Palabras que sanan, palabras que hieren: el impacto del lenguaje en la salud emocional de los niños

Cuando son positivas, brindan amor y apoyo; cuando son negativas, pueden afectar profundamente la autoestima y el bienestar psicológico para toda la vida.

Este fenómeno resalta la importancia de una comunicación cuidadosa y empática para promover un desarrollo saludable desde la infancia

Por : Sonia Almada

Las palabras tienen un poder inmenso en nuestra salud mental. La forma en que nos hablamos a nosotros mismos y cómo los demás nos hablan puede influir en nuestra percepción de nosotros mismos, nuestro amor propio y salud emocional. También en la manera en que los profesionales y la sociedad hablan acerca de la salud mental.

“Las palabras son pedazos de afecto que transportan a veces un poco de información”, escribió Boris Cyrulnik en su ensayo “Morirse de vergüenza”, publicado en Argentina en 2011. Entonces, el poder de las palabras está en lo que nos hacen sentir.

Cuando somos heridos por las palabras, la mayoría de las veces callamos. La sensación de humillación, desasosiego y vergüenza que nos provocan puede paralizarnos. Es después de manera retroactiva, los que los psicoanalistas llamamos après-coup (para referirnos a la instauración de impresiones o huellas que no adquieren todo su sentido en el momento, sino en un tiempo posterior al de su primera inscripción), cuando se enlaza la sensación con la representación y llega el dolor. Las palabras importan, no son anodinas, llevan un mensaje afectivo, que al enlazarse con otras experiencias, impactan en cada persona de una manera singular.

Si desde niños nos dicen que somos incapaces de realizar determinadas tareas es probable que comencemos a creerlo, lo que puede generar ansiedad, frustración, estrés o incluso depresión. También, si hablan delante de nosotros como si no estuviéramos, pasando por alto nuestros sentimientos y emociones y, por supuesto, sin pedir nuestra opinión, nos duele.

En los ámbitos de salud mental, cuando nos acercamos como pacientes, la falta de explicación del padecer daña. Es muy importante hablar con los pacientes, por más pequeños que sean, explicar encontrando las palabras adecuadas, buscar acercarlo a la verdad de su padecimiento e intentar dar una razón de la dolencia psíquica y reconfortar con palabras amables, porque eso ya forma parte de la recuperación.

No me refiero a lo que hoy se nombra como “palabras positivas” que buscarían maquillar la realidad, ser simpáticos en lugar de empáticos. Me refiero a decir la verdad, a hacerle lugar a la experiencia del dolor o el padecer de los niños y niñas y atenderla.

Se han llevado a cabo investigaciones sobre el impacto del lenguaje de los profesionales de la salud en la recuperación de pacientes. En el ámbito médico, un estudio llevado a cabo en la Universidad de Stanford examinó cómo las palabras utilizadas por los profesionales de la salud pueden influir en la percepción del dolor de los pacientes. El estudio encontró que las descripciones esperanzadoras del tratamiento médico pueden reducir la experiencia de dolor en los pacientes.

En cualquier ámbito la búsqueda de palabras adecuadas lleva tiempo y hay que tomárselo para no herir o no infringir más dolor en los niños y niñas. El impacto de algo que se dice por arriba, irritación, por apuro, o por crueldad pueden tener un efecto duradero en el carácter en formación.

Existen varios estudios que exploran los efectos del lenguaje en la percepción de uno mismo. Algunos han demostrado que el lenguaje que usamos para describirnos a nosotros mismos puede influir en nuestra autoimagen y autoestima. Por ejemplo, el uso frecuente de palabras negativas para autodescribirse se ha asociado con una menor autoestima.

Es importante destacar los estudios sobre el uso del lenguaje en redes sociales que han revelado correlaciones entre el tipo de lenguaje utilizado y el estado emocional de las personas. La detección de palabras clave o patrones lingüísticos puede servir como indicador de problemas de salud mental.

Las palabras y el ciberbullying
El ciberbullying que se utiliza para acosar, humillar, intimidar usa como herramienta fundamental las palabras para provocar daño. Los agresores utilizan palabras hirientes, insultos, términos despectivos o humillantes para atacar a sus víctimas. Estas palabras pueden ser degradantes, discriminatorias o amenazantes y se utilizan con la intención de causar daño emocional. La difusión de rumores o la publicación de información falsa sobre la víctima contienen palabras que desacreditan, avergüenzan o denigran a los niños y niñas.

El impacto del ciberbullying en las víctimas puede ser devastador. Las palabras y el lenguaje utilizado de manera negativa y dañina pueden tener efectos duraderos en la salud mental y el bienestar emocional de quienes son blanco de este tipo de acoso.

El modo en que hablamos con nosotros mismos y con los demás, así como la calidad del lenguaje que nos rodea, puede tener un impacto en nuestro bienestar psicológico y emocional.

La educación emocional en la que debemos trabajar también incluye las palabras que utilizamos para referirnos al otro, para conversar y para narrar. Los comentarios negativos, las críticas constantes o palabras hirientes pueden dañar el amor propio y generar inseguridades, especialmente en los niños que se encuentran en desarrollo de su carácter.

Por otro lado, las palabras de apoyo, de aliento y amables pueden tener un efecto muy beneficioso en nuestra salud mental. Un lenguaje compasivo puede fortalecer nuestra autoestima, generar sentimientos de bienestar y fomentar una actitud respetuosa.

En la terapia y el tratamiento de la salud mental, el uso cuidadoso del lenguaje es fundamental. Los terapeutas trabajamos con los pacientes para identificar esas palabras o frases que los dejaron detenidos en algún estereotipo desde niños (“No servís para nada”), para destruirlas lo que con frecuencia lleva mucho tiempo. Las palabras injuriantes y descalificadoras también pueden costar la vida.

En un estudio publicado en 2021, “Elegir un lenguaje apropiado para reducir el estigma en torno a las enfermedades mentales y los trastornos por uso de sustancias”, Volkow, N.D., Gordon, J.A.; Koob, G.F, abordan cómo el uso de un lenguaje apropiado para describir y acercar información acerca de las enfermedades mentales puede ayudar a reducir el estigma y mejorar la forma en que se trata a las personas con estas afecciones en los entornos de atención médica y en toda la sociedad.

Allí se define el estigma como actitudes negativas hacia las personas que se basan en ciertas características distintivas. Los investigadores han demostrado que el estigma contribuye a los resultados negativos de salud y puede representar una barrera para buscar tratamiento para enfermedades mentales y para recuperarse.

Estamos constituidos por palabras, desde antes de nacer ya portamos un nombre, una historia y un lugar en el mundo. “Las palabras no son una cosa inerte, de la que se pueda disponer como a uno le venga en gana (…). Hay que decirlas y pensarlas de forma consciente. No hay que dejar que salgan de la boca sin que antes suban a la mente y se reconozcan como algo que no sólo sirve para comunicar” dijo José Saramago, en un encuentro con alumnos y docentes en Rosario en 2004.

Las palabras tienen un impacto muy importante en nuestra salud mental porque somos palabras. Ser conscientes de cómo nos hablamos a nosotros mismos y cómo nos comunicamos con los demás, desde la infancia es fundamental y es un reto de nuestra educación emocional.

  • Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario. Seguir leyendo
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