Un mensaje de Felipe González; el pacto Massa-Jorge Macri; un mensaje de Angelici; desesperación por la falta de nafta; raro conflicto entre un obispo y un cura
Por: Carlos Pagni
LA NACION
La política está en ebullición. Por lo menos, está en ebullición la dirigencia, que está tomada también por el desconcierto general que domina a toda la sociedad por una razón bastante evidente: está triunfando, repetidamente, en este trance electoral que vive la Argentina, lo inesperado. Era inesperado para la mayoría de los electores que Javier Milei, con La Libertad Avanza, ganara las primarias. Fue inesperado para la mayoría de los electores, aun cuando algunas encuestas lo habían previsto, que Massa ganara la primera vuelta. Y ahora estamos de nuevo en presencia de una gran incertidumbre, que anida más que nada en la voluntad del electorado y que se refleja sobre las dificultades de los principales candidatos.
Sabemos algo desde hace tiempo. Lo preveíamos y estaba sugerido en muchos movimientos que suceden en la política: hay una tendencia inquietante a la fragmentación. Lo que se insinúa es que la Argentina entró en una nueva época que se distingue de la anterior, porque ya no organiza la política alrededor de dos bloques. La polarización impedía el diálogo y el acuerdo, pero que le daba un orden más nítido a lo que sucedía. Ahora vemos tendencia a la dispersión, sobre todo en el campo opositor. Y esto inquieta y nos llama a la preocupación ya que miramos los desafíos enormes que plantea la economía y la necesidad de estabilizarla y, cuando miramos el instrumental de la política, vemos que ese instrumental puede no ser el más eficiente. De hecho, el bloque más homogéneo, que es el del Gobierno, solo sacó 37% de los votos. Sorprendió el triunfo de Massa en relación con su propia performance en las primarias, pero sorprende también la caída del oficialismo en más de tres millones de votos entre la elección de Alberto Fernández en 2019 y las de este año. También ahí hay, si no fragmentación, fuga de votos y pérdida de consenso. No hay que dejarse distraer por lo anecdótico. Lo importante al final de todo es qué instrumental va a quedar a disposición de la sociedad argentina para que la política resuelva la crisis económica. ¿Le va a saber dar respuestas el sistema político a las expectativas angustiantes de la sociedad respecto de los problemas económicos? Ésta es la pregunta de fondo de toda esta película.
Existe una clase política amenazada. Milei, con la motosierra, encuentra una metáfora exitosa, por más que sea discutible, para expresar un malestar social muy extendido por parte de la sociedad respecto de los dirigentes. Expone una crisis de representación y, como siempre, esa crisis de representación asusta al político. En el fondo, el consenso, el favor de las mayorías, termina siendo misterioso. Una de las manifestaciones más evidentes de este estado de temor y alarma de los políticos respecto de los votantes es la crisis que vemos en los procedimientos, sobre todo en la oposición. Ha habido en los últimos días una especie de festival de mala praxis, que es la manifestación superficial de una crisis que atraviesa Juntos por el Cambio y cuyo resultado desconocemos. Todavía no sabemos qué va a pasar y cuál es el destino de esa fuerza política durante y después de este proceso electoral. Va a depender muchísimo de quién se imponga en las elecciones.
La crisis que estamos viendo en estos días en JxC no es un fenómeno desencadenado por los resultados electorales. Los resultados electorales precipitaron un proceso mucho más antiguo. Es difícil fechar estas historias en su comienzo, encontrarles la partida de bautismo. Pero podríamos remontarnos a principios de abril de 2018, cuando aparece la primera disidencia encarnada en Alfredo Cornejo y Elisa Carrió respecto de un aumento de tarifas de Mauricio Macri. No era una discusión energética. Ni siquiera una discusión fiscal. La disidencia que apareció en aquel momento era: “¿Qué estás haciendo Macri con tu gestión en relación con nuestro electorado?”. Esa es la pregunta que se abrió. “Estás llevando adelante una gestión económica que nos va a hacer perder nuestra base electoral”, le reprochaban. Esa discusión que se abre con aquel aumento de tarifas en abril, y que es anterior a la corrida cambiaria que se desencadenó a fines de aquel mes, se agudiza por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por el programa de ajuste que va ligado al acuerdo con el FMI. Empieza a haber una discusión que incluye a figuras del Pro. Empieza a haber una disconformidad de sectores importantes de esa coalición con la gestión de Macri. Esto decanta después en estrategias electorales. Es cierto, la estrategia electoral final fue llevar a Macri como candidato a la reelección. Pero si uno repasa todo el proceso, va a recordar que muchos de los que hoy están peleados con Macri por su apoyo a Milei, en aquel momento, desde mediados del año 2018 en adelante, empezaban a pensar en alternativas que después no se realizaron. Por ejemplo, una candidatura de María Eugenia Vidal o de Roberto Lavagna, quien finalmente terminó siendo un candidato independiente. Estamos viendo que las raíces de lo que está pasando hoy son bastante profundas.
