Estos son tiempos de una gran complejidad y oscuridad. Y nadie encuentra la salida en el stand de los espejos contrapuestos de la economía y la política nacional.
Por Daniel Muchnik.
No es sólo la pandemia, cuyas características e incidencias la manejan unos pocos.
El país sigue mostrando muy pocas cifras de producción. Una vez habilitadas algunas fábricas no volvieron ni siquiera a tener la misma demanda desinflada de los dos años anteriores a la llegada del COVID-19. Un Frankenstein está instalado en el Banco Central, y después se pasea por el Ministerio de la Economía, la Casa Rosada y Olivos. A la sociedad activa, la reciente devaluación y el apretón del cepo la descolocan.
Todas las conquistas salariales obtenidas por obreros y empleados en las paritarias, o en los arreglos que se efectuaron por separado en algunas compañías, se desmoronaron. Los aumentos conseguidos se esfumaron. Volvieron a los ingresos anteriores.
El día a día es desgastante, pero no solo por las estadísticas sino por las sinuosidades de los distintos grupos de poder dentro del mismo Gobierno. La promesa con que arribó Alberto Fernández de crear un presente de consenso no se ha cumplido, todo los contrario. Como su imagen pública se ha desgastado, ahora es una locutora la que informa la extensión de la pandemia. Todo lo que vino diciendo hasta su arreglo político con Cristina Fernández, con críticas constantes y valederas, se lo llevó el viento. Como el Gobierno lo comparte con la vicepresidenta, y es la vicepresidenta la que muestra el rumbo, Fernández saca de la galera un tema añejo como es el federalismo para suavizar las inquietudes de los gobernadores y le quitarle los fondos coparticipados a la Ciudad. Las víctimas, vinculadas al PRO y el radicalismo, prometen llevar esa decisión a los Tribunales. Es el Presidente, por lo que se ve, el que abre cuando puede la grieta.
La clase media, que era el orgullo de la nación, es fustigada por varias vías. El apretón impositivo es insoportable (hasta los jubilados pagan el impuesto a las Ganancias), se llegará a una inflación anual de más del 50 por ciento y se asegura que las tarifas actuales de los servicios públicos son pasajeras. Empezaron con el aumento en los combustibles y terminaron asegurando que el costo real de los servicios públicos (una decisión característica del cristinismo) volverá a ser reales muy pronto. Es un sofocón sobre muchos sofocones. Ello en un contexto de gran recesión y desempleo.
Doce millones de argentinos viven de los cheques del Estado, pero los beneficiados también siguen quejándose. El mismo Gobierno confirma que gran cantidad de los que reciben ayuda transforman todo en dólares. Una “bicicleta” con ganancia que financia el poder político. En 2019 llegaban a más de 21 millones. Casi 8 millones de ellos cobran jubilaciones y pensiones. Representan más del 5 por ciento del PBI, pero el total de los beneficiados reciben el 10,4% del PBI.
La gran pregunta de los expertos es si toda esa masa marginal va a poder volver al trabajo o le van a sentir el gusto de quedarse en casa mientras el Estado los solventa. Todas las malas costumbres son las banderas de un populismo negativo en todas las áreas.
Año tras año, los solventados por el Estado siguen en aumento porque la pobreza no tiene techo. Ronda el 36 por ciento de la población, pero se estima que a fines del 2020 será más del 40 por ciento, aunque sigan asistidos por la administración pública. En todos los últimos años no se han podido alcanzar empleos de calidad. Si existen, en cambio, los informales, con sueldos bajos.
La política es materia importante en este momento. El Frente para Todos es una alianza con distintas ideologías y procedimientos. No se comunican entre ellos y actúan con independencia. Borran con el codo lo que escribió y sostuvo la Casa Rosada. En el PRO, incluyendo al radicalismo, están los que cuestionan y le pegan al poder, y están los moderados, los que piden cautela. También hay diferencias que no son solamente de modales y del uso de adjetivos.
Es cierto que el oficialismo está dispuesto a “ir por todo”, a vengarse del gobierno macrista. Es sorprendente que en medio de la peligrosa actualidad económica, donde no se podrá producir porque se necesitan insumos externos que impide el cepo, sin trabajo y con abultadas deudas producto de la pandemia y la paralización del país, el Parlamento se dedique a sacar de sus asientos y eyectarlos a otros sitios a jueces que juzgaron la amplia y probada corrupción gestadas en el paso de Cristina Fernández por Balcarce 50. ¿Son los jueces la primera prioridad?
Por supuesto que este mar de problemas (que incluye la toma de tierras privadas y las barreras que se crean para infelicidad de la clase media y alta) favorecen los planes de traslado de fábricas, comercios y profesionales al Uruguay, donde se respiran otros aires. En los últimos dos meses, el presidente Luis Lacalle Pou ha sido la estrella de todos los zoom de instituciones y grupos de personas interesadas en lo que pasa cruzando el Río de la Plata y en sus formas de vida. Eso se junta a las empresas extranjeras que sen van o analizan irse del país. Ser o no ser, esa es la cuestión.