Como nunca antes, Javier Milei y Victoria Villarruel exhiben sus diferencias en público y se desafían en un juego de poder con final incierto. En el mejor de los escenarios, serán tres años y tres meses de una convivencia turbulenta, hasta que termine el mandato.
La Vicepresidenta decidió hace diez días no dejar pasar ningún otro gesto que considere de “humillación”. El viernes 16 estuvo hasta las 17.30 aguardando que llegue una invitación formal de la Secretaría General de la Presidencia para asistir a una ceremonia de las Fuerzas Armadas que encabezaba el jefe de Estado.
Si bien sabía que nadie le negaría el ingreso al Edificio Libertad y así se lo hicieron saber en el Ministerio de Defensa, ella quería que se cumpliera el protocolo y recibir la nota desde la oficina de Karina Milei. Eso no ocurrió y entonces Villarruel decidió hacer trascender su malestar.
Este episodio, en apariencia menor, constituye la primera vez que ella toma la delantera y embate, en la previa de una semana en la que sabía que tendría protagonismo de la mano de la audiencia del juez Ariel Lijo en el Senado y los debates por las dietas y las jubilaciones en el recinto.
“Javier no pone freno a los que la atacan”, sostienen en su entorno. Hace tiempo que se quebró el vínculo personal y no hay posibilidad de reconstrucción de la confianza política. Sobre todo porque los principales detractores son la hermana del Presidente y su asesor Santiago Caputo. Pelearse con ellos es como hacerlo con Milei.
En medio del fuego cruzado, Caputo le envió instrucciones a la vice por WhatsApp: le pidió que traten primero el pliego de Manuel García Mansilla antes que el de Lijo, a la hora del dictamen y la votación. Después de ese intercambio corto y seco, Villarruel dijo públicamente que el juez federal “no tiene pergaminos” para la Corte. El trámite de la designación de los dos candidatos son una prueba de hasta qué punto la lealtad de la Vicepresidenta está con Milei.
El recelo con Villarruel es cada vez más fuerte por eso se ocupan de no dejar un solo flanco débil que exponga al Presidente. En la Casa Rosada están al acecho porque le atribuyen al jefe de la Casa Militar, Sebastián Ignacio Ibáñez, una relación de fuerte amistad con el hermano de la secretaria de la vice, Guadalupe Jones Tamayo. Los Jones Tamayo son hijos de un coronel condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad que falleció el año pasado.
Ibáñez fue designado a mediados de marzo en reemplazo de Alejandro Gugliemi, quien venía en ese puesto desde la gestión de Mauricio Macri. La Casa Militar se encarga nada menos que de la seguridad presidencial, de Balcarce 50 y de la Residencia de Olivos. Por eso, quienes sostienen que existe un nexo entre el nuevo titular y la mano derecha de la vice, creen que Ibáñez tiene los días contados.
“Victoria tiene que alinearse y bajar la soberbia. ¿Qué puede hacer? No tiene estructura, ni gestión, nada”, marcan desde un despacho oficial. Las objeciones hacia ella son varias: tener proyecto propio, una agenda diferenciada a la del Presidente, contactos por fuera de su función, buscar rédito en su imagen, además de discrepancias ideológicas.
La diputada Lilia Lemoine, cercana a Karina, le ordenó sin vueltas a través de X: “Matá el ego y ubícate”. Está claro que en La Libertad Avanza los cargos no dan jerarquía y los pases de factura van en todas las direcciones.
La Vicepresidenta dice a los suyos que no será Cristina Kirchner pero tampoco Gabriela Michetti. No está claro qué estilo de vice quiere ser aunque por ahora siempre se ubica adentro del proyecto de Milei. Por ahora. “A nadie le conviene que Vicky esté afuera”, pronostican.
La bandera de la “familia militar” es una cuña en el binomio presidencial. En la misa chica de Milei creen que Villarruel siempre supo de la visita de un grupo de diputados de La Libertad Avanza al penal de Ezeiza, y sospechan de su silencio sobre el asunto.
¿Por qué lo creen? Porque el organizador de la reunión con represores, entre ellos Alfredo Astiz, fue el padre Javier Olivera Ravazi. “Habrá que investigar cómo fue movido eso porque está claro que también fue un hecho con intenciones…el cura que lo organizó me insultaba por YouTube”, dijo el propio Milei en una entrevista con Jonatan Viale.
Olivera Ravazi tiene más de 412 mil suscriptores en su canal y también es un activo tuitero. Lo siguen más de 83 mil cuentas, pero él solo sigue a 53. Entre ellos están Victoria Villarruel, y los diputados Benedit Beltrán, Alida Ferreyra y Nicolás Mayoraz, los tres presentes en la controvertida incursión en la cárcel.