Todo esto se agudiza, aparece expuesto, amenaza con la fractura, porque desaparece de escena el principal factor de unidad de Juntos por el Cambio: la presencia de un kirchnerismo amenazante. O, en otras palabras, la presencia de una Cristina Kirchner proyectándose a partir del 2011 como la titular de una especie de hegemonía o autoritarismo bolivariano, que iba contra la prensa, la Justicia y generó un gran motivo para la unidad opositora. Desaparecido ese factor amenazante, eclipsado el kirchnerismo, y sin la presencia de Cristina, que tiene una capacidad extraordinaria para ocultarse como por arte de magia, las razones por las cuales los distintos protagonistas de esa coalición opositora encuentran motivos para la unidad empiezan a volverse difusas. Y se preguntan “¿Qué hago yo con este otro al lado?” Y se responden a sí mismos: “Tenés que acordarte de lo que pasaba en el año 2012, 2013 y 2014. ¿Te acordás de aquello?”. Hay que reconstruir aquel clima hiperkirchnerista para entender una unidad que, desprovista de ese clima, se fragmenta.
En el fondo de esto, hay lo que los estudiosos de la ideología, formas de pensar, y visiones del mundo que atraviesan a la política, llamarían como un “conflicto de sensibilidades”. En Juntos por el Cambio hay dos sensibilidades que históricamente se llevan mal. Una de ellas es la sensibilidad del radicalismo, sobre todo a partir del liderazgo de Alfonsín. La otra es la sensibilidad conservadora. Es mucho más difícil, si no hay un motivo muy poderoso de por medio, que se entiendan un radical con un conservador a que se entiendan un radical o un conservador con un peronista.
Se cumplen 40 años de aquella elección histórica de Alfonsín. Era la primera vez que el peronismo perdía en elecciones limpias. Hubo un acto para recordar esto, organizado este lunes por los radicales. Y, en ese acto, aparecen saludos de dos extranjeros: Julio María Sanguinetti, expresidente de Uruguay, y Felipe González, un socialista que saluda a los radicales como si fueran del mismo partido. “En un momento como este, mi mensaje para los amigos radicales es que sean fieles a sí mismos, que los principios que esperaron la vida política y el compromiso de Raúl Alfonsín sigan vigentes. Las circunstancias cambian, pero esos principios los identifican”, dijo González, quien habla en nombre de Alfonsín luego de que el radicalismo se declarara neutral como partido frente a la opción del balotaje. Este conflicto opera por debajo de las estrategias, de la lucha de poder. Es un conflicto de formas de ser.
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Hay otro factor que resquebraja. Y podríamos llamarlo el factor Massa. Uno podría ver toda su campaña seleccionando los movimientos, comportamientos y jugadas de Massa que podrían ir configurando un eventual gobierno. Nos podemos ir dando idea del estilo Massa, que ya conocemos pero que se vuelve mucho más evidente o dramático en la medida en que lucha desesperadamente por el poder. ¿Cuál es el factor Massa? Una alianza muy trabajada, cultivada y antigua con Gerardo Morales, presidente del radicalismo. Al punto que el vicegobernador de Morales no era del Pro, era de Massa. Hay otros aliados más o menos discretos de Massa dentro de JxC, esta vez dentro del Pro. Emilio Monzó, Nicolas Massot y Rogelio Frigerio tienen una relación de proximidad con Massa, que tal vez sea mucho más operativa que la relación de proximidad que puedan tener con Mauricio Macri. De hecho, antes de que quede planteado un balotaje entre Milei y Massa, cuando todavía corría con posibilidades la candidatura de Patricia Bullrich, ya Monzó y Massot se imaginaban que el balotaje iba a ser entre ellos dos y adelantaban su voto en favor del candidato del oficialismo.
