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Un diagnóstico demoledor sobre el futuro del kirchnerismo rompe un tabú de la oposición

Se lo sugirió Horacio Rodríguez Larreta tras una discusión entre varios dirigentes y el radical aceptó sin vueltas.

Pablo Fernández Blanco
LA NACION

Una muestra de cómo están girando los engranajes en la oposición: las fricciones del armado electoral no traban el trabajo ni cuando se trata de un tema tabú.

Todo ocurrió en la penúltima reunión de la mesa nacional del principal bastión opositor al kirchnerismo. El último miércoles, en un nuevo encuentro de ese grupo, evaluaron el estado del reporte. Ya habían mandado borradores desde la Fundación Pensar (PRO), la Hannah Arendt (Coalición Cívica) y Alem (UCR).

Lousteau tiene la tarea de hallar un punto de partida común entre la heterogeneidad opositora y amalgamar opiniones distintas como las de Hernán Lacunza, Alfonso Prat-Gay, Luciano Laspina, jóvenes economistas cercanos a Elisa Carrió y su propio partido.

La clave de la nueva narrativa, como la bautizaron, será mantenerse a nivel superficial, dado que las diferencias recrudecen en los detalles. Más aún cuando todos están interesados en saber más de economía.

Macri tuvo una ronda de reuniones con especialistas que en su momento lo criticaron. Uno de ellos es Roberto Cachanosky -lo acercó Patricia Bullrich-, quien salió del encuentro pensando que el expresidente era aún más liberal que él mismo.

Cachanosky también se juntó con Vidal -ocurrió en Pizza Zero, frente al ACA central, y el economista pagó sendos cafés- y con Rodríguez Larreta, quien se junta a hablar de economía con Pablo Gerchunoff. La regla de esos encuentros es discutir más historia que actualidad. Tiene sentido: el jefe porteño no quiere repetir viejos errores en caso de que le toque conducir el país.

Los radicales están en otra carrera. Su nueva figura, Facundo Manes, se muestra visiblemente entusiasmado con cuestiones que tienen que ver con el conocimiento y el futuro, pero todavía en un estadio “pre-macroeconómico”, según dicen los correligionarios que lo impulsan. Están empezando a discutir las cuestiones estructurales.

Los dirigentes de la UCR están sorprendidos porque deben mediar entre las figuras del PRO. El presidente del partido, Alfredo Cornejo, no reprime reproches hacia Mauricio Macri. El último ocurrió el 18 de junio pasado, cuando el expresidente sostuvo que el coronavirus era poco más que una gripe. Ocurrió justo en Mendoza, donde el correligionario defiende votos.

Cornejo, que había cenado la noche anterior con Macri, le escribió para protestar por el entuerto. El fundador del PRO aceptó la crítica, reconoció que muchos se lo habían marcado y pidió disculpas más tarde.

Los errores tácticos no le impiden al exgobernador de Mendoza sostener a Macri en una línea de la estrategia. Pese a que los resultados económicos del gobierno anterior fueron malos, hay que salir a defender esa gestión, cree, en los renglones en los que la consideran exitosa. Ese dilema se puso en marcha el martes pasado. El ministro de Economía, Martín Guzmán, avisó que había acordado con el Club de París el pago parcial de US$430 millones para evitar un default, defendió a las espadas del Frente de Todos y cuestionó a Cambiemos.

La mordaza a la narrativa económica autoimpuesta en la oposición frenó la pulsión de varios dirigentes. Querían recordar que, por no negociar mejor, Guzmán seguirá pagando una tasa del 9% en dólares cuando critica el 4% anual que cobra el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Debajo de las batallas cotidianas crecen monstruos más aterradores. Donde el Ministerio de Economía celebra el aumento del endeudamiento en pesos, los dirigentes más viejos ven un proceso similar a los que atravesaron tanto Raúl Alfonsín y Carlos Menem. Nadie niega que pueda ser el principio de otro plan Bonex.

Hay más diagnósticos compartidos entre personas diversas como el propio Macri y Patricia Bullrich, Larreta, Cornejo y Maximiliano Ferraro, presidente de la Coalición Cívica. La administración de Alberto Fernández, pronostican, llegará mal a las elecciones de este año y peor a las de 2023 porque el rumbo que escogió para la economía la conduce a una encerrona que se pagará con votos.

Las dudas de la oposición pasan, en cambio, por la mejor manera de acompañar a Alberto Fernández en el pronosticado camino al fracaso. Quienes hablan con Larreta lo asocian a una idea de no intervención que se resume en una regla política de inspiración bonapartista: nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error.

En cambio, Macri coincide con los halcones radicales en la conveniencia de dar la batalla en la opinión pública. Piensan que en política las cosas no suceden si alguien no las promueve.

La presidencia del peronismo por parte del jefe de Gobierno porteño es parcial. Es probable que nadie tenga más en consideración que él a los dirigentes justicialistas con los que “se pueda dialogar” de cara a un eventual proyecto para el futuro.

Larreta dice que Juntos por el Cambio puede ganar las elecciones, pero no erradicar los males que acechan a la economía argentina desde hace 70 años, sin un gobierno de coalición. Es una idea que germinó hace años y terminó de madurar en la gestión de Mauricio Macri. Sobre esa base, arroja al aire ideas que espantan incluso a algunos propios, como darle la jefatura de Gabinete a un referente de la oposición con poder territorial y compartir el ejercicio del poder con los eventuales derrotados para facilitar los cambios estructurales que necesita la Argentina.

Otras apuestas son incluso más osadas. Larreta, uno de los presidenciables, cree que el control de la inflación requiere de un shock capaz de ser sostenido por los actores políticos, la clase media y los más pobres. ¿Cómo hacerlo? Regalando tierra, por ejemplo.

La idea es inflamable, pero no desconocida. Se hace desde hace tiempo en algunos barrios populares porteños donde de la mano de la ministra de Desarrollo Humano María Migliore por primera vez se escrituran inmuebles que quedan en manos de sectores desfavorecidos, en el marco de un plan de inserción de la economía popular. El más conocido es el del 31. Curioso giro de la historia: ideas revolucionarias de José Gervasio Artigas con las que se identifica Juan Grabois podrían aplicarse dos siglos después de la mano de la denostada derecha política.

Pablo Fernández Blanco

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