La Organización Mundial de la Salud estima que se tardará entre 12 y 18 meses en obtener la vacuna contra el SARS-CoV-2.
“Más de 30 tratamientos que incluyen fármacos y una veintena de vacunas están en vías de investigación y hay 82 ensayos clínicos en marcha”, explica Thomas Cueni, presidente de la Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones Farmacéuticas.
Conseguir la vacuna es una carrera de obstáculos. Los cuatro mayores son el rápido avance del brote, la falta de conocimiento básico sobre el virus, la necesidad de completar las tres fases preceptivas de pruebas en pacientes y tener la capacidad de producir dosis a gran escala. “Es probable que la Covid-19 se convierta en una enfermedad estacional, por eso necesitamos una solución duradera”, advierte Cueni.
Jean Lang, vicepresidente de Innovación y Desarrollo de la farmacéutica Sanofi, asegura que es importante multiplicar los enfoques técnicos para garantizar una vacuna lo antes posible. Cada laboratorio propone una solución basada en su experiencia y en las tecnologías de las que ya dispone para no volver a empezar de cero.
Cuando Luis Enjuanes se pasea por el Centro Nacional de Biotecnología (CNB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid, le llaman “doctor Coronavirus” y él se ríe. Todas las mañanas se despierta a las 6.30, enciende la radio y la primera palabra que oye es “coronavirus”. Hace un mes empezó a sintetizar el nuevo virus para encontrar una vacuna que ayudaría a personas que aún no han contraído la enfermedad. Además, junto a la investigadora Isabel Sola, lleva a cabo un proyecto financiado por la Comisión Europea para desarrollar anticuerpos monoclonales para tratar a pacientes ya contagiados.
El equipo de 12 profesionales quiere desarrollar una inmunización que incluye un virus atenuado para que el sistema inmune genere anticuerpos contra el virus real y un adyuvante que potencia la respuesta inmune general. “Llevamos 35 años trabajando con coronavirus y hemos desarrollado ya vacunas que demostraron una protección del 100% en ratones humanizados”, explica Enjuanes. Antes de crear una vacuna contra el SARS-CoV-2, el equipo debe ahora identificar los genes de virulencia del patógeno y crear la nueva versión inocua del mismo, un trabajo que llevará aún meses.
El investigador insiste en que el problema no es diseñar la vacuna, sino comprobar su seguridad en humanos, lo que llevará al menos un año y necesitará cientos de voluntarios. “Tenemos que confirmar que no habrá efectos secundarios a largo plazo en la terapia o, en caso de usarla como prevención, que la persona está realmente protegida”, justifica.
Enjuanes también apuesta por los antivirales y menciona que en China se está probando un fármaco con acción terapéutica sobre unos 1.000 pacientes. Los resultados saldrán a mediados de abril pero “ya han lanzado la producción, lo que nos permite suponer que funciona”, comenta el experto.
Maria Elena Bottazzi, codirectora del Centro de Desarrollo de Vacunas de la Universidad Baylor (EE UU), lleva trabajando 20 años en este ámbito. Su laboratorio está desarrollando una vacuna universal a partir de la que ya crearon contra el SARS. «Esta vacuna podría ser un arma de protección parcial para prevenir casos graves de la Covid-19 y posiblemente reducir la mortalidad”, argumenta. Ahora el equipo está creando una vacuna similar que incluye la secuencia genética exacta de la proteína S que el SARS-CoV-2 utiliza para unirse a las células humanas e infectarlas.
Bottazzi explica que es poco probable que las futuras mutaciones del virus le hagan inmune a su vacuna. “En el caso de la proteína S las mutaciones son poco frecuentes y si llegan a suceder, la parte positiva es que nos permiten evaluar cómo evoluciona el virus y encontrar la mejor solución”, comenta. Para ella, la forma más efectiva de luchar contra la epidemia será combinar tratamientos, desde anticuerpos para las personas ya infectadas a vacunas para prevenir nuevos contagios pasando por fármacos disponibles para frenar los síntomas.
La empresa estadounidense Moderna, una de las más avanzadas en la búsqueda de una vacuna con el apoyo de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), sigue la misma línea, pero se basa en un ARN mensajero que produce la proteína S para que el sistema inmune la reconozca y sepa destruir al virus real.
La durabilidad de la vacuna y la posible reincidencia en los colectivos vulnerables son dos retos que Jean Lang tiene en la cabeza. La empresa Sanofi, con el apoyo de la Coalición para las Innovaciones y Preparación para Epidemias y del Ministerio de Salud francés, desarrolla también una inmunización basada en la proteína S del nuevo coronavirus utilizando su experiencia con el SARS. “Estamos intentando encontrar un adyuvante con una respuesta más potente y más duradera. Debemos entender el efecto que tendrá la vacuna en sistemas inmunitarios distintos, los riesgos y los beneficios”, explica.
Hanneke Schuitemaker, bióloga que lidera el proyecto de vacunas virales de Janssen, filial de la empresa Jonhson & Jonhson, está acostumbrada a lidiar con la variabilidad de los patógenos cada año. «Todo el mundo necesita protegerse de la gripe, y ahora, para el SARS-CoV-2, no estamos construyendo nada muy diferente”, comenta. Su equipo retoma dos de sus tecnologías estrella: Advac, la plataforma de vectores virales más utilizada para el diseño de vacunas, y PER.C6, un sistema de fabricación para producir una gran variedad de productos; que demostraron su eficacia para la vacuna experimental contra el ébola, el zika, el VRS (Virus sincitial respiratorio) y el VIH.
Su equipo ya ha desarrollado nueve diseños diferentes que pronto probarán en primates. El desafío que destaca Schuitemaker es la necesidad de producir dosis de la vacuna a gran escala. “Podemos fabricar hasta 300 millones de dosis por año y esperamos alcanzar los 500, pero seguirá sin ser suficiente. Tenemos que prepararnos para todos los escenarios posibles”, advierte.
Por otro lado, el laboratorio de vacunas del Instituto Pasteur (Francia), liderado por Frédéric Tangy, está trabajando a partir de la vacuna del sarampión a la que intenta añadirle los antígenos del SARS-Cov-2. Espera tenerla para septiembre, según ha explicado a Franceinfo.
No solo hay vacunas y anticuerpos en vías de investigación. También se evalúa la posibilidad de utilizar otros fármacos disponibles en el mercado o en desarrollo para otras dolencias como posibles tratamientos para la Covid-19.
La semana pasada, el medicamento Tocilizumab (Actemra), desarrollado por la empresa suiza Roche para tratar la artritis reumatoide, ha sido aprobado por China para tratar la Covid-19 en pacientes con problemas de pulmón.
El antiviral Favipiravir (Avigan) usado contra la gripe y el ébola se está probando desde febrero en la provincia Zhejiang para ver si funciona para la Covid-19.
La COVID-19 es una enfermedad infecciosa causada por un nuevo virus que no había sido detectado en humanos hasta la fecha.
El virus causa una enfermedad respiratoria como la gripe (influenza) con diversos síntomas (tos, fiebre, etc.) que, en casos graves, puede producir una neumonía. Para protegerse puede lavarse las manos regularmente y evitar tocarse la cara.
El nuevo coronavirus se propaga principalmente por contacto directo (1 metro o 3 pies) con una persona infectada cuando tose o estornuda, o por contacto con sus gotículas respiratorias (saliva o secreciones nasales).
Con información de: El País
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