¿El triunfo electoral fue una maldición para Juntos por el Cambio? En lugar de aprovechar la victoria para consolidar la unidad, recrudecieron las peleas, los tironeos por los cargos y los codazos para imponer los proyectos personales.
Por: Ricardo Carpena
Más allá del patético cuadro que le ofrece a la sociedad, con urgencias muy lejanas a las internas políticas, la dirigencia opositora parece decidida a seguir exhibiendo de manera impúdica sus diferencias, sin pensar en que así sólo corroe el tablero instalado para soñar con un regreso al poder en 2023.
Si los traspiés del Frente de Todos fueron la mejor campaña electoral para JxC, el carnaval de rispideces opositoras es celebrado por el oficialismo: confirma la tesis de Victoria Tolosa Paz de que se puede “perder ganando”.
Quizá por eso este lunes, a las 16, los máximos líderes del PRO escenificarán una tregua interna para mantener una reunión con todos sus legisladores, los actuales, los salientes y los que asumirán el 10 de diciembre. Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, más los jefes de los bloques de diputados, Cristian Ritondo, y de senadores, Humberto Schiavoni, unificarán sus posturas para dar un mensaje hacia la estrategia futura.
Claro que llegarán a este encuentro, que se realizará en un salón de eventos de Vicente López, luego de que, una semana después de las elecciones legislativas, Bullrich intentó una jugada en el bloque de diputados del PRO para poner en jaque la continuidad de Ritondo y reclamar un cambio del “perfil político” de la bancada. Se frustró porque el titular del bloque consiguió más apoyos, incluso de diputados electos que están alineados con Mauricio Macri como Hernán Lombardi. La presidenta del PRO terminó anunciando su apoyo a Ritondo. Su mano derecha, Gerardo Milman, que será su principal referente parlamentario en la nueva Cámara Baja, había convocado a los diputados a una reunión en nombre de su jefa política, pero sin el aval del jefe del bloque.
¿Pareció rara esa movida en una fuerza política que había ganado los comicios? Más extraño fue lo que sucedió días después, cuando Elisa Carrió invitó a todos los socios opositores a celebrar los 20 años de la Coalición Cívica y les dio una bienvenida llena de críticas feroces a muchos de ellos, desde su “amigo” Rodríguez Larreta hasta el radicalismo de Martín Lousteau y Enrique “Coti” Nosiglia, pasando por Ritondo. Muchos de los presentes en el acto lamentaron que la ex diputada hubiera desaprovechado esa tribuna para profundizar los cuestionamientos contra Cristina Kirchner, quien 24 horas antes fue sobreseída en las causas Hotesur y Los Sauces. En lugar de eso, “Lilita” les apuntó a los propios y dejó un tendal de heridos que puso en estado de shock a Juntos por el Cambio.
Del mismo grado de virulencia es el enfrentamiento poselectoral en la UCR para definir las conducciones de los bloques parlamentarios. El jefe de la bancada, Mario Negri, quiere seguir en el puesto y contaría con el apoyo de la mayoría (más de 23 de los 45 diputados, aseguran), mientras es cuestionado por el sector de Lousteau y Emiliano Yacobitti, que le recuerdan que perdió las PASO en Córdoba y buscan extender su fuerza con la bandera de la renovación partidaria. Los antinegristas están a un paso de formar una bancada propia, que con algunos aliados alcanzaría los 20 diputados. Si se concreta, Juntos por el Cambio se dividirá en siete bloques en la Cámara Baja.
La pelea es irreversible. Este lunes por la tarde se definirán los jefes de cada bloque de JxC, antes de que el martes se realice la sesión preparatoria en Diputados para que asuman los nuevos legisladores y se elijan las autoridades de la Cámara, pero para que no crezcan las rispideces resolvieron postergar para febrero la elección del presidente del interbloque de la coalición, otro cargo en litigio. El único alivio provino de un gesto de desprendimiento personal: el diputado del PRO Álvaro González, una de las espadas del larretismo, desistió de la posibilidad de volver a convertirse en vicepresidente primero de Diputados para dejar que ese puesto siga en manos de su colega mendocino Omar de Marchi. Una señal en favor del equilibrio interno partidario (Ritondo es del sector de las “palomas” y De Marchi, identificado con un “halcón” como Macri) y, además, de la representación del interior.