Hay una transversalidad antigua que corre por fuera de los partidos. Se puede esto narrar con infinidad de anécdotas, de detalles y pormenores. Voy a rescatar solo uno. El 23 de julio del 2018, cumpleaños del fallecido banquero Jorge Brito en Miami. En su mesa, Nicolás Caputo, exsocio de Macri, Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados del Pro, Carlos Melconian, que ahora nos enteramos se reunió con Massa y podría ser pensado como un activo en el gobierno del ministro de Economía, y el mismo Massa. Había una especie de transversalidad por parte de Brito, que operaba detrás de la política.
Hay que recordar que el Banco Macro es el banco más importante de la provincia de Jujuy, también está Morales ahí. ¿Es el único factor? No, lo que estoy poniendo en evidencia es que por debajo de lo que se presenta como una gran confrontación, que va entre 2008 y aproximadamente el 2021, hay túneles. Hay afinidades no explícitas pero que ahora se vuelven operativas. De hecho, cuando ganó Massa subieron dos acciones en la bolsa: una muy obvia, el Banco Macro, porque todo el mundo tiene asociado a Jorge Brito hijo -justa o injustamente- con Massa. Pero la otra acción es la de Mirgor, la empresa que tiene, protegida, en Tierra del fuego, Nicolás Caputo. ¿Cómo es? ¿El socio o el hermano del alma de Macri se beneficiaría con un triunfo de Massa? No es que se beneficiaría, sino que se viene beneficiando con la gestión de Massa en el Ministerio de Economía.
Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti son los dos líderes del radicalismo de la Capital. Yacobitti es un líder de la vida universitaria, es parecido a un líder corporativo de las universidades del Estado, sobre todo de las Universidad de Buenos Aires, donde es el vicerrector. Estos radicales le dieron quórum al Gobierno para el tratamiento de la ley de ganancias porque en esa sesión se iba a aprobar la creación de universidades serían manejadas por ellos. Hay un factor de afinidad con Massa que pasa por lo presupuestario, pero hay otro factor más. El conflicto abierto, descarado entre Jorge Macri en la Ciudad de Buenos Aires y el radicalismo de la Capital, al que Macri no le reconoció no solamente la candidatura a vicejefe de gobierno -no quiso hacer esa alianza de gobierno con los radicales- sino que tampoco les reconoció los lugares en el aparato de gobierno que les reconocía Larreta.
¿Hay un castigo a los radicales que fueron con Larreta por parte de Jorge Macri? En realidad, de los Macri. No es casual que los radicales que estuvieron con Larreta- Morales, Lousteau, Yacobitti- son los que hoy son señalados por Mauricio Macri como los aliados de Massa. Porque Mauricio Macri ve en todo eso un mismo bloque de poder, además de haber un conflicto todavía no terminado, que va a seguir durante mucho tiempo con episodios inesperados, que es el conflicto entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta.
Es importante el conflicto en la Ciudad. Son datos nuevos, son realidades que están apareciendo ahora, que obligan a mirar el mapa de otra manera, que obligan al cerebro a registrar objetos que no registraba, que obligan a darle la orden al cerebro de no seguir buscando objetos que ya no están. Hay que estar muy abiertos a la novedad para ver lo que está pasando.
