Fernández había confirmado hace semanas su asistencia a la asunción de Luis Arce a la presidencia de Bolivia. Pero la ceremonia simbólica del cruce de un país a otro, al día siguiente, no estaba prevista.
Se gestó el miércoles pasado, durante una cena íntima con Evo Morales en la que el Presidente le propuso acompañarlo en el paso por tierra a su país, después de 11 meses de permanecer en el exilio. El exmandatario boliviano aceptó enseguida.
La organización del acto, que los involucrados calificaron como «simbólico», estuvo a cargo de la Secretaría General de Presidencia, que conduce Julio Vitobello, y de la Secretaría de Comunicación, de Juan Pablo Biondi. Fue una planificación contra reloj de un evento, que generó dudas hasta último momento por la seguridad del Presidente en La Quiaca, y por la infraestructura del acto, al que se esperaba pudieran llegar a asistir miles de personas. Hasta el viernes no se confirmó la escala en Jujuy. E incluso el domingo aún estaba en duda.
Fernández encargó a funcionarios de su confianza que se ocuparan de las tratativas con el gobierno jujeño, a cargo del referente opositor de Juntos por el Cambio Gerardo Morales, crítico del expresidente boliviano. De acuerdo con información de fuentes de la Casa Rosada, el gobierno radical dio el visto bueno al acto en La Quiaca, pero aclaró que no brindaría infraestructura. «No tuvimos apoyo de la gobernación y no sorprendió. Morales le ha dicho dictador a Evo, se esperaba», dijo un asesor del Presidente.
Según pudo reconstruir LA NACION, los funcionarios del gobierno de Alberto Fernández organizaron el acto en la lejana localidad de La Quiaca a distancia, en pocos días. Para ello, acudieron a la ayuda del jefe comunal Blas Gallardo, con quien no habían tenido diálogo hasta el fin de semana. «El intendente, un fenómeno. Por suerte era de nuestro mismo espacio. Se puso a disposición», dijo una fuente al tanto de los agitados menesteres organizativos.
Fernández viajó a La Paz el sábado. El protocolo indicaba que se quedarían hasta el lunes. Pero tenía otros planes. Después de varios días de frenesí, cuando terminó el acto de asunción, en las primeras horas de la tarde, el Presidente y su comitiva emprendieron el vuelo, en el mismo avión que los había llevado a Bolivia, rumbo a La Quiaca. Llegaron a esa ciudad a las 18. Evo Morales, quien llegaba desde Buenos Aires, demoró unas horas más. Cenaron llama flambeada entre mutuos elogios y repetidos agradecimientos de parte de Morales, y pasaron la noche en un hotel de la zona, que los presentes calificaron como «humilde». En tres ocasiones salieron a saludar a vecinos.
El lunes, funcionarios locales y nacionales dispusieron el operativo para el traspaso fronterizo. El intendente preparó una tarima, colocó sillas «de plástico», y un vallado para contener a los asistentes, que sumaban unas 2000 personas del lado argentino. Del otro, hacia la localidad de Villazón, eran más.
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