Donde el panorama tiene el color del desencuentro es en el Senado: el PRO confirmó la continuidad de Schiavoni como jefe del bloque, pero en la UCR habrá movimientos que sonarán sugestivos al calor de la interna. Se ratificará al formoseño Luis Naidenoff como titular de la bancada radical y todo indica que la senadora electa Carolina Losada, de Santa Fe, tendría la mayoría de respaldos para convertirse en vicepresidenta primera de la Cámara Alta. Ese puesto lo ocupa hoy Lousteau. Algunos lo mencionan como una derrota política del senador de Evolución y un triunfo del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales.
Quienes conocen los entretelones aseguran que no es así: fue un pedido expreso de los senadores electos santafecinos, Losada y Dionisio Scarpín, quienes ganaron las elecciones con el 40,38% de los votos y devolvieron a la UCR un lugar competitivo para gobernar la provincia en 2023. La única duda es quién será el jefe del interbloque de JxC: debería seguir Naidenoff, pero aspira a ese puesto Alfredo Cornejo, senador electo de Mendoza que dejará la jefatura del partido.
Ante tanta efervescencia radical, los líderes del PRO parecen hoy discípulos de Mahatma Gandhi. Sobre todo luego de que la semana pasada se multiplicaron los contactos personales y telefónicos para pactar una tregua interna. La tensión se había instalado cuando Bullrich, convencida de que gracias a ella se ganaron las elecciones, declaró que existía una “expectativa mayor” en la elección porteña, que era superar el 50% de los votos, y luego de que Macri dijo que “está bueno que muchos curas quieran ser papas, pero sepan que van a tener que competir”, algo que fue interpretado como una forma de ponerle límites a las aspiraciones presidenciales de Rodríguez Larreta.
Luego de que Bullrich desactivó su jugada contra Ritondo, que terminó con una foto de ambos para sellar la paz, el jefe de Gobierno buscó pacificar todos los frentes internos. Tuvo una larga conversación telefónica el martes pasado con Carrió, quien lo cuestionó en público por no haber “cuidado” a María Eugenia Vidal en las elecciones y por la campaña “espantosa” que diseñó Fernando Straface en la Ciudad. Luego, estuvo con Macri. Más tarde, con Lousteau. El jueves desayunó con Bullrich. Y el viernes pasado mantuvo una reunión de dos horas con Cornejo.
La propuesta larretista en todos los encuentros fue bajar el tono de las peleas y mostrarse unidos. La foto de unidad del PRO de este lunes graficará que esa consigna tuvo consenso. Carrió parece repeler los pedidos de moderación: dos días después del llamado del jefe de Gobierno se despachó de nuevo contra el radical Facundo Manes, a quien consideró “amigo” de “la casta empresaria que se hizo multimillonaria gracias a las coimas que pagó en el gobierno kirchnerista”. Lo más curioso es que Santilli estuvo tres horas con la fundadora de la Coalición Cívica en su chacra de Exaltación de la Cruz antes del acto en el que criticó a todos. Y después incluso habló con ella por teléfono. Al diputado electo de Juntos le quedó en claro que es muchísimo más sencillo el objetivo de ganar las elecciones en la provincia de Buenos Aires que el de apaciguar a Carrió.
