Una decena de turbulencias atravesó el camino del líder de La Libertad Avanza hasta el resultado inesperado de ayer
Controvertida, turbulenta, por momentos escandalosa, la estrategia presidencial de Javier Milei funcionó. Decidió jugar a todo o nada. Obvió las contiendas provinciales y apostó a un pleno nacional en las primarias. Y provocó que salte la banca. Sin aparato ni estructura, lo votó uno de cada tres argentinos que acudieron a las urnas. Logró encarnar el hastío social.
El camino fue todo menos tranquilo desde que su hermana, Karina Milei, y el operador Carlos Kikuchi tomaron las riendas de la campaña. Afrontó tormentas por acordar con íconos de la casta, por el sistema recaudatorio que implementaron, por la sospechada autenticidad de las afiliaciones partidarias, por el destierro de referentes libertarios, por los devaneos con el massismo… Pese a todo, anoche Milei quedó primero.
El candidato libertario lo logró con una estrategia simple y efectiva: se apoyó en la plataforma que le brindaron las redes sociales -con especial llegada a los jóvenes- y los medios de comunicación: él les subió las métricas y el rating; y la prensa –en particular la televisión-, le aportó llegada nacional, con un mensaje de rechazo a la clase política que anidó fuerte entre los más afectados por la situación actual.
Milei logró captar a millones con su mensaje de libertad, su estilo descontracturado, su lenguaje directo y hasta con sus exabruptos. Aire fresco para una audiencia harta de economistas inentendibles y políticos pasteurizados que repiten hasta el hartazgo la papilla preparada por sus equipos de marketing y comunicación, o que creen que una “selfie” entre políticos o en situaciones “descontracturadas” –haciendo surf o con una guitarra o un mate en la mano- les “suma puntos”, tal la jerga que usan, o los ayuda a “conectar” con la audiencia.
En el recorrido de Milei hasta las PASO la lista de turbulencias fue larga. Primero, porque una y otra vez defenestró a la “casta” en sus discursos y prometió terminar con ella. Anoche también. Pero desde mediados del año pasado acordó con algunos de los apellidos más icónicos de la política como Menem y Bussi, que se combinaron con otros menos conocidos en las grandes ligas nacionales, pero que son parte desde hace años o incluso décadas del paisaje cotidiano en sus distritos.
Segundo, porque montó un sistema recaudatorio que lo llevó a exigir que sus candidatos financiaran de su bolsillo las campañas distritales, lo que en varias provincias y ciudades derivó en “subastas” de las postulaciones y acusaciones contra los operadores por el presunto desvío de fondos, tal como denunciaron Carlos Maslatón, Juan Carlos Blumberg y otros referentes que se abrieron del espacio libertario.
Tercero, porque el propio Milei afrontó cuestionamientos. Tanto por algunas aristas de su salud física y su estabilidad mental, o por el destrato verbal que prodigó a periodistas y ciudadanos en distintos puntos del país que solo buscaron hacerle preguntas, pero también por su actuación profesional; por las varias denuncias de plagio en sus textos o su apoyo a una financiera que investiga la Justicia por presunta estafa.
Cuarto, porque el líder libertario también quedó en medio de las acusaciones de recaudar dinero para él mismo durante su campaña presidencial, al exigir honorarios por dar charlas y conferencias o incluso por reunirse con empresarios, productores e inversores que querían conocerlo y escuchar sus propuestas como candidato.
Quinto, porque la información sobre los aportes a la campaña de Milei declarados ante la Justicia electoral resulta llamativa, como mínimo. No figuran aportes de empresas, ni de grandes empresarios, como tampoco de sus propios adherentes; de hecho, el espacio libertario figura con menos aportes que el Partido Socialista, Republicanos Unidos, el Frente de Izquierda o el Partido Obrero, entre otros.
Sexto, porque los libertarios también quedaron envueltos en sospechas de incurrir en algunos de los vicios más rancios de la “casta”, como el reparto de cargos en las legislaturas para amigos, amantes y ñoquis como denunciaron el excandidato a gobernador en Neuquén, Carlos Eguía, o la legisladora porteña Rebecca Fleitas, entre otros.
Séptimo, porque muchos de los referentes libertarios de la primera hora terminaron expulsados o se alejaron por decisión propia, como Maslatón, Emmanuel Danann, Álvaro Zicarelli, Eduardo Prestofelippo o Mila Zurbriggen, entre muchos otros, ante el avance de operadores profesionales, referentes de la “casta” y postulantes sin antecedentes, pero con dinero negro para aportar.
Octavo, porque el armado de listas en el espacio libertario derivó en sospechas de un presunto acuerdo en las sombras con el Frente Renovador de Sergio Massa en distintas provincias y, en particular, en municipios del conurbano bonaerense como Tigre, Avellaneda, Berazategui, Merlo, José C. Paz y Moreno, entre otros, donde el massismo terminó copando múltiples lugares en las listas libertarias.
Noveno, porque la justicia electoral, tanto en los tribunales federales de Comodoro Py como en La Plata, investiga la presunta utilización de firmas truchas para inflar la cantidad de adhesiones, dudas que durante los últimos días también recayeron sobre la táctica con que la candidata a la vicepresidencia, Victoria Villarruel, tomó el control del Partido Demócrata.
Décimo, porque el equipo de Milei decidió soslayar las elecciones en las provincias y concentrar todas sus fuerzas solo en la contienda presidencial, renunciando a la oportunidad de obtener más legisladores provinciales y concejales municipales, en un intento por evitar así que los magros resultados en esos distritos desgastaran la candidatura presidencial.
Pese a todas estas y otras controversias, sin embargo, Milei celebró anoche. Funcionó su estrategia para superar las primarias. Encarnó el hastío social con la vieja política. Ahora comienza el camino hacia las elecciones generales de octubre y, acaso, a la Casa Rosada.
Hugo Alconada Mon