Es un problema de salud pública que está presente durante todo el año y que perjudica, sobre todo, a la población infantil. La mirada de un científico y las claves contra la propagación.
Pelo rubio, morocho, pelirrojo, teñido o canoso, largo o corto, lacio o con rulos, todas las cabezas son apetecibles y pueden convertirse en un “placer gastronómico” para los piojos, esos pequeños ectoparásitos, del tamaño de una semilla de sésamo, que viven en la cabeza de muchas personas y se alimentan exclusivamente de sangre humana, varias veces al día. La “pediculosis capitis” es una de las enfermedades parasitarias más comunes entre los niños en todo el mundo y es causada por el piojo de la cabeza humana Pediculus humanus capitis. Aunque se alimenta de sangre y pasa todo su ciclo de vida en la cabeza de su huésped, en casos más graves también afecta a cejas y pestañas.
“La infestación con el piojo de la cabeza, consiste en la presencia de huevos, ninfas y/o adultos en el cuero cabelludo. Es una enfermedad mundial que afecta a millones de personas cada año”, explica el biólogo Ariel Toloza, investigador del Conicet en el Centro de Investigaciones en Plagas e Insecticidas (Cipein). En diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQ, el científico advierte que “si bien los piojos de la cabeza no se han establecido como vectores de enfermedades, la pediculosis es prevalente en todo el mundo y afecta a millones de personas cada año”.
Los más propensos al contagio
Desde el punto de vista epidemiológico, se sabe que los más afectados son los varones y las niñas de entre 3 y 13 años, que asisten a jardines y a colegios primarios. De estos, las nenas son las que, en promedio, poseen mayor grado de infestación. Esto se debe a que la mayoría posee pelo largo, algo que dificulta el control, pero también al tipo de juego, es decir, acercan más el pelo entre ellas que los varones, favoreciendo el pasaje de los piojos de una cabeza a la otra. “Hay que sumarle el factor individual que consiste en que, dentro de un grado con 30 chicos, por ejemplo, unos pocos serán los que tengan mayor carga parasitaria y constituyan el foco de contagio hacia sus compañeros”, dice Toloza.
Los factores que hacen que los varones o las niñas estén más predispuestos a ser “invadidos” por los piojos todavía no están claros, aunque hay compuestos del cuero cabelludo, es decir, olores, que parecieran ser claves en la búsqueda de los piojos. Su proporción define si un chico “emana olores más agradables para los piojos que otros”.
A diferencia de las pulgas, los piojos no se desplazan de un lado a otro dando saltos. Tampoco saben volar. Eso sí, caminan bastante rápido, a unos 30 centímetros por minuto sobre el pelo seco. En ese sentido, el único modo posible de contagio es que, mientras juegan unos niños con otros, sus cabellos entren en contacto o que compartan cepillos, peines, geles y gorras. Además de juntar las cabezas al hacerse selfies con el celular, una práctica que, según los especialistas, ha aumentado el contagio entre adolescentes en los últimos años.
¿Qué pasa si no se trata?
La sintomatología de la pediculosis consiste básicamente en un fuerte y persistente picor en la cabeza, con frecuencia localizado con mayor intensidad en el cuello y tras las orejas, producido como reacción a la saliva que el piojo inyecta durante la picadura, y que en la mayoría de las personas provoca una pequeña pápula rojiza. En raras ocasiones puede haber una inflamación en los nódulos linfáticos, fiebre y reacciones alérgicas.
“El diagnóstico más preciso para su detección es encontrar un insecto (piojo o ninfa) vivo sobre el pelo, o una liendre que esté viva adherida al pelo. La presencia de liendres no es indicativa de una infestación activa, ya que muchas veces pueden estar vacías o ser no viables”. Una liendre viva “explota” cuando se la aprieta con la uña.
Chau piojo: tratamiento y prevención
De acuerdo con Tolosa, el tratamiento consiste en la remoción de la cabeza de liendres, ninfas y adultos de la cabeza. “Para su detección, se recomienda el uso de peine fino metálico. Solamente en aquellos casos donde la infestación supera los 10 adultos, se sugiere usar productos pediculicidas de venta libre”.
En Argentina, los productos pediculicidas más empleados son aquellos que tienen insecticidas sintéticos, que contienen permetrina o ivermectina. Estos pediculicidas poseen un modo de acción neurotóxica sobre los piojos y no están recomendados para su uso en niños menores a 2 años. Su aplicación debe hacerse solamente sobre el cuero cabelludo, evitando que el mismo ingrese a los ojos o a la boca.
Una nueva tendencia mundial son los productos siliconados. Estos compuestos poseen un modo de acción físico que hace que se deshidraten y asfixien los piojos. Asimismo, son más seguros toxicológicamente para los humanos que los insecticidas sintéticos o neurotóxicos. “Ambos tipos de pediculicidas deben aplicarse siguiendo las instrucciones de uso y nunca emplear productos no recomendados, tales como pipetas para animales, aerosoles domésticos, alcohol puro o remedios caseros”, destaca el especialista.
¿Y si no funciona?
“El fracaso de los pediculicidas puede deberse a diversas causas no excluyentes. Entre ellas, un cambio en la formulación del producto, su aplicación incorrecta, o bien, tolerancia incrementada por parte de los piojos”, afirma Toloza.
Con todo, cuando se trata de sistemas biológicos, las afirmaciones no pueden ser categóricas, por lo que aunque se pueda dar información genérica sobre la vida de los piojos y la pediculosis, la naturaleza se encargará muchas veces de contradecirla. En ese sentido, el mejor método preventivo para combatir la pediculosis es la revisión periódica manual de la cabeza de los niños con edades escolares, porque la detección precoz de la infestación hará mucho más efectiva la lucha contra el parásito y la aparición de brotes.
POR MARÍA XIMENA PEREZ