En su libro “Frondizi, el estadista incomprendido”, el analista busca comprender la figura del expresidente por encima de las antinomias. Dice que se equivocó al recibir al Che Guevara. Y habla de qué se puede aprender de él para futuros gobiernos.
Por Patricio Zunini
“Escribí este libro pensando, sobre todo, en las nuevas generaciones del PRO, que hablan mucho de Frondizi pero no lo conocen”, dice Mariano Caucino. Quien fuera embajador en Costa Rica e Israel durante el gobierno de Mauricio Macri habla del ensayo Frondizi, el estadista incomprendido (Ed. Areté), un análisis profundo y complejo del hombre que gobernó el país entre 1958 y 1962.
Si bien Caucino ha escrito sobre la situación internacional —se puede mencionar, por ejemplo, La Rusia de Putin: Mito y realidad del liderazgo post-soviético—, este trabajo se incorpora a una serie de textos con los que revisa la historia de la Nación, como La Argentina pendular y El Perón que no miramos.
En un país de antinomias, donde cualquier discusión política rápidamente se polariza en posiciones de amigo-enemigo, la apuesta de Caucino es tan interesante como arriesgada. Y, si en El Perón que no miramos intentaba recuperar al Perón del segundo mandato que hizo un plan de ajuste económico y promovía acuerdos con los Estados Unidos —”Un Perón que los peronistas niegan y que los gorilas ocultan porque lo quiere mostrar como un presidente bananero despilfarrador”—, en este nuevo libro carga la balanza con los aciertos y los errores que tuvo el gobierno de Frondizi. “Cada generación tiene la obligación de tomar los hechos históricos y hacer una reinterpretación”, dice en diálogo con Infobae Leamos, “yo hice este libro buscando que se conozca esa experiencia, y que sirva para iluminar un posible futuro”.
—Pepe Mujica decía que en Estados Unidos no hay golpes porque es el único país que no tiene embajada estadounidense. ¿En qué medida Estados Unidos influyó en la caída de Frondizi?
—Yo creo que Estados Unidos no organizó ni propició ni participó en el golpe. A diferencia de otros casos, como el de Chile en 1973. Tal vez la embajada americana no haya tenido un rol decisivo en ningún golpe en la Argentina. Ahora bien, en enero del 62, antes del golpe, Frondizi cometió un error con Estados Unidos en relación al tema cubano. Yo creo que estratégicamente tenía razón y que expulsar a Cuba de la OEA iba a hacer que cayera plenamente en manos de los soviéticos, pero Frondizi no midió la relación de fuerzas ni vio que eso era una provocación a los militares.
—Un hecho que se suma a la reunión secreta que mantuvo con el Che Guevara.
—Ese es otro error grave. Recibe secretamente al Che Guevara —aunque era obvio que lo iban a detectar y yo creo que él lo sabía y no le importó—, y eso inevitablemente iba a terminar de arruinar su relación con los militares. Fue un error porque no ganaba nada. Un gobierno puede cometer errores, pero si es a cambio de una ganancia. ¿Por qué lo hizo? Oscar Camilión me dijo que cree que Frondizi, que ya había hecho una serie de concesiones, quiso actuar como presidente. De alguna forma, aplicó la idea yrigoyenista de reafirmar la autodeterminación del país.
—Frondizi llega al gobierno con una UCR dividida. ¿Esa escisión fue perjudicial para él?
—¡Le conspiraron desde el primer día! No fueron a la asunción. Al mes le pidieron un juicio político. La caída de Frondizi también es un ajuste de cuentas de los militares porque el candidato que ellos querían en el 58 era Balbín. De hecho, el ministro del interior de Aramburu era Alconada Aramburú, que era radical. Había dirigentes muy importantes en ese gobierno. Nadie lo quiere decir, pero ellos querían que ganara Balbín. Y ganó Frondizi con un acuerdo con el peronismo. Todos estos hechos se suman a la elección del 18 de marzo, cuando en la provincia de Buenos Aires gana el candidato peronista.
—¿Por qué no proscribió al peronismo en esas elecciones?