Rodríguez Larreta puso en marcha una apuesta política audaz con la incorporación de Jorge Macri como ministro de Gobierno de la Ciudad. No es un dirigente afín, pero el alcalde porteño cumplió con la promesa que le había hecho para que el intendente de Vicente López se bajara de la disputa bonaerense con Santilli. Hay recelos de la vieja guardia larretista, que mira de reojo a un dirigente de perfil alto y de diferencias indisimulables con su nuevo jefe. Algunos creen que Larreta le pagó políticamente mejor que a aliados como Vidal o el propio Santilli, a quienes les plantó en su gabinete un virtual competidor: el jefe comunal no descarta la candidatura a jefe de Gobierno porteño o a gobernador bonaerense para 2023. Igual, no se la harán fácil a Jorge Macri, como lo explicitó el intendente de Campana, Sebastián Abella, quien le reclamó que renuncie a la jefatura partidaria bonaerense. “Tiene que entregar el partido porque ya no tiene más nada que ver con la Provincia. Así como no le gustaba que Santilli cruce de Ciudad a Provincia, ahora es igual”, afirmó. Prevén una oleada de pedidos similares.
Se insinúa un conflicto adicional en Juntos por el Cambio: los principales referentes anticipan que debe producirse una recomposición de la Mesa Nacional para adaptarla a la nueva etapa de la coalición, pero todavía no hablaron formalmente del tema. Para algunos, la máxima estructura opositora debería incluir, como en su origen, sólo a los jefes de los partidos, los gobernadores de esas agrupaciones y los jefes de los bloques parlamentarios. Eso implicaría la salida de Vidal, quien se incorporó cuando era mandataria bonaerense y ahora será diputada nacional, o los titulares de los partidos en la Provincia (Jorge Macri, del PRO; Maximiliano Abad, de la UCR, y Andrés de Leo, de la Coalición Cívica), que se sumaron antes de las PASO para apuntalar la estrategia en un distrito clave.
Hay consenso en que tendrían que formar parte de la conducción nacional los dirigentes del interior que contribuyeron a la victoria en los últimos comicios. La duda es el criterio para elegirlos: ¿deberían ser sólo los candidatos de los tres principales partidos de la coalición? ¿Qué hacer con Luis Juez, ganador inapelable de la banca de senador en Córdoba, pero que pertenece a un partido provincial, el Frente Cívico? En contraposición, ¿hay que mantener a dirigentes que perdieron las PASO o las elecciones generales y no tienen otro cargo? ¿Por qué excluir a agrupaciones nacionales que se aliaron a JxC en algunos distritos, como Confianza Pública, la Ucedé o el Socialismo? Si se amplía la Mesa Nacional, ¿podrá funcionar un andamiaje con tantos integrantes?
Lo más sensato de las últimas horas lo aportó un aliado como Ricardo López Murphy, diputado electo de Republicanos Unidos: “La unidad de la oposición es decisiva para ofrecerle a la Argentina es una alternativa”, dijo el líder liberal, para quien “la clave es que el candidato sea el programa”.
¿Y si la principal fuerza opositora intentara algo tan elemental como acordar reglas de juego para la convivencia pacífica y para dirimir las diferencias? Todos aseguran en privado que deben hacerlo. Todavía no lo intentaron. Jorge Macri propuso ante Infobae un acuerdo para no hablar de candidaturas hasta dentro de un año. ¿Y si no dicen una palabra sobre las candidaturas, pero actúan como si estuvieran ya en campaña para 2023? Es todo un dilema.
Una paradoja de este momento tormentoso de Juntos por el Cambio: estaba prevista para este lunes una reunión de la Mesa Nacional para empezar a discutir este tema, pero el radicalismo pidió suspenderla debido a sus disputas internas y ahora planean concretarla recién después del 10 de diciembre. Curiosamente, nadie menciona el día 13, que cae lunes y es cuando generalmente tienen lugar estos encuentros. Quizá sea porque en la coalición opositora debe haber muchos supersticiosos y no quieren arriesgarse a la mala fama del número 13. Ya bastante cargan con la maldición de haber ganado las elecciones y pelearse como si hubieran perdido.
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