“Hablar puede destrozar más cosas de sus vidas que callar”, dice sobre involucrados y víctimas de los crímenes en esta conversación con Infobae Cultura.
Por: Diego Rojas
Las denuncias de abuso sexual con menores parecen sucederse en la vida de la Iglesia católica. Basta con recordar en Argentina el caso del padre Grassi, los abusos realizados sobre niños sordos por la orden que administraba las escuelas Próvolo o las denuncias que abundan en todo el orbe y, claro, en Latinoamérica. Al parecer, muchas veces en los rigores de la abstinencia sexual planteada por el catolicismo con sus hermanos y sacerdotes se encuentra el sueño de la sinrazón, que también engendra monstruos. Quizás el escritor peruano Santiago Roncagliolo -celebrado por sus novelas Pudor, Abril Rojo o sus crónicas periodísticas como La cuarta espada, sobre Sendero Luminoso, entre otras publicaciones- haya querido dar cuenta de esta tremenda piedra con la que carga la Iglesia a través de su novela Y líbranos del mal, que acaba de publicar editorial Seix Barral (Planeta) en la Argentina, un texto basado en un caso real que conmocionó a Lima y que involucraba este tipo de accionar en una orden laica católica.
–Antes de pasar a conversar sobre el papel de la Iglesia en su novela, quisiera preguntarle por la exposición de la cuestión exasperadamente clasista y de diferenciaciones étnicas en Lima.
–Claro. Apenas yo nací partimos al exilio en México. Yo debo haber vuelto a mediados de los ochenta más o menos, para terminar la primaria. Me encontré con un país en guerra, prácticamente, ¿no? Es ahí cuando empecé a leer porque en realidad era difícil salir a la calle: había apagones, bombas, toques de queda, y toda esa violencia se filtraba también en el colegio. Entonces es cuando empecé a sentir que había más vida en los libros. Ahora, durante el confinamiento, me he acordado mucho de esos inicios, cuando estás encerrado en tu casa y la vida está en los libros, en las series, en la tele, creo que ese es el origen de mi vocación de narrador, hacer por alguien lo que las historias hicieron por mi.
–¿Había algo que se repetía? En México usted habría sido un “güero”, como dicen allá, era un chico blanco.
–Sí, claro. Lo que pasa es que crecimos en ese México con muchos argentinos, uruguayos, chilenos, centroamericanos: era el México de los exiliados.
–¿Y cómo fue su regreso a un Perú diferente en ese sentido?
–Mi novela anterior, La noche de los alfileres, habla de mi colegio, que era un colegio religioso de varones, muy grande, y cómo en medio de toda esa violencia social, también se reproducían los conflictos dentro del colegio
–¿En qué sentido?
–Bueno Perú, es un país muy dividido, donde, además, una cosa que recuerdo, que me impactó cuando fui a Argentina por primera vez es que había rubios pobres, eso dentro de mi geografía no existía, el color de tu piel marcaba con mucho tu clase social, y la sensación de encierro, de que el mundo exterior era violento, creaba una fortaleza alrededor de las clases más blancas, de las clases más altas. Eso hace que no sea casualidad que siempre, que en muchos casos por lo menos, de lo que ví en América Latina, de comunidades religiosas como las de Y líbranos del mal, son grupos de las clases más blancas y las clases más altas, porque ellos ya viven fortificados del mundo exterior, separados por muros, y por barrios, y por policías. Entonces es una secta grande, es dar un paso más hacia una secta más pequeña, que además les da una misión, la de luchar contra ese mundo hostil. Es muy fácil.
–¿Y usted cómo percibía eso, en el sentido de provenir de una familia de izquierda, exiliada -déjeme decirle un prejuicio positivo-, en la que no está tan arraigado ese clasismo? ¿Cómo vivió el encontrarse entonces en el lado de los blancos de las clases privilegiadas, en ese mundo maravilloso preservado de un Perú muy agitado?
