La aparición de casos de este tipo en distintas ciudades de EE.UU. refuerza la idea de que todavía no se conoce todas las formas en que el virus nos afecta.
NUEVA YORK – Ravi Sharma estaba doblado sobre su cama cuando su padre lo encontró. Llevaba una semana con tos fuerte y se había aislado en su habitación. Como técnico médico de emergencias, sabía que probablemente estaba infectado de coronavirus.
Sharma, de 27 años, no podía mover el lado derecho de su cuerpo y sólo podía gruñir en dirección a su padre. Su hermana, Bina Yamin, que escuchaba por teléfono desde su casa en Fort Wayne, Indiana, podía escucharlo.
«Llama al 911», le dijo a su padre. «Creo que está teniendo un derrame cerebral». Ella tenía razón.
A lo largo de las siguientes horas, los médicos de un hospital de Queens trabajaron frenéticamente para romper un coágulo de sangre que bloqueaba una arteria del cerebro de Sharma. Pero los médicos estaban desconcertados.
Sharma era demasiado joven para un derrame cerebral. Hacía ejercicio todos los días y no tenía diabetes, presión alta ni el tipo de condiciones médicas que pueden predecir un derrame cerebral en adultos jóvenes, lo cual es raro.
Neurólogos en Nueva York, Detroit, Nueva Jersey y otras partes del país están reportando una avalancha de este tipo de casos. Muchos están convencidos de que los derrames cerebrales inexplicables representan otra manifestación insidiosa de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus.
Los casos se suman a la evidencia de que el coronavirus ataca no sólo a los pulmones, sino también a los riñones, el cerebro, el corazón y el hígado. En casos raros, parece desencadenar un síndrome inflamatorio que pone en peligro la vida de los niños.
«Estamos viendo un número sorprendente de jóvenes que han tenido una tos leve, o no recuerdan en absoluto los síntomas virales, y se aíslan en casa como se supone que deben hacerlo –y tienen un derrame cerebral repentino», dijo el Dr. Adam Dmytriw, un radiólogo de la Universidad de Toronto que es coautor de un estudio sobre pacientes que sufrieron derrames cerebrales relacionados con COVID-19. El documento aún no ha sido sometido a la fase de revisión.
Aunque muchos de esos pacientes tenían diabetes e hipertensión, ninguno tenía riesgos cardíacos que se supiera que aumentaran las probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular. Muchos eran menores de 65 años. Para algunos, el accidente cerebrovascular fue el primer síntoma de infección de coronavirus, y pospusieron la ida a la guardia por temor a ser expuestos.
De los 10 pacientes descritos en el artículo de Dmytriw, dos murieron porque el coronavirus atacó sus pulmones, y dos hombres (un hombre de 46 años y otro de 55) murieron por derrames.
Los médicos del Sistema de Salud de Mount Sinai en Nueva York también han visto un número inusual de pacientes jóvenes con derrames cerebrales: trataron a cinco de estos pacientes con COVID-19 en las últimas dos semanas. Por lo general, el centro médico ve sólo un paciente de derrame menor de 50 años cada tres semanas, explicó la neuróloga Johanna Fifi y sus colegas en una carta en The New England Journal of Medicine.
Cuatro de los cinco pacientes estaban relativamente sanos; dos pacientes de 30 años no tenían factores de riesgo conocidos para el derrame cerebral. «Llegamos a la conclusión de que tenía que estar relacionado con COVID-19», dijo Fifi en una entrevista.
Aunque los accidentes cerebrovasculares parecen afectar un número muy reducido de pacientes con COVID-19, parecen estar relacionados con un fenómeno más amplio que ha surgido en los pacientes gravemente enfermos: la coagulación excesiva de la sangre.
Algunas pruebas sugieren que el coronavirus puede infectar directamente las células endoteliales que recubren el interior de los vasos sanguíneos, causando lesiones e hinchazón que atraen proteínas que promueven la coagulación, dijo Cuker.
Las personas que han estado expuestas al coronavirus, o que están monitoreando la infección en casa, deben llamar a sus médicos si experimentan dolor en el pecho y falta de aliento, lo que podría indicar un coágulo de sangre en el pulmón, o dolor, hinchazón, enrojecimiento y decoloración en las piernas que podrían indicar un coágulo.
Un hombre sano, hasta que no lo fue
Hasta que llegó al Hospital de Jamaica el 1 de abril, Sharma nunca se había sometido a un test de coronavirus. Pero sabía que estaba en riesgo. Había pasado semanas haciendo recorridos en ambulancia, uno tras otro, llevando pacientes enfermos y ancianos desde las residencias de ancianos hasta los hospitales de Brooklyn y Queens en febrero y marzo.
A mediados de marzo, Sharma tenía una tos seca. Fue a una clínica de cuidados urgentes, donde le dijeron que no había pruebas pero que debía quedarse en casa porque probablemente estaba infectado.
En el hospital, los médicos de la sala de emergencias tomaron medidas agresivas para restablecer el suministro de sangre al lado izquierdo de su cerebro. También le diagnosticaron el síndrome de dificultad respiratoria aguda. Descubrieron además que los pulmones infectados de Sharma se estaban llenando de líquido, y que sus niveles de oxígeno en sangre eran bajos. Una prueba reveló una infección con el coronavirus, y se le colocó un respirador.
Los médicos fueron amables pero honestos con la familia, dijo Yamin: «Nos dijeron que sus chances eran del 50%. No sabían si viviría o moriría».
Durante los siguientes días, mientras Sharma permanecía sedado. Yamin habló frecuentemente con los médicos y enfermeras del hospital, tomando notas meticulosas que compartía con sus familiares y con The New York Times.
Para el 18 de abril, Ravi respiraba más por sí mismo. Su fiebre había desaparecido y su presión sanguínea y ritmo cardíaco se habían estabilizado. Al día siguiente, se despertó, le quitaron el respirador y comenzó a respirar por sí mismo.
Todavía no podía hablar y no sabía lo que le había sucedido, pero una enfermera le sostuvo el teléfono para que la familia lo viera en FaceTime. «No podíamos dejar de llorar», dijo Yamin. «Sólo dijimos: ‘Oh Dios mío, Ravi, te queremos. Estas son lágrimas de felicidad».
La recuperación completa de un derrame cerebral puede llevar meses o incluso años. Sharma también se está recuperando de los efectos persistentes de COVID-19, que lo dejaron fatigado y con más de 20 kilos menos que antes de su enfermedad, dijo en una entrevista en video con The Times.
Pero ha hecho grandes progresos en poco tiempo, y sus allegados dicen que sigue siendo el viejo Ravi: una persona inmensamente sociable.
Sharma se jactó de que es el «paciente favorito» de todos en el centro de rehabilitación y que se está recuperando rápidamente porque los miembros del personal le han estado dando a escondidas leche con chocolate y dulces.
«Conseguí que los médicos me dieran helado como parte de mi dieta», dijo.
© 2020 The New York Times
Por Roni Caryn Rabin