Frente a este panorama, hay una jugada de Mauicio Macri, muy típica de él, que es precipitar una jugada que tiene pensada con mucha antelación., Es obvio que Macri está buscando un acuerdo con Milei desde hace mucho tiempo. Él mismo lo dijo este domingo, que dio dos entrevistas, una con José Del Río en LN+ y otra en canal 13 con Jorge Lanata: “Con Milei me vi dos veces personalmente en estos dos años que vengo charlando”. Hace dos años que viene hablando con Milei. Y los políticos no hablan del tiempo. Los políticos hablan de poder. Y cuando Milei ganó, el primero que fue a la televisión, tres días seguidos a decir “ese también es mi triunfo” fue Mauricio Macri para malestar de Patricia Bullrich. Porque daría la impresión, si uno mira no lo que dice, sino lo que hace, que Macri está soñando ser el líder de una nueva derecha, de una nueva configuración desde el punto de vista conceptual más nítida, que exprese una de esas dos almas de las que hablábamos al principio: el alma conservadora. En términos económicos, más abiertamente promercado, menos proteccionistas, lo que está en su discurso. Y Macri ve el triunfo de Milei y ve su propio triunfo. No se pregunta si esos votos a Milei no irán también por cómo terminó su gobierno. Es muy interesante que cuando él da las explicaciones, que son varias, de por qué Juntos por el Cambio perdió, no dice: “Porque también ofrecí una experiencia de gobierno que a mucha gente puede haberla frustrado y puede estar enojada”.
Macri está viendo que en Milei y en el voto a Patricia Bullrich está su herencia y quiere liderar eso. Y se movió para liderar eso y promovió el encuentro con Milei la semana pasada. Con una consecuencia que ahora necesita recomponer, que es la crisis con el radicalismo.
No debe sorprender esta metodología. Las formas de Macri son, históricamente, las formas de Macri. Siendo presidente, Mauricio Macri un martes presidió, en la quinta de Olivos, un asado con toda la conducción del radicalismo. Había 30 radicales, se fueron a dormir y al día siguiente a la mañana se enteraron por la televisión de que había un acuerdo con el Fondo. Hay un “método Macri” que es el método de un tipo de liderazgo que le da resultado: “Primero el hecho consumado, después convenzo”, parece decir. Convenzo cuando ya actué, no para llevar adelante una acción. Impongo una acción confiando en su enorme capacidad de persuasión. Hoy se encuentra frente a un dilema, y parece decir: “Quiero ser el líder de esto nuevo, entre otras cosas, porque me molesta mucho no ser lo nuevo. Pero a su vez quiero salvar o rescatar lo que quede de una coalición que no quiero entregar”.
Las consecuencias de esta conducta favorecen a Massa. Desde hace una semana está todo el Pro, macrista, insultando a los radicales. Y están los dirigentes del PRO y del radicalismo más afines a Massa caracterizando con los peores colores la figura de Milei. Massa agradece. Él no necesita que Yacobitti, Lousteau, Massot, Monzó, Morales, hablen a favor suyo, le alcanza con que haya radicales y gente del Pro que le digan a su público, que no es el de Massa, “no voten a Milei´. Esta es una dinámica que se desencadena por los procedimientos con que se siguió la adhesión o el pacto entre Macri, Bullrich y Milei.
Frente a este paisaje, hay que poner luz sobre una figura que va a estar iluminada durante mucho tiempo. Hay que mirar a Jorge Macri porque hoy es la figura objetivamente más poderosa de Juntos por el Cambio. Hay una novedad obvia: Juntos por el Cambio retuvo la Capital en nombre del Pro y en nombre de un Macri, Jorge Macri. Entonces, lo que haga él es determinante del resto. Surge una curiosidad, que no sabemos si es un conflicto entre Jorge y Mauricio Macri o una duplicidad de Mauricio Macri, que es que Jorge Macri dijo: “Soy neutral, no estoy con Milei”. Más aún, Jorge pactó con Massa. Hubo una negociación obvia entre Jorge Macri y Sergio Massa que dio como resultado que el peronismo diera de baja la candidatura de Leandro Santoro antes de que se haga el recuento definitivo de los votos en la Capital. Y no hay balotaje. En los números, por poquito, 0,39%, Jorge Macri debía ir a balotaje. Pero logró que le den de baja la candidatura de Santoro con una consecuencia importantísima: el 19 de noviembre, dado que Jorge Macri no compite porque ya tiene la Jefatura de Gobierno asegurada gracias a su acuerdo con Massa, el Pro municipal va estar desmovilizado.
