¡Señores legisladores! Terminen con los juramentos delirantes

Qué manía la de nuestros representantes de asumir sus bancas como si fueran protagonistas de una gesta. En varios distritos ya empezaron a brindarnos discursos insólitos. Hoy juran los diputados nacionales. No vendría mal un poco de sobriedad.

Por: Claudia Peiró

Qué manía la de nuestros representantes de salirse del libreto con los juramentos cuando asumen una banca. Hoy probablemente seremos testigos de una nueva andanada de invocaciones delirantes, sectarias y auto celebratorias, porque cada uno que llega ahí parece creer que lo hizo exclusivamente por sus méritos personales. Sin embargo muchos de ellos figuraron en una boleta gracias al dedo del jefe de turno en razón de motivos que, con demasiada frecuencia, no hacen a su representatividad ni a sus capacidades, sino a la obediencia que profesarán al que los designó.

En primer lugar cabe decir que el juramento debe ser estándar, por la Patria, por el Pueblo, por la Constitución, es decir, por valores y pactos compartidos por todos —¿o no?—, y por Dios, en el caso de los creyentes -en este país, la gran mayoría-, y si no creen, aunque sea por tradición, porque es el Dios invocado en el preámbulo de nuestra Carta Magna (que se supone nuestros beneméritos representantes, si no la conocen en detalle, al menos la han leído alguna vez).

No es por su papá, su mamá, su puntero o prócer preferido. Ya van a tener tiempo, si de verdad les importan sus familias y sus referentes políticos, de honrarlos con su desempeño. Pero cuando estén jurando, sería ideal que tuvieran presente que están ahí por la generosidad de los argentinos que los votaron y en nombre de las necesidades y esperanzas de esos compatriotas, tantas veces defraudados. Están por el país que otros hicieron grande. Entonces, ¿es mucho pedir que hagan gala de respeto institucional? De conciencia histórica. Y de modestia. Todavía no demostraron nada (al menos en la gran mayoría de los casos). Nada. Asúmanse como lo que van a ser: representantes del pueblo de la Nación. No de sí mismos. El Congreso se llama honorable, pero eso hay que ratificarlo todos los días. No hagan papelones. No sean individualistas. No es el día de su graduación.

Esto no lo digo porque sí, sino porque ya empezaron. Miren por ejemplo el speech de esta diputada provincial: “Por la perspectiva de derechos humanos que incluye la perspectiva de género, de disidencias, de diversidad, de niñeces. Por un ambiente sano, por una economía al servicio del pueblo, por la resistencia al negacionismo del cambio climático, por la resistencia al negacionismo de las dictaduras militares. Porque el feminismo va a vencer y el patriarcado va a caer, sí, juro”.

De la constitución provincial… ni noticias. De la Patria, del pueblo de su provincia… nada. Eso sí, todo el credo progre-feminista. Sólo le faltó la Pachamama y el antiespecismo. No doy nombres ni digo la provincia porque no es un caso aislado.

Como el discurso de esta diputada le pareció corto, un diputado trotskista que vino detrás de ella lanzó: “Por mi querida Diana, nuestros hijos y nietos, mis padres y hermanas, por mis queridos y queridas compañeras de lucha, gracias a ellos estoy aquí, por nuestros pueblos originarios despojados de todo su territorio por un Estado de minorías con genocidios, por nuestros combatientes de Malvinas que lucharon heroicamente contra el imperialismo inglés dirigido por Margaret Thatcher, por Mártires López, René Salamanca, Otto Vargas y Rafael Gigli y en ellos nombro a todos los camaradas que dedicaron su lucha por una salida revolucionaria que los libere de toda dominación extranjera como soñaron nuestros patriotas de la independencia, por los 30 mil detenidos desaparecidos, por no permitir que se entregue nuestra patria y se haga sufrir a nuestro pueblo, por la defensa de los derechos conquistados y los que falta conquistar abriendo con la lucha un camino liberador por los que entienden que libertad es ser soberanos e independientes de toda dominación extranjera, por los que van a entenderlo pronto y tendrán su lugar para resistir estas políticas, por los verdaderos y profundos cambios que hacen falta. Por último, para nuestros jóvenes esforzándonos para que encuentren una causa a su rebeldía pero para terminar con la verdadera casta de los terratenientes imperialismos y su serviles vende patrias locales, los que cosecharon la bronca popular ante la falta de respuestas y el coraje necesario para tomar medidas contra los que se llevan con pala las riquezas de nuestro pueblo que se queda con hambre. Seguiremos defendiendo con leyes lo que defendemos con luchas todos los días, no daremos un paso atrás e iremos por más, por todo eso juro”.

