En los barrios más vulnerables de Argentina, la lucha por llevar comida a la mesa no se mide solo en cantidad, sino también en calidad. Las familias de bajos recursos se enfrentan a un reto silencioso pero devastador: el acceso limitado a alimentos nutritivos. Esta carencia afecta desde el embarazo y los primeros años de vida, incrementando el riesgo de obesidad infantil, una paradoja que golpea con más fuerza a quienes menos tienen.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 41,1 por ciento de los niños y adolescentes en Argentina presenta exceso de peso, pero en las zonas más empobrecidas, esta cifra es aún más alarmante. Comer de forma saludable se convierte en un lujo inalcanzable para muchas familias, lo que genera una doble tragedia: la inseguridad alimentaria y la obesidad.
La Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes accedió a un reciente estudio del Instituto de Atención Sanitaria Harvard Pilgrim, publicado en JAMA Pediatrics, explica que vivir en barrios de bajos ingresos con acceso limitado a alimentos saludables aumenta significativamente el riesgo de obesidad infantil, desde el embarazo hasta la adolescencia. El trabajo, que analizó los datos de más de 28 mil niños en Estados Unidos, revela que los pequeños que crecen en estas áreas tienen un 50 por ciento más de riesgos de sufrir obesidad o incluso obesidad severa a lo largo de su vida.
Cuando el entorno define la salud
Los investigadores se centraron en barrios donde el supermercado más cercano está a más de medio kilómetro en zonas urbanas, y a más de 16 kilómetros en áreas rurales. En estas comunidades, el acceso a opciones alimenticias saludables es prácticamente inexistente, obligando a las familias a depender de alimentos ultraprocesados y poco nutritivos.
Los resultados del estudio apuntan a que los niños que crecen en estos barrios están más expuestos a la obesidad y también al desarrollo de enfermedades graves a largo plazo, como diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares. Esto subraya la importancia de intervenir temprano en la vida de estos niños para mitigar los riesgos de salud futuros.
En Estados Unidos, la inseguridad alimentaria en hogares con niños muestra un alarmante aumento en los últimos años, pasando del 12,5 por ciento en 2021 al 17,3 por ciento en 2022. Durante ese mismo período, las tasas de obesidad infantil siguieron creciendo, lo que refleja la gravedad del problema y la falta de acceso a alimentos saludables.
Con todo, este trabajo refuerza la necesidad urgente de implementar políticas públicas que prioricen la salud infantil a través de un mejor acceso a alimentos saludables. Es clave que los gobiernos enfoquen sus esfuerzos en garantizar que, especialmente durante los primeros años de vida, los niños puedan acceder a una nutrición adecuada que contribuya a mejorar sus perspectivas de salud a largo plazo.
Por María Ximena Perez (Fuente: Universidad de Quilmes)
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