Si fuera Milei diría: “¿Por qué me hacen esto? ¿Qué dice Mauricio Macri? En los intereses de Jorge Macri está que no haya balotaje. En consecuencia, ¿no hay que pactar con Massa o hay que mirar bien el precio del pacto con Massa? Esa es la pregunta que hay que hacerse. ¿Cuánto tiene que ver Mauricio Macri con esto? Probablemente, poco. Porque la relación de Jorge Macri con Massa se remonta al año 2005, nació en la chocolatería de La Plata, en la Legislatura bonaerense. Siguió a lo largo de los años, cristalizó en una alianza electoral en el año 2013, cuando el PRO de Mauricio Macri fue detrás de la candidatura de Massa en la provincia, sin presentar candidatos propios. ¿Y quién hizo esa coalición? Jorge Macri con Sergio Massa. Es decir: hay una comunicación que hay que registrar porque si proyectamos dos jugadas adelante y sucede lo que no sabemos si va a suceder, que es que gana Massa la presidencia de la Nación, y lo que ya sucedió, que es que Jorge Macri es el gobernador de la Ciudad, hay un eje de cooperación que condiciona toda la política argentina. Y eso está ocurriendo hoy sin que Massa llegue al poder. Tan es así que Jorge Macri se declaró neutral – lo dijo en una entrevista con Jony Viale- y se fue a Río de Janeiro de vacaciones.
Hay otros túneles. Daniel Angelici, íntimo de Mauricio Macri, también se declaró neutral. “Yo no estoy en la jugada de Macri con Milei, yo soy radical”, dijo. A pesar de eso, hay muchos indicios de que habría también un túnel entre Angelici y Massa y que por ese túnel transcurrió un mensaje parecido a este: “Massa, si llegaras al poder ¿lo vas a perseguir judicialmente a MacriI?”. Es interesante la pregunta porque se la hace gente que conoce mucho a Massa y que ven en él una especie de Néstor Kirchner corregido y aumentado. Y la respuesta fue: “No, yo no hago esas cosas”. Todo por WhatsApp.
Hay otros túneles, hay otro empresario ligado a Massa que transmitió la misma preocupación. ¿Es una preocupación de Macri? Tal vez no. Pueden ser preocupaciones de sus amigos. Pero esta posibilidad de un conflicto judicializado que pase a mayores en la eventualidad de una presidencia de Massa inquieta a mucha gente de la oposición. Y sugiere otro rasgo de la personalidad política de Massa.
¿Cuál es la apuesta de Macri, de los radicales, de los que quieren salvar la cohesión de Juntos por el Cambio? Que el electorado ordene, que haya en esta película un factor antikirchnerista y antiperonista que termine volcando a favor de Milei a aquellos que todavía ven en él a un populista de derecha, fascistoide.
Hay un problema y es que cuando uno va a las encuestas -cuando el equipo de campaña de Milei va a las encuestas- se advierte que Massa no es percibido por todo el público como alguien kirchnerista. Massa logra ese milagro. Muchos no lo ven como culpable de la política económica. Tampoco se lo ve como nítidamente kirchnerista. Y hay cierta lógica en eso porque al final le termina resultando favorable a Massa, en este momento, lo que todo el mundo interpretó como un movimiento cínico -a Mauricio Macri le gustaría decir “ventajero”-: el acercamiento entre Massa y los Kirchner y La Cámpora. Hoy podría Massa hacer este pregunta: “¿Vieron que era verdad que yo no era como ellos?”. Este es el mensaje que está pasando Massa para rescatar su candidatura frente a la posibilidad de una polarización que puede haber en este balotaje entre peronismo y no peronismo y kirchnerismo y no kirchnerismo.
Para que este proceso se produzca, que el 24% que votó a Bullrich se transfiera a Milei, Mauricio Macri tiene que hacer una operación que daría la impresión de que se propone realizar y que está realizando. Este domingo, en las entrevistas que dio, Macri rescataba, con mucha astucia, que Milei ya está saludando a los radicales de Leandro N. Alem, a los de Marcelo T. de Alvear. “Vamos a poner a los radicales más liberales”. En el caso de Alvear, puede haber un malentendido; en el caso de Alem no porque era un ultraliberal. A lo mejor, en una semana, escuchamos que Milei afloja un poco más y dice algo bueno de Hipólito Yrigoyen. Y por este lado va buscando un voto que no tiene y terminamos la campaña con Milei recitando el preámbulo como este lunes lo recitó Massa imitando a Raúl Alfonsín.