Perdón por la larga transcripción. Pero este juramento habla de la alucinación colectiva que se instaló en este país en muchas cabezas. Gente que habla como si hubiese estado protagonizando alguna gesta libertadora en los últimos años. Me pregunto si viven en el mismo país que yo o si yo estuve distraída y me perdí el momento en el que tomaron el Palacio de Invierno.

¿Qué les pasa?

En la Ciudad de Buenos Aires no se quedaron atrás. Hubo varias invocaciones al número fetiche de 30.000 desaparecidos, a la escuela pública y a la Memoria, con mayúscula, que es como en estos años se llamó a la interpretación sesgada e incompleta del pasado.

La palma se la llevó al diputada del Frente de Izquierda y de los Trabajadores, Cele Fierro, que dijo: “Por las y los 30 mil, por la educación y por la salud públicas, por las infancias de nuestro país y del mundo, en especial por la palestina que hoy junto a su pueblo sufre de un genocidio, por todas las luchas, contra la explotación, la opresión de las mujeres, el ecocidio y el capitalismo, por un gobierno de las y los trabajadores y el socialismo”, sí, me comprometo”.

O sea, nos tiró todo el programa de la (ultra) izquierda, que, vale recordar. cosechó menos del 3 por ciento de los votos. Como sea, estamos en democracia y la votó la suficiente cantidad de ciudadanos como para sentarla allí, pero se supone que esos ya conocen sus ideas.

En honor a la verdad, la mayoría de los legisladores guardó las formas y nos ahorró su recitado. Pero, ¿qué es eso de “sí, me comprometo”, en vez de “¡sí, juro!”?

Tremendo contraste entre el fuego que salió de la boca de Cele Fierro y el tibio verbo del final. No fue la única, hubo varios que optaron por esa tibieza, acorde con estos tiempos de pensamiento débil. Lo ridículo es el contraste entre el “me comprometo” y las proclamas incendiarias…

Un lenguaje desmesurado que invoca fantasmas inexistentes y elude problemas bien corpóreos.

CABEZAS QUEMADAS

Por caso, ya que estamos conmemorando los 40 años de democracia, digamos que ésta está recontra consolidada y desde hace tiempo. La mejor prueba de ello es que resistió la crisis del 2001, cuando los mecanismos constitucionales previstos para ese tipo de conmociones internas fueron puestos a prueba y funcionaron. Así como no tuvo un solo padre, tampoco fue la acción de una sola gestión, ni de un solo partido, ni de un solo dirigente, lo que consolidó la democracia.

Sin embargo, una épica imaginaria sitúa el fin de la dictadura en 2003, más o menos. Hace unos años alguien me dijo: “Ojo que muchos pibes de hoy creen que la dictadura terminó en 2003″. En ese momento mi reacción fue de incredulidad, pero hoy me rindo ante la evidencia, al ver los estragos que esa versión causa en muchas mentes desprevenidas o poco pobladas.

Con posterioridad a la crisis del 2001, se instaló el relato de que la democracia había sido hasta entonces incompleta, frágil, inestable. Algunos llegaron a pintarla como una continuidad del Proceso. La mal llamada política de derechos humanos —que en realidad consistió en un uso demagógico del pasado— no requirió de ninguna valentía ni de ninguna lucha, porque no existía ya la más mínima capacidad de reacción por parte de los implicados. No la hubo de hecho. Calificar como acto de coraje el descolgar cuadros de personajes que estaban “muertos” mucho antes de su desaparición física es un insulto a la inteligencia. Y a la memoria de los verdaderos valientes que este país ha tenido en su historia.

Esas fake news sobre el pasado son las que habilitan a que se asimile cualquier cosa a la dictadura. En las nuevas generaciones lo podemos disculpar, porque no vivieron aquello. Pero hay demasiado viejo (adulto mayor, si prefieren) —y vieja— dando vueltas por ahí que sabe muy bien que están estafando con ese verso.

Pero, a fuerza de asambleas, movilizaciones y “militancia”, todo lubricado con eso que don Hipólito Yrigoyen llamaba “efectividades conducentes” —a saber, cargos, sueldos, subsidios, programas, becas, etc., etc.— la bola fue creciendo y el relato se fue radicalizando. Hay gente que, siendo gobierno, habla con lenguaje de vísperas como si estuviese por tomar el poder.

