Mucho se ha dicho en estos días acerca de la reprochable actitud del presidente y su entorno al violar sus propias disposiciones en pleno aislamiento, que derivó en la foto del escándalo del cumpleaños de su compañera en la Quinta presidencial de Olivos.
Por Silvia Giacoppo*
Pero tal vez no alcance lo que se haya dicho. Es que la gravedad del tema es tal que es necesario seguir reflexionando y, tal vez, tomar alguna acción ejemplificadora.
El primer mandatario debería ser el primero en reconocer esto y presentarse en la justicia a declararse culpable, del mismo modo que se denunció a tanta gente durante el ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio). Pero él, el presidente, decidió esquivar y minimizar la cuestión diciendo que fue un “error”. Y, lo peor, “un error ajeno” porque no dudó en endilgarle el caso a su “compañera Fabiola” que decidió organizar un brindis para celebrar su cumpleaños.
Enoja. Todo enoja. Enoja el hecho en sí, el momento en que se hizo, la forma de desestimar la cuestión. Enoja la actitud del presidente de no hacerse cargo y lanzar las culpas a otros y otras.
El ejemplo, siempre, debe venir desde arriba. Más aun siendo el presidente y, mucho más, si ese presidente debe conducir los destinos del país en medio de una pandemia. Sus hechos y sus palabras, en una situación acuciante, serán mirados por todos.
Es verdad que desde hace rato el presidente viene perdiendo credibilidad y la confianza de la sociedad. Sus determinaciones erráticas fueron mellando la imagen y aumentando las críticas de propios y extraños. Se siente en el humor social y así, también, lo reflejan las diferentes encuestas ya sean estas de tono electoral, de cara a las PASO, o de marcha de la gestión de gobierno. La relación de confianza entre los ciudadanos y sus gobernantes es primordial. Puede haber diferencias, políticas, ideológicas, de gustos. Pero es necesario que, más allá de eso, cuando el presidente se dirija al pueblo lo haga con autoridad. Por ello creo que el “Olivosgate” es más grave de lo que se intenta mostrar.
Alberto Fernández ha decidido romper con ese pacto. La gente ya no le cree, le desconfía. Y lo hizo sólo, por elección. Y es grave. Nuestro país tiene muchos problemas por resolver en su camino. Inflación, pobreza, infraestructura. Y una pandemia que aún no ha terminado. ¿Desde qué lugar le va a hablar ahora el presidente al pueblo con su imagen en decadencia y su credibilidad tan dañada? ¿Si ya se veía complicada su autoridad -con la potente presencia de su vicepresidenta- para llevar las riendas antes de este evento, como seguirá ahora?
Estamos en medio de una campaña electoral y quedan dos años más de gobierno. Estaremos todos, los propios y la oposición, para colaborar y reconstruir el tejido social que se dañó -entre otros- primero con el vacunatorio Vip y ahora con este mensaje tan lamentable. Se ha dañado de forma lacerante a una sociedad muy lastimada. La política debe posicionarse y estar a la altura de las circunstancias. Aquí estará la oposición para remarcar errores, corregir el rumbo y hacer los aportes necesarios para que nuestro país no siga en esta decadencia en la que nos quieren envolver.
*Senadora Nacional por Jujuy (UCR) y miembro del Consejo de la Magistratura