–Bueno, yo nunca supe muy bien qué era, ¿no? En mi propia familia había gente muy de izquierda y muy de derecha, entonces cuando la familia iba a empezar a discutir de política nos sacaban a los niños, nos mandaban al parque a jugar futbol y volvíamos una hora después y escuchábamos los gritos desde la puerta y cuando abríamos la puerta ya se habían callado. Mi colegio estaba al borde del límite de la ciudad, del cerro que marcaba el límite de la ciudad, al otro lado del colegio había lo que se llaman villas en Argentina. Existía esta leyenda siempre de que los pobres vendrían un día, cruzarían el cerro y asaltarían la ciudad y era una leyenda que de un modo u otro iba volviendo constantemente, pero a la vez yo tenía ésta formación del otro lado y pronto aprendí que si seguía repitiendo las ideas de mi viejo en el colegio no iba a tener amigos. Crecí en esa frontera y en muchas otras, porque también era un mundo muy machista, también una sociedad con miedo, que es lo que era esta sociedad, una sociedad que se aferra a lo que ve seguro, a los viejos valores, y una sociedad violenta es una sociedad donde se alimenta el machismo. Y yo no era especialmente afeminado pero era lector, que ya era una forma de ser gay dentro de la cabeza del resto del grupo. Y al final del colegio en los últimos años todos los que fuesen raros o diferentes acababan en la biblioteca, porque era el sitio que los matones no sabían que existía, era el único sitio que nunca habían visto. Creo que también tiene que ver con eso ser escritor; un escritor hace como que se pone fuera de las cosas para tratar de darle un sentido al mundo que ve y así amortizo un poco mi sensación, que he terminado por convertirla en mi mejor capital, mi desadaptación.
–La cuestión de este grupo, de esta secta de su novela, ¿tiene una inspiración en algún hecho real o es una investigación que compila diversos casos de este tipo de abusos en la Iglesia?
–Bueno, hubo un caso de una congregación, la congregación del Sodalicio en el Perú, que cuando se hizo público resultó que yo tenía mucha gente que estaba ahí que conocía. El Sodalicio de Vida Cristiana. De un modo u otro, yo conocí a gente que había estado con ellos, contra ellos o investigándolos, y me sorprendió cómo esto podía haber ocurrido durante muchos años y contra mucha gente, muy cerca de mis narices, y nadie había hecho nada, y cómo se había sumergido en el silencio ese horror. ¿Cómo el horror podía ocurrir ahí al lado de todos, sin que nadie se atreviera ni siquiera a nombrarlo, ni siquiera a sugerir que algo así podría estar ocurriendo? Y después me impresionó mucho ver cómo posiblemente mucha gente no sabía el nombre de lo que estaba ocurriendo. Un conocido que estuvo un tiempo ahí, luego dejó la congregación por otras razones e hizo su vida, tuvo una pareja y le dijo “te voy a enseñar un yoga, un ejercicio espiritual que conozco” y luego de un rato su pareja le decía: “Oye, eso no es yoga, eso es sexo” y ya entonces tuvieron un nombre para lo que había ocurrido. Se les había prohibido incluso nombrar lo ocurrido, a tal punto que no lo sabían, podían vivirlo sin saberlo, y esto es lo que hace una secta; controlar a quién ves, controlar cuál es tu versión de las cosas sin pedirte que veas a nadie más hasta que no tengas dudas, no tengas dudas porque no puedes tenerlas, porque nadie te deja dudar.
–Es interesante porque los hechos sobrevuelan todo el texto, toda la narración, pero no hay escenas directas de ese abuso.
–Bueno, yo he tratado un tema muy escabroso, no quería ser… Primero no quería ser amarillista y, segundo, no quería parecer celebratorio, sabes lo que digo, el regodeo de la imagen. Me pareció un momento que había que evitar, me interesaban más bien todas las emociones que están pasando detrás y que justamente al ser una historia sobre el silencio el lector entienda todo lo que no estás contando, todo lo que no le dices, todo lo que está ocurriendo detrás de las puertas, todo lo que está ocurriendo en la cabeza de los personajes mientras hablan y la mayoría entiende lo mismo, no necesitan que les digas nada, lo leen y se acercan a la historia, pero también al misterio de la historia. Porque, al final, Jimmy nunca ve la bestia por entero, porque él mismo no podía verla, no era honesto. Asumí un punto de vista que no era el de Sebastián, no era honesto asumir el punto de vista de Furiase, pero sí era honesto asumir el de James, mi acercamiento a la historia era más parecido a James, que va viendo el monstruo por pedacitos, un personaje le abre una ventanita, otro le muestra una rendijita por la que va reconstruyendo a pedazos lo que hay ahí.
Bien, es tiempo de contar al lector de esta nota una breve sinopsis de la novela. James -Jimmy- es hijo de Sebastián, administrador de una congregación católica en Brooklyn, y de su mujer, que no es peruana, pero sí latina, sin que se den mayores pistas de la conformación de esa familia en Estados Unidos. Siempre existe ese silencio sobre el pasado, los orígenes, un Perú difuminado por lo que se calla. Cuando Mama Tita llama a su hijo Sebastián diciendo que está enferma, su nieto Jimmy decide ir a cuidarla a Lima. Allí va conociendo accidentalmente, primero, y por propia voluntad, después, la historia que rodeó a su padre en una congregación cristiana fundada por Gabriel Furiase, un laico no consagrado como sacerdote pero de gran ascendencia sobre sus seguidores, todos de sectores elevados de la sociedad peruana, todos blancos también. Poco a poco, James descubre la historia de una secta en la que los abusos de menores, las tendencias fascistizantes y el secreto habían sido el marco de formación de su padre y, tal vez, también de él mismo.