El inminente cambio de administración radicalizó el discurso. En parte por el temor a perder prebendas. O el trabajo, y eso es más que entendible. Nadie que conozca el desempleo puede deseárselo a nadie, Ojalá que pronto nuestro país pueda recuperar una senda de crecimiento que permita modernizar el Estado sin causar un estrago social.

Pero si la inquietud es entendible, la desmesura no lo es. En pasillos de algunos ministerios se escucha a jóvenes expresar temor a que los militares salgan a secuestrar gente… Es el síntoma más agudo que vi hasta ahora de la alienación mental causada por el relato.

Si se puede asimilar a un gobierno democrático con la dictadura sólo porque no te gusta, es entendible que se autoperciban revolucionarios por el solo hecho de levantar el puño.

Hace unos días, los estudiantes tomaron una facultad de Arte. En el video que circula en X (Twitter), un joven habla con lenguaje inclusivo y con una elevadísima opinión de sí mismo y de sus camaradas en lucha: “Me parece que (estar acá) es un acto de rebeldía absoluta, que lo tenemos que sostener. Se viene un período muy duro. ¿Cómo es posible que un candidato tan facho, tan negativo, tan agresor de los derechos humanos, hoy haya sacado 14 millones de votos?”

Ellos son revolucionarios y el pueblo se equivocó. Se ponen galones ajenos, al igual que los que han gobernado desde 2003: “Somos el país que logró instalar el Nunca Más, somos el país que terminó la dictadura movilizándose en las calles, somos el país que tiró a 5 presidentes en una semana…”.

Me da que la dictadura estaba bien terminada cuando nació este muchacho. Y en el 2001 debía usar pañales.

“No es momento para tener miedo”, arenga un muchacho que no tiene idea de lo que fue la represión ni la dictadura. Agrega: “Necesitamos luchar para que no avance en ninguno de los derechos que quiere avanzar [N. de la R: Milei, se entiende] y a su vez luchar para tener más derechos”. Y concluye, cual combatiente veterano: “Yo me cansé de vivir resistiendo, yo quiero luchar por más derechos…”.

Impacta ver tantas cabezas quemadas por un relato deformado de lo que han sido los últimos 60 años de nuestra historia, por poner un límite.

Este joven parece creer que los derechos básicos de que gozamos los argentinos se los debemos a él, a la lucha de los estudiantes de arte y a las últimas gestiones. He escuchado decir que vienen por el aguinaldo, por ejemplo, un derecho que ni la dictadura conculcó. Que haya empresas o administraciones que lo pagan en cuotas o gente que no lo cobra porque tiene contratos precarios o trabaja en negro es una realidad creciente bajo gobiernos que se jactan de ampliar derechos. El grueso de esos derechos no se los debemos a ellos. Ellos les deben a los argentinos una mejor gestión para que esos derechos se cumplan efectiva y ampliamente.

Concatenada con la resistencia imaginaria a una dictadura que hacía tiempo estaba en la historia y con combates urbanos módicos -léase escraches- contra “enemigos” designados por el relato, vino la revolución del feminismo, igualmente fantasmal, porque en este país el patriarcado tiene menos existencia que los molinos de viento de Don Quijote. Acá la cosa adquiere el carácter de gesta en la narración de sus protagonistas.

Por ejemplo, en el libro, Mareadas en la marea. Diario íntimo y alocado de una revolución feminista (Siglo XXI Editores), sus coautoras, Cecilia Palmeiro y Fernanda Laguna, parecen convencidas de haber protagonizado una “revolución”, trasnochada, porque llega cuando ya todo está hecho.

Sobre la primera marcha NiUnaMenos dicen: “Ese fue, literalmente, el primer día de nuestras nuevas vidas. Dejábamos de ser víctimas para ser protagonistas de la historia. Una compañera nos llamó para decirnos que desde ese momento la Argentina tenía nuevas próceres: era la marea entera como sujeto colectivo, histórico y político”.

No les sorprende la simultaneidad del movimiento en todos los países occidentales, la protección y banca que tuvieron desde el primer día por parte de los gobiernos ni la promoción recibida desde los organismos internacionales, esos mismos que en otras oportunidades denuncian (ONU, Banco Mundial, FMI, etc). Creen que están en una patriada mientras gozan de todo tipo de beneficios materiales e inmateriales.

No me extrañaría ver hoy en el Congreso puños en alto y escuchar discursos desmesurados, desubicados, hipócritas y grandilocuentes. Sin embargo, no pierdo la esperanza de que nuestros representantes sepan honrar sus mandatos desde el primer día, desde el primer momento, desde la jura, y nos den el ejemplo de la respetuosa solemnidad que nuestra castigada Patria merece.

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