Sociedad

Atrapados por el juego. Un flagelo que crece aceleradamente entre los jóvenes en la Argentina

El fenómeno de las apuestas online entre chicos y adolescentes viene creciendo sin pausa en los últimos años. Pandemia mediante, y debido a la sobreexposición a las pantallas provocada por el aislamiento sanitario, la tendencia se exacerbó.

Por Florencia Vidal. (Revista Acción, Banco Credicoop)

De acuerdo con datos del proyecto de investigación Apostar No Es Un Juego, integrado por equipos interdisciplinarios de profesionales pertenecientes a las universidades de Morón, Hurlingham, Buenos Aires y Lomas de Zamora que llevaron a cabo una encuesta nacional a más de 9.000 jóvenes y adolescentes, el 40% de los chicos apostaba al momento de contestar la indagación o había apostado recientemente. Además, 3 de cada 4 chicos le dedicaban hasta 2 horas diarias y un 30% de los apostadores había experimentado ansiedad o estrés por el hecho de no haber podido realizar una apuesta.​​​​​​​

La preocupación por la ludopatía infantil es tal que, en noviembre de 2024, la Cámara de Diputados le dio media sanción, pese a la oposición de los legisladores de La Libertad Avanza y el PRO, al proyecto que justamente pone límites a la publicidad, promoción y patrocinio de los juegos de azar, de los pronósticos y de las apuestas deportivas online. También prohíbe el auspicio de estas empresas a equipos deportivos e incluso a deportistas de manera individual, así como la colocación de cartelería fija o digital en los campos de juego o estadios.​​​​​​​

​​​​​​​Especialistas, profesores, familiares y también integrantes de Jugadores Anónimos coinciden en diálogo con Acción en que el fenómeno crece a pasos agigantados y entrampa a niños y jóvenes en tiempo récord. «Hoy la mayor demanda de asesoramiento y ayuda la tenemos en los colegios. La carrera de juego de los chicos que apuestan online es mucho más rápida. Después de seis meses de venir apostando, el deterioro es total, porque el celular y la computadora funcionan sin horarios», asegura Miriam B. (59), jugadora compulsiva en recuperación e integrante de Jugadores Anónimos desde hace 18 años. Para la médica psiquiatra Verónica Mora Dubuc, presidenta del Capítulo de Investigación en la Asociación de Psiquiatras de la Argentina y miembro del Capítulo de Juego Patológico de la misma institución, cada vez son más las personas que consultan por problemas con el juego. «En general, las familias tardan en darse cuenta de que esto está pasando, lo hacen tal vez cuando el fenómeno está muy instalado. Por mi experiencia, cuando los padres advierten el comportamiento problemático en relación con el juego online, tal vez pasaron años».

​​​​​​​María Graciela Alegre es docente en el partido de Esteban Echeverría de Política, Derecho y Trabajo ante chicos de entre 16 y 19 años, y le detalla a Acción que fue a partir de 2023 que notó que los adolescentes apostaban durante la clase. «Estoy marcando todo el tiempo el uso del celular en clase y me dicen “pará que ya gano”. Al principio, pensaba que eran videojuegos, pero no, estaban jugando al casino, apostando por equipos de fútbol. Hemos tenido varios casos de chicos que quisieron terminar con su vida por esto; cuando les pregunto a mis alumnos qué pasa si se les va de las manos y se endeudan, me responden: “Ahí te tenés que pegar un corchazo, profe”, es terrible».

​​​​​​​Para quien vive de cerca el flagelo de la ludopatía, sin dudas no se trata de un juego. Tal es el caso de Sol, la mamá de un joven de 23 años que quedó cautivo de las apuestas. «Cuando detecté los primeros signos, mi hijo tenía 21 años. Estábamos saliendo de la pandemia y él empezó casi inocentemente a hacer apuestas deportivas, de fútbol. Todo lo hacía por medio del celular, eran apuestas online. Al principio eran pequeñas sumas de dinero, apostaba los fines de semana y después se fue haciendo cada vez más frecuente, hasta que empezó a pedir préstamos o perdía el sueldo. Mi hijo siempre fue muy sociable, tiene muchos amigos y de pronto se empezó a aislar, se quedaba encerrado en casa jugando con el celular, después se quedó sin trabajo y todo empeoró». Actualmente, Sol integra el grupo de familiares de Jugadores Anónimos y espera que pronto su hijo también forme parte de un grupo de la asociación, para que esté acompañado. «Hay muchas personas afectadas, lo veo cada vez que nos conectamos por videollamada, es un calvario. Al comienzo, lo sostenés porque es tu hijo, porque sentís miedo, vergüenza, terminás siendo codependiente; hace falta regulación –concluye Sol–. Sin dudas, el bombardeo publicitario es constante, hay niños con intentos de suicidio, este flagelo hunde familias».

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