Como el cuerpo no la produce naturalmente, es necesario incorporarla a través de los alimentos. Sin embargo, no todos los niños consumen la cantidad diaria recomendada de este nutriente[1].
En opinión de la Dra. Mariela Biscaysaqu, médica pediatra, “es muy frecuente que los padres consulten porque alrededor de los dos años, los niños empiezan a rechazar las frutas y verduras que quizás antes consumían: separan los verdes del plato, no quieren frutas de colores o se niegan a comer brócoli, por ejemplo. Esta situación suele preocupar a los padres, que saben que sus hijos no están recibiendo todos los nutrientes que necesitan, como la vitamina C u otros componentes”.
La vitamina C se encuentra en algunas verduras, como el brócoli y la espinaca, y frutas cítricas como la mandarina, la naranja, el pomelo, el limón y el kiwi. Sin embargo, en ocasiones es difícil que los chicos quieran ingerir estos alimentos.
En vegetales, legumbres o frutos secos, entre otros, la vitamina C realiza una modificación al hierro que contienen permitiendo que sea más fácil absorberlo y ponerlo a disposición de funciones claves como el transporte de oxígeno a las células y la formación del tejido neuronal.
“Para aquellos niños que no consumen tantas frutas y verduras, una leche fortificada puede ser un buen complemento que ayude a alcanzar el requerimiento diario. Sí es importante remarcar que los padres deben seguir insistiendo con una alimentación saludable, fomentando el consumo de frutas y verduras”, sostuvo la Dra. Biscaysaqu.
Existen en el mercado leches fortificadas con vitamina C que pueden ser útiles para asegurarse que los niños alcancen el requerimiento diario de este nutriente, además de aportarles proteínas, calcio, hierro y otros minerales y vitaminas. Con un solo vaso por día, cubren el 80% de la recomendación diaria de vitamina C[2].
La vitamina C es clave en el funcionamiento de los millones de células que componen nuestro cuerpo, tanto por sí misma como asistiendo a otras sustancias y células a cumplir su función. De allí, la importancia de su consumo diario en cantidades adecuadas.
También impide o retarda la oxidación de determinadas moléculas y así evita la liberación de sustancias dañinas en nuestro cuerpo (llamadas radicales libres), las cuales reaccionan químicamente en las células alterando la estabilidad y funcionalidad del cuerpo.
Por otra parte, participa en la síntesis de colágeno, que contribuye en el proceso de cicatrización de los tejidos y en la reparación de la piel de los daños de los rayos solares. Asiste también al sistema inmunitario al contribuir con las funciones de los glóbulos blancos y facilita la absorción de hierro a nivel intestinal, aspecto crítico en la etapa de crecimiento de los más chicos.