—Es un error. A pesar de que Perón intentó salvarlo y se anotó como candidato a diputado por la capital y como vicegobernador de la provincia de Buenos Aires. Las dos candidaturas estaban hechas para que lo proscribieran. Perón no le tenía simpatía a Frondizi, pero sabía que la caída era peor para él. Frondizi se equivocó porque habían tenido una serie de resultados favorables y creyó que le iban a ganar al peronismo. Pero el cálculo salió mal y esa fue la última gota en un vaso muy lleno.
—¿Por qué cuando llegó a la presidencia cambió la política petrolera que había expresado en Petróleo y política?
—Frondizi había sido uno de los líderes más importantes en la oposición a Perón y se opuso al contrato con la California que Perón había hecho en 1955. En Petróleo y política refleja el pensamiento tradicional del radicalismo, que es muy estatista y nacionalista. Durante el gobierno de Perón, contrariamente a lo que se cree, el radicalismo era más estatista y más dirigista que Perón. Era más antiamericano que Perón. Pero cuando Frondizi llega al gobierno, se da cuenta de que esas ideas estaban equivocadas y las cambió. Yo creo que eso le da una estatura de estadista.
—¿No hizo como Menem cuando dijo que si decía qué iba a hacer no lo votaba nadie?
—Yo creo que no. No se le puede pedir a un político en campaña que dé un plan económico estricto sobre un panorama que va a conocer cuando llegue. Yo ni siquiera soy tan crítico de Menem. No me parece que haya hecho mal en no decir con precisión lo que iba a hacer. Finalmente, hizo lo mismo que iban a hacer Angeloz o Alsogaray. Y también lo que había intentado hacer Alfonsín al final de su gobierno. Frondizi hizo bien en cambiar. ¿Qué debe hacer un gobernante cuando llega: aferrarse a lo que escribió o ver si las circunstancias cambiaron? Los radicales nunca se lo perdonaron y dijeron que había mentido. Yo creo que fue un acierto y que pagó el precio que había que pagar. Había que salvar el prestigio del autor de Petróleo y política o había que salvar al país. Él eligió salvar al país.
—Voy a tomar la famosa frase de Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa: si en los años de Frondizi, el PBI de la Argentina era el mismo que el de Brasil, ¿”cuándo se jodió el la Argentina”?
—La pregunta de la decadencia argentina es una pregunta dificilísima, porque depende a quién se la hagas vas a tener distintas respuestas. Los gorilas te van a decir…
—Lo de los setenta u ochenta años de peronismo. Pero la presidencia de Frondizi fue durante la proscripción y el PBI era muy alto.
—En 1915-1920, la Argentina era el 50% de Sudamérica. En cien años, pasó del 50% al 15%. Cuando Perón llega a la presidencia, ya no era el 50%: era el 35%. Cuando llega Frondizi era el 30%. El momento en que Brasil supera a la Argentina es en los 70. Nosotros tuvimos la desgracia de que la última dictadura, además de las violaciones de Derechos Humanos incalificables, fue un gobierno pésimo desde el punto de vista económico. Lo que sí logró Frondizi fueron inversiones muy grandes en infraestructura y energía. Y en eso fue súper exitoso. ¿Cuándo se jodió la Argentina? Es difícil de saber. La Argentina fue exitosa 80 años, desde 1850 a 1930, y no exitosa desde 1930 hasta hoy.
—En ese marco, ¿cómo caracterizaría al gobierno de Frondizi?
—Diría que hay un primer momento, antes de ser presidente, cuando se divide la UCR y él advierte que el peronismo podía ser bueno o malo, pero que no se podía volver atrás. Balbín tardó veinte años en darse cuenta. Un segundo momento es cuando se da cuenta de que sus ideas sobre el petróleo estaban equivocadas y tiene el coraje de reconocerlo. El tercero es al principio del gobierno, cuando da un giro realista y hace un plan de estabilización —hoy se diría de ajuste— y pone a Alsogaray como ministro, lo que, además, acomoda la situación militar. El primer año de Frondizi es desarrollista y después tiene dos años estabilización. La combinación le da un éxito enorme. De alguna manera, ahí se agranda, lo saca a Alsogaray, hace la cumbre de Uruguayana y comienza a cometer errores como lo del Che Guevara y las elecciones. Eso lo lleva a una caída que probablemente era inevitable.
—Con los presidentes radicales suele pasar que, con el tiempo, terminan siendo reivindicados. Durante años Frondizi fue considerado como un presidente sin prestigio, lo mismo que Illia. ¿Qué pasó para que hoy ocupe otro lugar?
