Un presidente débil, con agenda de intendente, poco puede hacer más que sobreactuar públicamente los problemas que no está en posición de solucionar-
Por: Jorge Grispo
En 2020, año de la pandemia, se publicó el libro Epopeya y tragedia del coronel Silvino Olivieri, de José O. Frigerio. El personaje es un intrépido y aguerrido luchador que intervino en las disputas liberales italianas y lombardas de 1848 y 1849. Terminó luego exiliado en Buenos Aires combatiendo para los ejércitos de la Confederación en 1852. Tras varias vicisitudes culminó dirigiendo una colonia militar agrícola con el objetivo de contener el avance de las tribus pampeanas que azotaban Buenos Aires, falleciendo trágicamente en 1856. Epopeya y tragedia confluyen en esta historia. Si tomamos el “relato” de la portavoz oficial, quien aseguró que “la gente va a reconocer la epopeya de este Gobierno”, no podemos dejar de compararlo con el personaje de la obra de Frigerio y confrontarlo con la realidad nuestra de todos los días, esa misma que el “spot” presidencial de campaña que acaban de lanzar se niega a reconocer. El “logro” de Fernández fue un 300% de inflación en tres años de gobierno. Festejar que no llegamos este año a los tres dígitos es de necios. El primer día de gobierno, del peor presidente de nuestra historia democrática, el dólar blue cotizaba a 67 pesos. Hoy a 360. Había menos pobres. Hoy hay más. ¿Y nos quieren hacer creer que somos el segundo país del mundo con más crecimiento después de China?
¿Epopeya o tragedia? La portavoz afirma: “No hay una crisis económica, hay algunas dificultades puntuales, pero estamos en un momento de mucho crecimiento. Además, el descenso de la inflación beneficia a los salarios y a los trabajadores. También sigue creciendo el empleo, incluso el privado”. Me viene una sola duda a la mente: ¿En qué país vive? ¿No recorre la calle? ¿Se mueve en colectivo o tiene un auto del Estado con chofer a disposición? ¿Cuánto hace que no pasa por el conurbano profundo, el gran Rosario, o algún pueblo del interior del país? ¿Visitó un centro de jubilados para ponerse al tanto de sus problemas? ¿Concurre a un comedor escolar de un barrio carenciado al mediodía para comer con los chicos bajo un techo de chapa, con un sol abrazador, de un verano bien “caliente” como el actual? ¿Es para ella una buena noticia que no lleguemos a los tres dígitos de inflación en 2022? ¿El dólar acercándose peligrosamente todos los días a un nuevo récord es parte de la epopeya? La desconexión con la realidad es abrumadora. La impericia, terminal.
Según Cerruti: “El país se encuentra en los cimientos de un gran momento”. Si caminara la calle (como indica el manual del buen funcionario) evitaría hacer el ridículo en público, como cuando da a entender que la oposición financia grupos terroristas. Millones de argentinos tienen dificultades severas para acceder a un plato de comida al día a pesar de que somos el granero del mundo. La pobreza se ha extendido por toda la nación, sin perjuicio de que gozamos de un terreno opulento en recursos. Al igual que el crecimiento del narcotráfico, un flagelo que cobra tristemente cada vez más impulso frente a la inacción del Estado. La educación ha dejado de ser, hace tiempo, un pilar de nuestra empobrecida patria para dar lugar a un deficiente sistema educativo como el actual, donde la militancia tiene más valor que el conocimiento y la capacidad de transmitirlo.
Alberto, soñando con su reelección, sale ahora con un spot de campaña afirmando todo lo contrario. ¿Es el momento de hacerlo? No. A partir de hoy vamos a transitar los últimos 10 meses del peor gobierno democrático. Al mandato constitucional de Fernández le quedan exactamente 329 días que se avizoran muy complejos de recorrer a consecuencia de una sucesión, casi infinita, de malas decisiones. Es una verdad sabida por todos que se ha debilitado a niveles muy peligrosos como para llevar el barco a buen puerto en lo poco que le queda a cargo del Poder Ejecutivo. Un presidente débil, poco y nada puede hacer, más que sobreactuar públicamente los problemas que sabe no está en posición de solucionar. Su agenda de intendente es la demostración más clara de lo debilitado que está.