El religioso era muy crítico del libertario en 2022, llegó a tildar de “esperpento” sus ideas y el año pasado sostuvo que “el judaísmo pro sionista” es uno de los temas “más complejos que tiene” Milei.
El Presidente tiene razón en sentir desconfianza hacia el cura. Cuando ganó en el balotaje el 19 de noviembre publicó una foto de él abrazado a la vice, y escribió: “Felicitaciones @VickyVillarruel: la gran garantía para muchos. Dios quiera que mantengas tus principios hasta el fin”.
El escándalo al que el Gobierno le ve una mano negra trajo varios dolores de cabeza: se abrió una causa judicial y una interna en el bloque de LLA, que concluye con la expulsión de Lourdes Arrieta de la bancada.
Arrieta, quien se hizo viral por posar desde su banca con un patito en la cabeza, quiso despegarse de la visita y se presentó en la Justicia. El fiscal Sergio Mola solicitó desestimarla como querellante, y también consideró pueriles sus argumentos para acusar a sus colegas diputados, al Servicio Penitenciario Federal y a Sharif Menem, secretario de Martín Menem, muy cercano de Karina; todos confabulados para supuestamente engañarla y luego amenazarla.
La diputada aportó pruebas que la terminaron enterrando. Por ejemplo, un grupo de chat al que se unió en febrero pasado llamado “Comida informal con Padre Javier por milit”. En todas las conversaciones era evidente que se hablaba de hacer algo por los detenidos por delitos durante la dictadura pero Arrieta adujo que entendió que era “milit” por “militancia” y no por “militares”. Nadie le creyó semejante imbecilidad.
En la peor semana de tensión entre Milei y Villarruel, sumado al papelón del bloque libertario, emergió el enfrentamiento más importante con Macri desde que arrancó esta administración.
En el círculo cercano al Presidente creen que el líder del PRO disputa porciones de poder y que eso lo desenfoca. A tal punto de volver su mensaje confuso. Macri primero promovió el rechazo al Decreto de Necesidad y Urgencia que otorga una partida extra a la SIDE de 100 mil millones de pesos y dio vía libre a la reforma de las jubilaciones, y luego volvió atrás al apoyar el veto de esta última norma. Quedó mal con todos, pero sobre todo no se entendió qué quiso hacer.
Para peor, en el medio cenó en Olivos con Milei, comida de la que no se llevó ningún acuerdo. El ex presidente cuenta entre sus interlocutores que el diálogo con el libertario es óptimo, cordial, frecuente, pero que nada de lo que sugiere pasa.
Macri retomó las riendas de su partido para sobrevivir a la ola violeta. Aunque no lo diga, da la impresión de moverse como candidato. Quiere hacer actividades en la calle para ver las reacciones de la gente. La semana pasada fue a ver el espectáculo de humor de Roberto Moldavsky. No avisó a nadie, y cuando llegó la custodia a revisar el teatro Apolo, le consultaron si el ex presidente estaba dispuesto a que lo ponchara la cámara del show en primer plano. El humorista hace una previa antes de salir al escenario para hablar con el público, y muestra a algunos en pantalla gigante. Lejos de decir que no, la respuesta que recibieron los organizadores es que Macri sí quería aparecer y, de hecho, estaba “en campaña”. La recepción de los espectadores fue correcta, a excepción de algunos pocos chiflidos.
En la Casa Rosada hay apuestas por ver si efectivamente Mauricio va como candidato a senador por la Ciudad de Buenos Aires. “Sale tercero”, dice con displicencia un colaborador de Milei. “Sería divertido”, plantea otro. La hipótesis de una contienda que también la tenga a su archi-rival, Patricia Bullrich, es explosiva.
Cerca de Milei sostienen que el PRO no tiene identidad y que LLA se lleva gran parte de su electorado. Por eso, los más extremistas, consideran que no debe haber alianza en ningún distrito del país. Hoy esa tesis suena temeraria pero los que postulan esa posibilidad se preguntan primero: ¿Qué es ganar? En el armado de las listas de 2025 pretenden colocar a incondicionales.
El Presidente se llevó varias derrotas legislativas en pocos días y nada indica que el panorama mejore en el Congreso. Eso exhibe la gran debilidad de origen, con 7 senadores y 38 diputados no puede avanzar sin ceder. “Ese es el principal motivo para pedir el voto en 2025″, explican. ¿Pueden estar un año y medio sin otro apoyo político que no sea el propio? ¿Qué pasa si la economía no repunta y se muestra en absoluta soledad?
Si le dan a elegir a Milei entre conservar el 50% de imagen positiva o tener alianzas en parlamentarias para aprobar leyes, sin duda prefiere su popularidad. La base de sustentación de su Gobierno es esa y la baja de la inflación. Los más allegados aseguran que mantendrá el discurso inicial de su incursión en política: “Un hombre solo contra la casta”.
Por
Jésica Bossi
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