–En cierto punto Jimmy se convierte en una especie inesperada de detective, que va descubriendo cosas que lo animan a seguir adelante en la investigación, pero no es algo que se haya propuesto en un principio. Es un detective accidental.
–Claro, y a diferencia del detective que está investigando por trabajo, su vida va a cambiar. A mí me interesan mucho las historias de padres e hijos, porque el pasado de tu padre, incluso su propio pasado que quiere borrar, también es el pasado de su hijo. De alguna manera el hijo también es dueño de esa historia, y también está determinado por ella, puede saberla o no saberla, pero no deja de estar determinado por ella, y Jimmy está en un momento que tiene que ser adulto y algo le falta, está coja su adultez, no termina de poder decidir una vida ya sea sexual, profesional, ni adulta en general porque le falta una parte que su padre le ha escamoteado pensando que es su historia, de su padre, pero también es la de Jimmy y él tiene que recuperarla y solo entonces sabrá quién es él por entero.
–Pero se enfrenta todo el tiempo con los silencios, el de su padre, el silencio de la abuela, el silencio de todos, ¿no?
–Me gusta mucho cómo cada uno lleva las cosas, porque además es como Sebastián y Mama Tita llevan los secretos, porque soy inmigrante también y lo he visto en casos menos graves, pero lo he visto ocurrir de distintas maneras en mi vida: los inmigrantes podemos remendar nuestro pasado. Cuando voy a Lima, yo cuento las historias de mi infancia y me madre me escucha y dice: “Qué cosa, eso no pasó” y luego cuenta ella la historia y es una mierda lo que cuenta, mi historia es mucho mejor, porque he estado tan lejos que puedo mejorarla y no tiene consecuencias. Eso es lo que quiere hacer Sebastián, poner tierra de por medio, fingir que toda su historia no ocurrió, desaparecerla, y Mama Tita en cambio es la que se queda con todos los secretos en su país, la que tiene que cargar con esas cosas que no hizo ella pero que la involucran. Vive en una cristalería donde hay un elefante paseando, tratando de que no se estrellen los vasos y los platos contra el suelo, pero es que hay un elefante y ese elefante cuando llega Jimmy sacude todos esos platos. Pero qué puede hacer, esas cosas que vivió su hijo no solo discuten a la congregación donde vivió, sino al colegio que lo puso en manos de esa congregación y, por lo tanto, a la familia que lo puso en ese colegio. Creo que la clave del silencio en estos casos, y me refiero a la vida real, ha sido que el silencio comprometía a todos los involucrados, así que había un pacto de silencio que iba más allá de los hechos concretos que cuestionaba a todo un grupo de la sociedad, y el silencio los protege. El silencio les impide a ellos mismos hablar porque les puede resultar más caro que el silencio, hablar puede destrozar más cosas de sus vidas que callar.
–Claro, es como la anagnórisis ¿no?, ese momento en el que el héroe de la tragedia conoce su destino, la misión, una misión.
–Sí y descubre ese momento en un momento de silencio, porque lo descubre estando con su padre y dándose cuenta de que él tampoco puede hablar, él está ahí, lo está sospechando, lo está investigando pero no sabe qué palabras usar. Ahora ya necesita saber más, para poder hablar necesita herramientas que no tiene, palabras que no tiene, conceptos que nadie le ha sembrado, y no va a poder tener ese enfrentamiento con su padre hasta que los tenga. Mi padre y yo los últimos años de su vida hubo muchas cosas de las que decidimos no hablar, digamos, eran los últimos años, sabíamos que serían los últimos años y que mejor nos disfrutábamos, que fuese lo que fuese nos perdonábamos, pero a él, a Jimmy, ese silencio solo logra hacerle dar cuenta de que necesita todo eso, necesita que se lo digan y no sabe cómo pedirlo, así que tiene que volver y llegar hacia el final de la historia.
