La vice no irá a la asunción pero se sacará una foto en el Senado, sin el Presidente.
Por: Ricardo Roa (La Nación)
Decir, se puede decir lo que cada cual quiera. Pero la verdad de la milanesa es que nunca un cambio de ministros se hace porque las cosas andan bien. Así que es difícil que se reciba con entusiasmo, aunque sí con alguna modesta esperanza, especialmente dentro del gobierno y afuera, si se quiere, con cierto alivio. Como iban las cosas, sólo se podía esperar lo peor.
Que el múltiple enroque con Massa no despertó fervor sino lo contrario se notó de inmediato en las redes. Y ya anunciado ministro, lo despidieron con un escrache a las puertas del Congreso. No tiene tampoco nada para entusiasmar que a Batakis la renunciaran aquí y no arriba de un avión, como hizo Fernández con el ex canciller Solá. No podía ser que de pronto aparecieran mejores modales.
Si podemos revolear a los ministros por whatsapp ¿para qué vamos a cambiar el método? Ginés sufrió el destrato. Y ahora, el presidente del Banco Nación, Hecker: por chat le ordenaron irse a casa. Lo leyó en su móvil un minuto antes de anunciar en Catamarca una tarjeta del banco para los mineros. Hubo uno más que se enteró por teléfono de que le habían sacado bolilla negra: Julián Domínguez. Con dignidad que no abunda, el ex ministro de Agricultura renunció al toque.
Ni a un mes llegó Batakis como ministra de apuro. Le tiraron el cargo sin estar preparada y sin planes ni equipo. Hizo lo que pudo y lo que pudo fue nada. Aceptó ser degradada y ocupar el sillón de Hecker. Peor que ella, Scioli superó todos sus récords: acató sin chistar la orden de volverse a la embajada en Brasilia. “Todavía vale el placet anterior”, comentó socarronamente un funcionario de Itamaraty. Llevaba 43 días en el cargo y asomaba como candidato para el 23. Sin sacarse el sobretodo de amianto, dijo que no había sido eyectado, para segura sonrisa sobradora de Bolsonaro que no desperdicia oportunidad de devolverle gentilezas a Fernández, tan lulista siempre.
Hacer política sin respeto como Fernández y sin dignidad como Scioli o Batakis es degradarla. Massa desprecia a Scioli; se había opuesto a que entrara al gobierno. Ahora compartieron una conferencia de prensa que duró 34 segundos. Massa lo dejó plantado en la mesa. Su justificación fue que se había ido para evitar tener que contestar preguntas. Pero lo que se anunció como un gesto de despedida pareció un gesto de humillación. Mal día para el reasumido embajador que encima quedó atrapado en otro incidente inexplicable. Como quien quiere mostrar que tiene información, confirmó a Télam que Fernández había conversado con la jefa del FMI, Georgieva, sobre la designación de Massa. Un vocero del Fondo salió a desmentirlo. ¿Y qué dijo la vocera de Fernández? Ni apareció.
¿Qué pensarán los del Fondo y los del gobierno norteamericano de estas cosas? Algunos debieron cortar vacaciones para perder el tiempo con Batakis, que en un viaje más bien turístico paseó por Washington sus floreados vestidos de dama antigua. Massa hace gala de fuertes contactos en Estados Unidos, adonde se propone viajar tan pronto pueda. En la cumbre de las Américas, en Los Angeles, tuvo un violento encontronazo con Gustavo Béliz, que harto de estar harto con las idas y vueltas del gobierno pegó el portazo. Béliz era uno de los más cercanos a Fernández y que más le reclamaba recorrer un camino propio, sin Cristina. El jueves por la mañana discutieron y, ya en su despacho, escribió Renuncio en un papel en blanco y se fue.
Al borde del abismo tras el fracaso de la operación Batakis, Fernández y Cristina aceptaron subir a Massa. Es algo que fortalece al gobierno y a la vez debilita al Presidente. Para Massa es una oportunidad de revertir una imagen negativa altísima. Ganó espacio pero nadie sabe por cuánto tiempo. Aún no anunció equipo ni medidas, salvo que apuntarán a estabilizar la economía. Desembarca con el esponsoreo de empresarios amigos, con negocios en el Estado y en algunos medios, que tienen mejor olfato para los riesgos que los propios políticos.
Concentra poder en el área económica pero será súper ministro de verdad si consigue meter mano en el Central, la Secretaría de Energía manejada por La Cámpora y la Afip, donde Cristina puso al ex arquero Castagneto para tener a tiro a los extraños y a los propios. Cristina no irá a la asunción de Massa. Harán una foto juntos y sin Fernández después, en el Senado. Nada cambia. Lo nuevo empieza igual a como termina lo anterior.
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