—A Frondizi lo saco de la lista de los presidentes radicales. Tiene un origen radical, pero su gobierno no fue radical. Hubo gobiernos militares, hubo gobiernos peronistas, hubo gobiernos radicales y hubo un gobierno desarrollista. Yo diría que Frondizi comenzó a ser reivindicado después de su muerte, en la segunda mitad de los 90. Y en los últimos diez o quince años se convirtió en una especie de modelo de estadista. Por eso me pareció hacer este libro. Hay libros de Frondizi, pero creo que ninguno de alguien de mi generación.
—¿Cómo esperá que sea leído?
—La historia funciona por analogía, no por repetición. Yo creo que, para un político, estudiar historia es el equivalente a un deportista que se entrena. Frondizi tiene la dosis de pragmatismo adecuada, y hay un tema positivo en su figura, que es la idea de la integración con el peronismo. La unidad de los argentinos es un dato fundamental. Lo que ahora se llama grieta, es la versión 2022 de la división entre unitarios y federales, entre rosistas y antirrosistas, entre el interior y Buenos Aires, entre el radicalismo y los conservadores, entre el peronismo y el antiperonismo. Hay pocos momentos en la historia argentina donde hubo intentos por unir al país: uno fue Urquiza, otro Lonardi —y lo voltearon a los dos meses y vino un gobierno ultragorila—, otro fue Frondizi, y otro fue Menem, que canceló el odio entre el peronismo y antiperonismo. Pacificó el país. El kirchnerismo volvió a dividirlo.
—¿El PRO no mantuvo la grieta? ¿La grieta no es un capital político?
—Lamentablemente sí. El PRO tiene una especie de contradicción en eso. Pero el dato cultural de la época es el kirchnerismo. El PRO apareció como el partido emergente contrario, pero la agenda la ponía el kirchnerismo.
—Si uno compara a los dirigentes de esos años con los actuales, hay un hecho crucial que los distingue y es que los de ahora parecen estar involucrados en casos de corrupción. ¿No había corrupción en la época de Frondizi?
—La falta de ejemplaridad es un problema. La corrupción existe en todos lados. En el gobierno de Roca, que para mí fue el mejor presidente argentino, hubo corrupción en el reparto de tierras. Perón no era un corrupto; hubo hechos de corrupción, pero bastante menores de lo que se imaginan. Arturo Frondizi era un hombre muy austero. Es probable que haya habido actos de corrupción, pero no creo que sean decisivos a la hora de analizar ese gobierno. En el gobierno de Illia le hicieron una serie de investigaciones y no pudieron probar nada. El gobierno de Illia fue un gobierno muy honesto, pero fue muy ineficaz: la corrupción es un problema, pero no es el único. Los gobiernos militares no fueron muy corruptos. Massera aparentemente fue corrupto, pero Videla parece que no. El gobierno de Alfonsín tuvo hechos de corrupción graves que después Menem no se dedicó a investigar. Y en el gobierno de Menem hubo mucha corrupción pero además fue muy ostentoso. El gobierno de De la Rúa duró poco tiempo. El kirchnerismo fue una cosa escandalosa, una especie de estructura de saqueo. La corrupción existe y es un problema. Pero volviendo a Frondizi, que es nuestro tema, hasta donde yo sé, el gobierno tuvo acusaciones de corrupción y es probable que haya habido algunas, pero no se le pudo probar nada.
—¿Qué políticas de Frondizi que se puedan aplicar en el próximo gobierno?
—Por analogía, Frondizi entendió que el peronismo era un hecho irreversible y nosotros, nos guste o no, tenemos que entender que el kirchnerismo es un hecho irreversible. Segundo: la idea de que el gobierno puede organizar la sociedad en una especie de neodesarrollismo, una organización económica que combine todo el liberalismo posible con una regulación estatal. Tercero: la política internacional. Frondizi ejerció la diplomacia presidencial y eso es muy positivo. Era pragmático; él se dio cuenta de que la relación con Estados Unidos y Brasil era clave. Era un mundo distinto, no existía China. Hoy la región está dividida, pero es importante la política exterior. Y otra cosa buena era su gabinete: Frondizi tenía muy buenos ministros. Y no los eligió por razones partidistas.