El especialista en cirugía cardiovascular considera que se debe replantear la estrategia para descomprimir los hospitales y aplicar medidas de compensación para extranjeros no residentes.
“El sistema de salud, tal como funciona hoy –afirma el eminente cirujano cardiovascular Fernando Cichero, flamante presidente del Instituto de Trasplante de la Ciudad de Buenos Aires–, no puede seguir mucho tiempo más”. El primer paso, considera el médico, experto en el servicio de salud pública, es replantear la estrategia general para descomprimir los hospitales y aplicar medidas de compensación como recupero de gastos y seguros de salud obligatorios para extranjeros no residentes, entre otras soluciones que aporten alivio a la organización sanitaria.
En 2015, alcanzó notoriedad con la anécdota de haber encontrado un escarbadientes incrustado en el corazón de un hombre al que operó a corazón abierto. Cichero fue jefe del departamento de cirugía del Hospital Fernández, director del Hospital Rocca y presidente del Colegio Argentino de Cirujanos Cardiovasculares. Como discípulo de René Favaloro y docente de las Facultades de medicina de la UBA, la Fundación Barceló y la Universidad Católica Argentina, habla también sobre la formación profesional; y, desde su trayectoria, repasa en estas Conversaciones de domingo algunos ejes del debate sobre el sistema de salud y la crisis actual.
–A partir de la escena de un médico del Hospital Argerich con la guardia desbordada de pacientes bonaerenses, el jefe de gobierno Jorge Macri se refirió a la necesidad de priorizar la atención de los porteños y solicitar una compensación a la Provincia por la atención en los centros de salud porteños. ¿Podría en la práctica implementarse un método compensatorio?
–La población de la Ciudad históricamente rondó los 3 millones de habitantes, hoy 3,4 millones. Mientras que en el primer y segundo cordón del Conurbano se produjo una gran explosión demográfica. Entre 80 y 85% de los porteños tiene cobertura de obra social o prepaga. Entre el 15 y 20% es el que tendría que atenderse en los hospitales públicos. La proporción que encontramos es 60% de pacientes de la Ciudad y 40% del Conurbano. En algunos casos, la relación es 70% Conurbano y 30% Ciudad. De modo que la persona que vive en la Ciudad, además de pagar su cobertura, soporta con sus impuestos la salud pública de 33 hospitales. ¡Un número enorme!
–¿Qué plantea el jefe de gobierno?
–Jamás dejar de atender a quien no reside en la Ciudad. Pero generar lo que en la administración de la salud se llama recupero de gasto. Los bonaerenses pagan impuesto a sus municipios para que éstos les brinde salud, pero utilizan los servicios de la Ciudad. En zonas del Gran BA se hicieron hospitales en los últimos años, son de gran tamaño pero no de alta complejidad con lo cual, la gente que necesita ciertos tratamientos, sigue viniendo a la Ciudad. Por la densidad poblacional, es lógico que los hospitales no alcancen en la Provincia, pero es justo que se instaure un recupero. ¿Usted dónde vive? Florencio Varela, La Matanza, San Fernando… No importa. Lo atiendo y le cobro la atención a su municipio. Así se lograría un equilibrio razonable.
–¿Qué define la alta complejidad?
–Cuatro características: guardia con quirófano para cualquier emergencia, terapia intensiva, unidad coronaria para cirugía cardíaca y neurocirugía, y hemodinamia.
–¿Es posible establecer esa compensación en el marco de las antinomias creadas por el kirchnerismo para justificar un discurso ideológico (ciudad-provincia, ricos-pobres, “ciudad opulenta” etcétera)?
–El manejo de la salud pública debe estar al margen de toda intención política o partidaria. Si a la Maternidad Sardá nos llegan 50 partos de La Matanza y 27 de Lomas de Zamora ¡los atendemos! Pero lo justo es que esos municipios le paguen a quien dio el servicio.
«El sistema público de salud argentino es único en el mundo porque para quien lo usa es de gratuidad absoluta pero para el que lo brinda (el Estado argentino), es de un costo fenomenal»
–Hay otra crisis a nivel humano que se advierte en el maltrato hacia los médicos agredidos en las guardias. ¿Cuál es la clave de esa problemática?