Mientras en Brasil estallaba un escándalo político, el presidente visitó esta semana la ciudad de Miramar, para “inaugurar la construcción” de una cancha de hockey que financiará el Estado. Pasó de inaugurar construcciones que recién se ponen en marcha, marcando seguramente uno de los puntos más bajos de su desvencijada administración. Como para que nos quede más clara aún la falta de brújula, es el mismo presidente que sostiene a un canciller sin preparación alguna para el cargo que ocupa, cuyo comentario de días pasados merece no solo el máximo repudio, sino el señalamiento de la preocupación que nos producen conductas poco prudentes de quien tiene el peso de representar los intereses de todos los argentinos frente al mundo. En relación a los repudiables hechos de violencia que sucedieron en Brasil, no tuvo mejor ocurrencia, que señalar: “Esto es la radicalización de las derechas antidemocráticas”. “En la oposición había una colonización de tendencias antidemocráticas, de derecha antidemocrática que se veía en el resto de la región. Esto es tanto Trump en los Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil y lo representa Macri en la Argentina”. Macri ¿antidemocrático? ¿No fue CFK quien se negó -al igual que Bolsonaro- a entregarle los atributos de mando en 2015?
Mientras tanto la sociedad argentina está peregrinando por un camino de descomposición social a consecuencia de la ineptitud de un gobierno enfrascado en sus propias luchas, que solo gobierna para los suyos, ciego frente a las dificultades de los ciudadanos comunes. Cuando Alberto Fernández entregue los atributos de mando al próximo presidente, le dejará un país mucho peor del que encontró el 10 de diciembre de 2019. El Congreso está virtualmente paralizado a consecuencia del duro enfrentamiento del oficialismo con la oposición. Transitamos el año electoral más putrefacto que hemos tenido desde la recuperación de la democracia. La novedad es el nuevo embate contra el Poder Judicial. Además del pedido de impulsar el juicio político a los ministros del máximo tribunal, le suma ahora un nuevo intento de ampliar el número de integrantes. El vale todo pareciera ser la regla principal en un juego de tronos podrido, donde CFK se autoexcluye huyendo de la derrota, pero al mismo tiempo dejándose en la manga la carta de la proscripción para decir que las elecciones no fueron “limpias”. Más mugre sobre la mugre.
Resulta llamativa la desconexión entre la agenda del Gobierno y los problemas que enfrentamos el resto de los argentinos. Todos peleados con todos. Sin posibilidad, de momento, de un diálogo tan constructivo como necesario. La Vicepresidenta, como no podía ser de otra manera, solo se ocupa de sus temas personales, como la causa Vialidad en la que fue condenada y de la cual pronto se conocerán los fundamentos, que, por cierto, darán lugar a una nueva embestida contra el Poder Judicial, ya que es altamente presumible que compliquen aún más su futuro y el de su entorno familiar marcando el fin de lo que queda de su reinado. La ya condenada lo sabe muy bien y es una de sus preocupaciones principales.
Con todo este panorama por delante, es lógico que Human Rights Watch alertara en su último informe que la demora del Gobierno en la designación de jueces, del Procurador General y otros cargos, y la corrupción están socavando el estado de derecho. El informe mundial 2023 dice: “En la Argentina, la retórica hostil hacia los jueces por parte de autoridades, las demoras en la designación de jueces y otras autoridades de alto nivel y la corrupción, también presente en el poder judicial, han socavado de forma progresiva el Estado de derecho”. Y agrega: “El anuncio de juicio político contra todos los integrantes de la Corte, junto con declaraciones iniciales de que no se acataría un fallo del más alto tribunal, constituye un gravísimo ataque a la separación de poderes (Taraciuk Broner)”.
Un grave llamado de atención para todos los argentinos, mientras el Presidente se ocupa de hacer y difundir un spot de campaña más acorde a un vendedor de autos usados que de la máxima autoridad de nuestra Nación. Cuando culmine enero, Alberto Fernández habrá superado como presidente el 300% de inflación en su mandato. No hay nada que festejar.
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