–Bueno, en cierta medida esto también, digo sin spoilear, pero hay un reencuentro…
–Hay una llamada. Es parte del efecto, me encanta el género de suspenso y de terror, aunque me interesa para explorar la psicología de los personajes, realmente el MacGuffin (N. de R.: recurso acuñado por Hitchcok por un elemento de suspenso que hace rodar la trama, pero sin importancia en sí mismo) no me interesa mucho, porque… Sabes, las películas de terror que estás esperando todo el tiempo que aparezca el monstruo, y aparece el monstruo y a partir de ese momento la película ya no sirve para nada, ya es aburrida, es mala, porque lo que te ha sostenido es esperar. Si cuando pensaba en este final, pensaba: no se puede traer esa conversación sin que se vea al monstruo sin que el monstruo salga de su guarida, y resulta que es solo un espantajo, el monstruo es potente porque está en tu imaginación, en la del lector también, porque él está inventando al monstruo sobre estos silencios. Cada lector acomoda el monstruo a su medida y es interesante en los feedbacks que me hacen los lectores cómo han llenado esos espacios. Uno por ejemplo me dijo, y me llamó mucho la atención que en su lectura, lo que encuentra Jimmy al final es una historia de amor, una historia de amor que en cualquier otro lugar podría haber sido normal, incluso relevante para sus protagonistas, pero que ocurre en el infierno y todo explota por ella. Yo no me había dado cuenta pero, en efecto, es una interesante interpretación. Lo fascinante es que los lectores a veces llenan también tus propios silencios, también te hacen darte cuenta de cosas que tú como autor no habías detectado y que eran posibilidades de lo que has creado.
–Claro, además está la tesis de Piglia sobre los dos relatos en un cuento, uno en la superficie, otro oculto. O el famoso iceberg de Hemingway.
–Claro, a mí me encanta ese recurso y lo he usado en otros libros, pero esta vez también retrataba el acceso real que yo tenía a una historia parecida, y en ese sentido era honesto conmigo, podía escribir una historia desde un punto de vista con el que me sintiese cómodo. Descubrí en algún momento que uno de los depredadores más brutales de la comunidad escapó del país, antes de que todo se hiciera público y tuvo un hijo, y yo me preguntaba: ¿ese hijo sabe? Al final, él es un producto de lo que ha ocurrido, y obviamente no iba ir a preguntarle a ese chico eso, pero esa idea me daba un punto de vista que yo podía hacer mío y que me permitía acercarme a la historia de una manera que no me obligase a…, páginas de desagradables descripciones o tampoco a asumir una omnisciencia que yo mismo no tenía. Yo conocía puntas del iceberg y la novela es una novela llena de puntos del iceberg.
–Sí, por ejemplo es muy notorio que uno no sabe cómo llega Sebastián a Estados Unidos, se casa, tiene un hijo, está ahí… Es una nebulosa qué pasó y es un recurso muy válido porque le agrega una cuota de más de tensión a la narración
–La religión también tiene esa tensión de lo desconocido, nos asusta lo desconocido, al ser la religión un relato para tratar con lo desconocido, con lo trascendente, con la muerte, siempre da material para historias inquietantes.
–Usted sabe que la Argentina es un país con varios casos de sacerdotes violadores y, en algunas oportunidades, también con la participación de monjas.
–En la Colonia, la Inquisición, por lo menos la Inquisición peruana, la mayoría de sus casos eran de lo que llamaban solicitaciones, que era investigar y perseguir a los curas que tenían sexo con las mujeres en el confesionario y tengo la impresión de que su esfera de acción se fue reduciendo hasta los colegios y toda esa libido se fue reconduciendo hacia donde se recondujo cuando ya no tenían el control sobre las mujeres que tuvieron.
–Santiago, usted también escribió acerca de Sendero Luminoso en una investigación periodística, otro género, pero al leer pensaba que esta novela tiene paralelo con esta otra comunidad cerrada, ¿no?
–Son sectas, y además su modus operandi es el mismo, captan adolescentes que necesitan un padre y un sentido y que sienten que el mundo los amenaza y que ellos tienen que luchar contra él, y muchas veces con modelos paternos disueltos o lejanos. En ambos casos el mal nace, que es una de las contradicciones que me parecen más interesantes, también una constante en mi trabajo, el mal nace de la necesidad de amor, es una enfermedad del amor.
–Está bien, tienen este paralelo, sin embargo, unos están por el orden conservador de la Iglesia y otros, supuestamente, están por la revolución, que sería la transformación de todo. ¿Cómo se explican estos vasos comunicantes?
