambio de pésimos honorarios”, sostiene Iris Rodríguez, médica otorrinolaringóloga especialista en cuerdas vocales, que atiende en el Hospital Italiano y en un consultorio privado.
Para Lilloy, los médicos que abandonan las cartillas son aquellos que tienen la experiencia y el renombre suficiente como para tener garantizada una clientela que acceda a pagar un arancel más elevado. “Muchos de los médicos que tienen cierta fama comienzan a atender solo a los pacientes de los planes más altos de las prepagas o 100% de manera particular. Esta tendencia genera una baja en la calidad de las cartillas”, afirma.
María Nöllmann – La Nación
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