–Si una persona acude a una guardia y se pone agresiva porque encuentra el hospital atestado, si no entiende que tiene que esperar porque la prioridad es la emergencia, y se descarga con el médico que lo va a tratar, no hay manera de contenerla porque ha perdido el respeto. La sociedad no advierte que ha roto las barreras y descuida a los que nos cuidan. La situación económica es un detonante, pero la culpa del desborde social no la tienen los médicos.
–¿Por dónde debería comenzar a resolverse esta situación crítica?
–Por un replanteo de la estrategia general. En la Ciudad apuntamos a descomprimir los hospitales con los centros de atención primaria y los de diagnóstico por imágenes (CESAC y CEMAR), dejando el hospital para tratamientos de mediana y alta complejidad que necesitan internación prolongada. Esto requiere de una adaptación cultural. En la Provincia se crearon unidades de pronta atención (UPA). Funcionaron bien, pero hoy están desarticuladas por la inseguridad que impide la atención 24 horas porque de noche es peligrosísimo.
–Otro tema de discusión: con el país quebrado económicamente y la situación crítica del sistema de salud, ¿puede la Argentina seguir brindando salud pública gratuita excepto emergencias a extranjeros no-residentes?
–El sistema público de salud argentino es único en el mundo porque para quien lo usa, es de gratuidad absoluta pero para el que lo brinda (el Estado argentino), es de un costo fenomenal. Si bien por la Constitución, cualquier persona que pise nuestro territorio tiene garantizada la salud, creo que ya hemos sido demasiado benevolentes porque hay que tener en cuenta que a los argentinos –en ningún lugar del mundo–, se nos atiende gratis. ¿Dónde está el problema? En las personas que no son residentes o no tienen documento argentino y buscan solución para un tema de salud grave.
–¿Algún caso concreto?
–Enfermedades del corazón que necesitan cirugía. Ejemplo: Me llega un chico de 23 años al para operarse de dos válvulas cardíacas. Recién bajado del ómnibus desde Perú, la familia lo trae al hospital y lo deja internado. Le hacemos todos los estudios y lo opero. Le escribo al cónsul peruano para pedir simbólicamente que por lo menos, ya que la cirugía la costea el Estado argentino, paguen las válvulas que son un bien costoso que el paciente se lleva consigo. El cónsul peruano me respondió que no las pagaban. Yo propongo que si una persona no tiene cobertura, no tiene documento argentino ni tampoco reside en el país, hay que requerirle un seguro de salud obligatorio para atenderse en los hospitales argentinos.
–Para tomar dimensión ¿cuál es el valor de una válvula cardíaca?
–Cada válvula, unos 10 mil dólares.
–¿Qué tan significativo es el número del llamado “turismo sanitario” para tratamientos (no emergencias) y qué es lo más llamativo dentro de ese esquema?
–El grupo de personas sin documento argentino ni residencia que se atiende en el sistema público ronda el 7% ¿Cuál es el problema? Que entre el 20 y 30% de quienes hacen turismo sanitario, viene en busca de la alta complejidad: cirugías cardíacas y neuroquirúrgica o lamentablemente vienen a dializarse con insuficiencia renal crónica porque en Bolivia, por ejemplo, no los dializan.
–¿Es un tratamiento costoso?
–¡Costosísimo! Esa persona dice: en mi país no me lo dan, entonces me muero, pero en la Argentina sí me lo dan ¡y gratis! La culpa es de los gobiernos que no organizan los requisitos que tendría que cumplir quien entra a la Argentina y luego requiere una atención médica muy cara. Como médico, no puedo juzgar. Pero, institucionalmente, pasa que si tengo una cama reservada para una cirugía cardíaca para un argentino de Jujuy pero me llega un indocumentado que me requiere esa cama, si yo no lo opero, me arma un revuelo legal. Me ha sucedido que un extranjero sin cobertura ni residencia me presente un amparo para una cirugía del corazón o un tratamiento dialítico. ¡Pero señor si usted tiene documento paraguayo! Vinieron las organizaciones de DD.HH. a reclamarme la cirugía y se terminó haciendo. Es lo que pasa siempre.
Cecilia Scalisi
LA NACION