Martín Menem resultó tercero en La Rioja y confirmó que el libertario necesita organización y más fiscales.
Por: Fernando González
El sábado 29 de abril un griterío sorprendió a los riojanos que tomaban vermú y picaban algo en los bares de la capital de la provincia. De pronto, un millar de personas (la mayoría de ellos jóvenes) apareció desde la peatonal y desembocó en la plaza central cantando y siguiendo al hombre de ojos azules y pelo alborotado con campera de cuero negra que levantaba los brazos, sonreía sin parar y se dejaba sacar cientos de selfies.
“Paso a paso, llegó Javier Milei!!!”, coreaban los fanáticos, con música de cancha inspirada en una letra de la Mona Giménez. Por primera vez, la revelación de las encuestas presidenciales se mostraba en una provincia lejana a Buenos Aires junto a un candidato a gobernador propio. Y no se trataba de cualquier candidato. Martín Menem, diputado provincial, es el sobrino de un ex presidente (Carlos Menem) y el hijo de un ex senador (Eduardo Menem). Alimentado desde la cuna con la leche de la política, ningún libertario podrá negar que pertenece a aquello que Milei ha demonizado, y con éxito, como la casta política.
La química entre Milei y un heredero de sangre del menemismo parecía una profecía bíblica. Un hilo invisible une la idea de la dolarización y la de la convertibilidad menemista. Y el candidato que atemoriza a peronistas, radicales y macristas no se cansa de elogiar a Carlos Menem y a Domingo Cavallo. El Menem de segunda generación era el postulante perfecto para una primera prueba electoral en una provincia del noroeste postergado.
De hecho, Milei lo planteó así en la visita a La Rioja. “Nunca se dieron cuenta que el liberalismo es el movimiento de los oprimidos”, exageró, como si fuera un líder anti imperialista y entusiasmado por los sondeos preelectorales que vaticinan la obtención de muchos votos en los segmentos de clase media baja, y hasta de clase baja. Una sensación que los libertarios reforzaron cuando Cristina Kirchner los eligió como enemigos.
Pero el primer experimento off shore de los centros urbanos que puso en marcha Milei no logró los resultados esperados. Martín Menem quedó tercero, a más de 30 puntos del gobernador kirchnerista reelecto (Ricardo Quintela) casi a 20 del candidato de Juntos por el Cambio (Felipe Alvarez). Al menos en La Rioja, los candidatos de la dolarización y el discurso anti casta quedaron muy lejos. La política se vuelve mucho más complicada cuando sale a la cancha y se aleja de Twitter y de las redes sociales.
Milei y los suyos deberán aprender la elección de este domingo en La Rioja. Las apuestas electorales a gran escala requieren un grado mucho mayor de profesionalismo, de organización y de fiscalización, características que brillaron por su ausencia en el armado libertario. Los números de las encuestas resultan muy auspiciosos, pero son insuficientes a la hora de la política real.
Por más que los insulte y los acuse de siniestros, Milei debería observar con atención la demostración de fuerza que en la noche del domingo hicieron dos de sus adversarios: Gerardo Morales y Horacio Rodríguez Larreta. El gobernador de Jujuy logró que su candidato a sucederlo (el economista Carlos Sadir) triunfara con casi el 50% de los votos, reforzara su apuesta presidencial y el rol de la UCR en la interna autodestructiva de Juntos por el Cambio.
Morales completó la foto con la presencia también presidencial de Rodríguez Larreta; la del candidato radical a jefe de gobierno porteño, Martín Lousteau; la del presidente de la Coalición Cívica, Maximiliano Ferraro y hasta la del intendente de San Isidro, Gustavo Posse. Todos ellos son parte del armado político que confronta en la coalición opositora con la candidatura de Patricia Bullrich, quien cuenta con el respaldo del radical Alfredo Cornejo y con el apoyo, a veces asfixiante, de Mauricio Macri.
“Es un triunfo de Juntos por el Cambio; los argentinos quieren un cambio y éste es el camino”, gritó Rodríguez Larreta desde el escenario jujeño, marcando cual era la apuesta del grupo que estaba allí arriba. Todos ellos, lo mismo que Bullrich y el macrismo más acérrimo, saben perfectamente que la marca de la coalición viene cediendo intención de voto en detrimento de Javier Milei. Y que les quedan pocas semanas para dar alguna señal de racionalidad que les evite el drenaje de votantes.