Si Milei agradeció públicamente a sus cuatro perros mastines Murray, Milton, Robert y Lucas haber llegado a la presidencia, el ministro del Interior, Guillermo Francos, no podía quedarse atrás.
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Usó la red X para anunciar alborozado que Daniel Scioli, alias Pichichi, se sumaba al Gobierno como secretario de Turismo, Ambiente y Deportes. Algo así como el quinto pichicho aunque, obviamente, no residirá en Olivos y menos en un canil. Ya bastante tuvo con los 21 años en que vivió embretado bajo las órdenes del peromenemkirchneralbertismo sin lograr lo que realmente se había propuesto: llegar a ser el dueño de la veterinaria mayor.
En 2015, quedó a dos puntos de ser presidente. Había ganado en primera vuelta, pero Macri le arrebató la banda cuando Pichichi –el supuesto goleador– ya pensaba en pintar de naranja la quinta de Olivos.
Carlos Menem lo metió en política. A él y a Ramón Ortega, con la diferencia de que Palito volvió a los escenarios y Pichichi recorrió casi todas las orquestas sin conseguir nunca la batuta mayor. Fue legislador y funcionario menemista, burócrata del efímero presidente Adolfo Rodríguez Saá tras la renuncia de De la Rúa, y ratificado por Duhalde. Quiso ser candidato a jefe de gobierno, pero terminó como vicepresidente de Néstor Kirchner, ganándole al propio Menem, su mentor, quien desistió del balotaje. A poco de su conversión kirchnerista, Néstor lo relegó a tocar la campanita en el Senado cuando Scioli empezaba a mostrar signos promercado.
Como un pichicho fiel y aguantador, mostró una increíble sumisión a los destratos de Cristina Kirchner. Fue dos veces gobernador bonaerense, con más debes que haberes. Sobrevivió políticamente incluso a la responsabilidad que debería haberle cabido por la trágica inundación en La Plata –donde se mintió hasta con el número de muertos– y por la pobreza endémica bonaerense.
Su victimización le permitió seguir vigente y a la espera de que un nuevo adiestrador de votos le tirara un hueso. Lo consiguió con Alberto Fernández, quien lo mandó a Brasil, lo trajo de Brasil, lo puso como ministro y lo devolvió a Brasil a los pocos días. Una oportuna zancadilla de Massa lo sentó a tomar otra vez caipirinhas. No obstante, como buen Pichichi, terminó apoyando la candidatura de Massa a presidente contra Milei, su nuevo jefe.
“Harás un enorme aporte”, escribió Francos sobre Scioli. Tal como viene la mano, siempre es bueno tener a alguien fiel. Fiel a todos.
Graciela Guadalupe
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