Alberto Fernández tomó en soledad y de forma inconsulta la decisión de recrudecer las restricciones a la circulación y de suspender las clases por 15 días.
A contramano del modelo de gestión de la pandemia que había aplicado desde que se inició la crisis sanitaria, el Presidente optó por dar la orden desde arriba, con la autoridad que le da el cargo, sin generar consensos con la política ni con parte de su propio equipo.
Así lo reconocen quienes trabajan en la diaria con el Presidente, que aseguran que ayer lo vieron muy decidido a avanzar, cueste lo que cueste. “Él dice que lo eligieron para tomar decisiones, que pagará el costo político de ser necesario, pero estaba convencido de hacer esto”, dijo a LA NACION un estrecho colaborador del jefe de Estado.
Las medidas ayer las comunicó “sin leer y en una sola toma”, aseguraron testigos que participaron de la grabación. Hubo poca preparación y por eso hoy debió aclarar parte de su mensaje, cuando dijo que no apuntó a los médicos por el “relajamiento”.
La suspensión de clases, reconocen en la Casa Rosada, es la medida “más controvertida” del paquete que se anunció. Rompió con la palabra oficial -que aseguraba que la presencialidad en las aulas sería “lo último a suspender”- y generó un rechazo transversal en la sociedad. Nadie sabe cuándo la idea entró en la cabeza del Presidente, pero todos aseguran que Fernández se lo terminó de confirmar a su equipo ayer por la tarde en Olivos, cuando se acercaron el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero y la ministra de Salud, Carla Vizzotti, además del secretario de Comunicación Pública, Juan Pablo Biondi y el secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello.
Por eso quedaron descolocados el ministro de Educación, Nicolás Trotta y Vizzotti, que horas antes habían insistido en la persistencia de las clases, al mismo nivel que las actividades laborales.
“Sabemos que lo de las clases es lo más controvertido, lo decidió él en el último minuto. Y la idea es que sea solo por estos 15 días”, aseguró a LA NACION un importante portavoz oficial, mientras sobrevuela la incertidumbre por la posible prórroga de las medidas.
Otro alto funcionario explicó: “Él estaba convencido de dar un golpe de efecto con las medidas para lograr tres cosas: inclinar un poco la curva de contagios, que está vertical como una pared; desagotar las camas de terapia intensiva ocupadas por patologías que no son de urgencia y avanzar con la vacunación”.
El funcionario, que tiene despacho en la Casa Rosada, acotó que Fernández fue “amasando la decisión” en el aislamiento de Olivos apenas se decretó el último DNU, el viernes pasado. Esas medidas quedaron cortas. “Tuvo más tiempo libre para hablar con muchos especialistas, infectólogos y epidemiólogos, que le advirtieron que a la luz de las cifras de contagios y de la situación del sistema sanitario, las medidas que se habían tomado en la semana eran insuficientes”, dijo.
Las medidas que se anunciaron ayer se comenzaron a delinear el martes por la noche en la reunión de emergencia que convocó a la Casa Rosada a buena parte del gabinete nacional. Fernández seguía aislado, pero se contactó telefónicamente a esa cumbre de ministros. Allí le pidió a la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, y al ministro de Defensa, Agustín Rossi, que aumentaran el despliegue de sus uniformados para hacer cumplir las medidas.
Tal como reveló el propio Fernández hoy, también tuvo diferencias con parte de su gabinete. “Tuve discusiones dentro de mi equipo, porque el ministro de Educación (Trotta) que creía que había que insistir más con las clases presenciales. Pero las clases presenciales no son solo eso: hay que ir a un colegio primario, estar en el horario de salida, ver cómo las madres se agolpan frente a la puerta, ver cómo los chicos juegan entre sí cambiándose los barbijos…”, se justificó, ante la medida más antipática de todo lo que anunció.
En el Gobierno había mucho enojo con los gobernadores, que estaban facultados para profundizar las restricciones en sus territorios y no se animaron a dar el paso. También apuntaban a los mandatarios provinciales por la falta de controles. La imagen del shopping Unicenter del fin de semana, atiborrado de personas, fue una de las que más irritación generó en el Gobierno.
El Gobierno transmitió públicamente un “ultimátum” a los mandatarios provinciales para que tomaran medidas, pero finalmente Fernández no les dio más tiempo. “Me eligieron para gobernar y debo tomar las decisiones, no puedo esperar a que se definan los gobernadores”, le transmitió a su equipo.
Fernández no habló con Horacio Rodríguez Larreta ni con otros gobernadores que disentían con esta postura. Sí dialogó con Axel Kicillof, el principal promotor de las medidas estrictas. En La Plata ya venían hablando de ampliar la restricción nocturna y de la suspensión temporal de las clases y ganaron la partida sin sentarse a una mesa de discusión, a diferencia de todos los anuncios anteriores.
Ayer por la tarde, el Presidente rompió su aislamiento -a pesar de que el parte médico de la Unidad Médica Presidencial había fijado el retorno a su actividad habitual a partir de hoy- y convocó a una mesa chica a la quinta de Olivos para, directamente, anunciar las medidas.
Fernández lo dijo hoy en Radio Diez sin rodeos. “Esta medida no la consensué. La tomé yo y me hago cargo yo”. A diferencia de lo que hizo durante el último año, tomó las decisiones solo, sin consultarlas con la política ni con parte de su gabinete. Y lo hizo de forma más expeditiva que nunca.
Maia Jastreblansky
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