Las alteraciones visuales que ocurren en la infancia pueden manifestarse como serios problemas durante toda la vida adulta.
La visión en los niños es siempre un tema que interesa. O que por lo menos que conviene estar atento. Sobre todo porque los chicos no siempre manifiestan a tiempo los posibles síntomas. Adelantarse y prevenir es siempre la mejor opción.
Según datos de la Organización Mundial de la salud (OMS), se estima que el número de personas visualmente disminuidas alrededor del mundo asciende aproximadamente a 285 millones, de los cuales 19 millones corresponden a niños por debajo de los 14 años.
En este contexto, el uso de anteojos es mucha veces la mejor opción. Sin embargo, advierten algunos especialistas, la presencia de hipermetropía, miopía y/o astigmatismo, no es suficiente para recetar una corrección. “Hay que respetar el proceso normal de desarrollo del ojo y luego decidir”, dice a infobae el doctor Leonardo Fernández Irigaray, médico oftalmólogo, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Oftalmología Infantil.
“Los chicos deben usar anteojos cuando no logran ver objetivamente según el requerimiento de cada edad y la diferencia es clara entre un paciente de un año con su mundo cercano o uno de 6 años que ya está escolarizado. La prevalencia de los errores de refracción sin corregir es la primera causa de baja visón (43%) y la segunda de ceguera” sigue Fernández Irigaray.
Y recomienda: “La corrección con anteojos apropiados es una de las intervenciones con mejor costo-beneficio en salud ocular, pero no hay que abusar de estos”
Germán Bianchi, oftalmólogo, Jefe de Trasplante de Cornea en Clínica Nano, sostiene que si el defecto de refracción es bajo, recetar anteojos no genera una diferencia en la capacidad visual de la persona. “Esto lo vemos en recetas de 0.25, dioptrías por ejemplo. Pero no se puede generalizar porque a veces hay casos y personas, donde ese mínimo aumento, les proporciona el confort visual necesario para realizar ciertas tareas, aunque sea de forma ocasional, como por ejemplo utilizar pantallas. Esto es poco frecuente en los niños, pero no se puede descartar”, sostuvo.
“Si en una consulta oftalmológica infantil se diagnostica una baja agudeza visual de ambos ojos y/o se descubre que un ojo ve menos que el otro por causa refractiva, habrá que recetar anteojos. Un niño que presenta estrabismo con componente acomodativo también deberá usarlos para corregir la patología parcial o totalmente”, dice Fernández Irigaray.
Los bebés nacen con capacidades visuales básicas y requieren una experiencia visual temprana normal para alcanzar los niveles óptimos de funcionamiento. “El examen de refracción es el eje principal de la consulta oftalmológica infantil. La detección precoz de un déficit visual conducirá a la rehabilitación parcial o completa, pero el tiempo juega un rol fundamental. Por tal motivo, una correcta prescripción es más adecuada que una receta de anteojos”, suma el experto.
“El tiempo juega un rol fundamental”, coincide Bianchi. “Recordemos que el sistema visual está en desarrollo sobre todo en la infancia. Es el momento de máxima neuroplasticidad desde un punto de vista fisiológico, porque esas vías visuales se están desarrollando. Por lo tanto, mientras antes de diagnostique un error de refracción y mientras antes se trate, es menos probable que afecte el desarrollo visual y que por ende genere una secuela, como podría ser la ambliopía”, agrega.
Según Fernández Irigaray la prescripción de lentes en oftalmología parecería una de las prácticas más fáciles y sencillas de realizar, sobre todo, debido a la tecnología disponible actualmente en cualquier consultorio o servicio. “Por lo tanto, se ha convertido en un acto banal, que pierde jerarquía frente a otras prácticas oftalmológicas como una cirugía intraocular, que requiere de conocimiento, habilidad, precisión y de un entrenamiento permanente”, explica.
“Sin embargo, para lograr una buena refracción o para prescribir anteojos de manera correcta también se precisa de conocimiento, habilidad, entrenamiento permanente y de precisión quirúrgica. La indicación de una corrección exacta y de los lentes adecuados es tan importante como la realización de un procedimiento quirúrgico exitoso”, suma Fernández Irigaray.
La oftalmología infantil es casi un sinónimo de refracción ocular. “Su preciso control es fundamental en el manejo de la gran mayoría de condiciones oculares como estrabismo, cataratas, prematurez y síndromes genéticos, entre otros, pero principalmente resulta determinante en la lucha contra un enemigo siempre presente: la ambliopía u ojo vago o perezoso, que es la falta de desarrollo de la capacidad para ver claramente a través de un ojo, afecta al 2-5% de la población en general y es la primera causa de déficit visual en menores de 45 años, pero se puede prevenir y/o tratar si se diagnostica correctamente”, explica Fernández Irigaray.
Las alteraciones visuales que ocurren en la infancia pueden manifestarse como serios problemas durante toda la vida adulta. “Cuando existe deterioro visual, suele haber otros efectos sobre la salud, sobre la percepción de sí mismo, sobre los niveles de educación, sobre la elección laboral y sobre otros aspectos sociales como la relación de pareja. La prescripción de una lente puede tener un carácter correctivo (término mal utilizado ya que no corrigen el defecto refractivo, sino que su beneficio radica en mejorar el enfoque y aumentar la agudeza visual) y también terapéutico”, sigue Fernández Irigaray.
Por lo tanto, en los niños, tiene ciertas características especiales y distintivas que van más allá de solo mejorar la agudeza visual. “Una corrección bien indicada y hecha en el momento justo puede prevenir y tratar la ambliopía, mantener y favorecer el desarrollo de la binocularidad, mejorar e, incluso, corregir estrabismos y restablecer una visión confortable”, agrega el experto.
“La evaluación de la refracción en niños representa una capacidad que requiere práctica y paciencia. El secreto es una correcta cicloplejía (procedimiento para confirmar la graduación, brinda su resultado máximo entre los 45 y los 75 minutos) y no solo la dilatación pupilar”, dice Fernández Irigaray.
Las consulta oftalmológica básica ya es un estudio relevante. Allí se realizan todas las exploraciones necesarias para evaluar y poder diferenciar entre lo normal y lo que potencialmente es menos frecuente o sale de lo normal. Por eso siempre es importantes hacerlas de forma precoz. “Cuando se hace una consulta oftalmológica y se encuentra un caso así, es donde se comienzan a realizar algunos estudios complementarios que asisten al médico para aportarle más datos y poder efectuar el diagnóstico certero que le permita orientar el tratamiento más adecuado. Pero el concepto principal, es que una consulta oftalmológica de rutina, de las que hacemos una vez al año, ya constituye per se una evaluación que en primera instancia, tiene todo lo necesario”, finaliza Bianchi.