–Yo creo que se explican se explican por el siglo XX. Una cosa generó la otra, el catolicismo, la teología de la liberación, el catolicismo de la opción por los pobres, creó en sectores de la Iglesia la sensación de ser amenazados, la sensación que yo tenía en el colegio de que los pobres van a subir el cerro y van a asaltarnos, y esto dio combustible a grupos ultraconservadores que, en el caso del grupo de la novela, se inspiran en la Falange española, directamente se inspiran en Primo de Rivera y en la lucha anticomunista, pero por supuesto ver a Sendero Luminoso los hacía sentir que estaban en lo cierto, que estaban librando la lucha del fin del mundo. Y, viceversa, a Sendero Luminoso la sensación de que esta clase es capaz de lo peor y de protegerse en el silencio para no decirlo le alimenta la idea de que hay que luchar contra ellos. Son los dos productos de la Guerra Fría, la sensación militar de ambos es un producto de la Guerra Fría.
–Ahora probablemente asuma en Perú un maestro indígena. Bueno, Perú ya tuvo también mandatarios orígenes étnicos originarios, como Alejandro Toledo
–No, no, ¡Toledo venía del Banco mundial! Tenía la pinta pero no era.
–Era un burgués con sangre india, pero bueno pareciera ser que ahora va a gobernar un maestro que viene también de los sectores campesinos. Esta sociedad clasista, digamos dividida también por la piel, sigue existiendo en Perú. ¿Está cambiando eso?
–No, de hecho está enfrentada, de hecho eso representan justamente las dos candidaturas, es un país dividido con una extrema derecha que está tratando de ignorar un resultado electoral, como hizo Donald Trump. Quiere demorar burocráticamente la proclamación para crear más zozobra contra un tipo que en efecto crea zozobra, esto sería más difícil de hacer si el candidato fuese capaz de salir al país a hablarle, a presentarse como un presidente para todos los peruanos y plantear alianzas. Castillo también ha fomentado la oscuridad, se produce el terror y Keiko es una maestra del terror, de aterrorizar a la sociedad con un fantasma, pero es un fantasma que Castillo está dejando volar, yo no temo mucho ni a la dictadura fujimorista ni a la dictadura chavista, pero temo que estos dos lados se van a estar peleando y matando entre ellos y vamos a tener un estado en parálisis con un Congreso destituyendo al presidente, el presidente disolviendo el Congreso… Ya lo hemos tenido. Digamos que es una historia de fantasmas, el regreso de los muertos vivientes, todas estas cosas que creías enterradas ahí están y vuelven, y son las que se enfrentan en las elecciones, porque de la economía y de la pandemia nadie ha hablado nada, estos temas no han formado parte de la campaña.
–Es la historia del Perú contemporáneo que no tiene un presidente que termine su mandato desde hace muchos años.
–Bueno, pero Perú era la esperanza liberal, hay un poco del fin del sueño liberal, digamos durante veinte años éramos los mejores de la clase, con unos crecimientos macroeconómicos espectaculares y la pandemia desnudó todas las carencias que había dejado ese Estado y ha dejado unas elecciones en las que, o lo tomas con todos sus defectos o lo dejas sin saber a dónde vas: esas son las dos opciones que se enfrentan ahora mismo, y que se van a seguir enfrentando porque no se va a acabar con las elecciones.
–Una última pregunta, cuando va a Perú, ¿lo consideran blanco, de la elite?
–Peor, a veces me consideran español, que es peor, pero ningún español me considera español, si no, mi vida sería más fácil. A ver, sigo teniendo mi presente en el Perú, mi familia, voy varios meses al año, bueno, cuando se podía viajar. Mis lectores peruanos me tratan increíblemente, entonces mi vínculo con el Perú sigue siendo muy fuerte y sigo muy presente ahí, pero ya llevo más tiempo fuera que dentro, ya soy también un poco extranjero, a lo mejor es por eso que en realidad me tratan bien, porque me voy rápido, o sea, a todo el mundo le caes bien cuando no eres su problema todo el tiempo, y entonces la gente me trata bien, también por eso me gusta mucho ir, porque Perú siempre me dice “este es tu país”, de muchas maneras y en muchos niveles y me emociona mucho.
–Es como subirse a la montaña rusa, disfrutarla e irse, está muy bien.
–Pero luego sigues sufriendo, porque tampoco puedes decir tanto. Quiero decir, algunas veces en redes sociales están haciendo algún comentario, porque siempre te preguntan y la campaña ha coincidido con la salida del libro. O sea, sale el tema y alguna vez estaba diciendo algunas cosas en una entrevista y luego me he encontrado en las redes sociales algún tipo que me decía: “por qué hablas tu de mi país, alguien que vino y nos robó el oro…”. Ves, pues nada es perfecto.