Pareciera que hay en Macri una necesidad de “normalizar” a Milei”, domesticarlo, “castificarlo”, para conseguir el electorado que todavía no tiene, mientras presume que el voto duro lo retiene y no lo va a perder por esa flexibilización.
Todo esto tiene una derivación muy interesante. ¿Qué cambios deberá hacer Milei si quiere conquistar a la base de Juntos por el Cambio en su política económica? ¿Es compatible este nuevo Milei en alianza con Macri con la idea de dolarización? ¿Qué modificaciones programáticas le van a exigir a alguien que parece muy dogmático en las ideas económicas?
Hay otra lógica que impera en todo esto y moviliza a muchos radicales y es una lógica no del todo evidente pero muy poderosa en aquellos que gobiernan provincias. Si soy gobernador del PRO o del radicalismo no tengo ningún problema de que en mi provincia gane Milei porque no tiene territorialidad, no tiene un candidato a gobernador que me pueda inquietar, no tiene diputados ni senadores ni intendentes.
Ahora, si el 19 de noviembre en una provincia gobernada por un gobernador elegido por Juntos por el Cambio, Massa arrasa, al día siguiente está instalando un candidato a gobernador, y la estructura del peronismo se potencia en esa provincia. Esto explica que gente muy inteligente y astuta políticamente, como por ejemplo Gustavo Valdés dijera: “No voy a ser neutral, no voy a votar en blanco, yo voto por el cambio”. ¿Qué es el cambio? ¿Massa? No, es Milei. Es importante lo de Valdés por muchas razones. Entre otras, porque es muy gravitante sobre Leandro Zdero, el gobernador electo de Chaco. Y es muy importante porque Valdés está pensando -probablemente no lo definió, pero debe estar mirando el tablero con esta idea de fondo- en ser presidente del comité nacional de todo el radicalismo a fin de año, que es cuando vence el mandato de Gerardo Morales.
El otro que está evaluando lo mismo, sin definirlo todavía, es Martín Lousteau. Quiere decir que, en el fondo de esta polémica que vemos dentro del radicalismo, también hay dos proyectos contrapuestos de conducción del partido. Son dos radicalismos distintos. Uno muy anti-Milei, otro más cercano a Milei. Dicho de otra manera, uno más proclive a Massa y otro más intransigente.
Massa tiene muchos desafíos. Uno importantísimo es la gestión. Centralmente, le apareció algo que él debería haber previsto: faltaron dólares para comprar combustibles. YPF, que es una empresa que, podríamos decir, maneja Massa, es dominante en el mercado de combustibles y en su composición accionaria un 60% es del Estado. Massa, que maneja todas las palancas del Estado porque Alberto Fernández está retirado, se olvidó de que compren combustible, de que YPF adquiera los dólares para comprar combustible. Sin tomar esa precaución, la empresa estatal suspendió la operación de dos refinerías. Y, potenciado por una gran demanda de combustibles que tuvo que ver con el resultado electoral y con la perspectiva que hubiera un gran aumento en el precio de las naftas, aparece esta crisis que a Massa peor no le puede venir. Y allí dice presente una vez más el estilo Massa. Consigue comprar el combustible de un par de barcos que no lo ofrecían porque faltaban dólares para abonar la factura, los propios dólares que tendría que tener el Gobierno. Pudo comprarlo, calculó que ese combustible podría estar a disposición del AMBA el martes a la noche y, una vez que hizo todo ese cálculo, dijo: “El martes a la noche, conmino a la petroleras a que entreguen el petróleo porque si no, no las voy a dejar exportar petróleo”. Pero lo que falta es nafta, no petróleo. Petróleo sobra. También amenazó a las petroleras a presionarlas con paros. Salieron todos los sindicalistas a hablar del problema de la falta del petróleo crudo cuando el problema es la falta de nafta. Massa, que nos dejó sin nafta, aparece como el que nos consigue la nafta. Es maravilloso. Hay que aplaudir esa habilidad, habilidad que no tiene la oposición.
Hay una curiosidad en todo esto, y es un índice elaborado por Poliarquía para la Universidad Di Tella, que fue publicado por Miguel Kiguel en Econviews. Si vemos el índice de confianza en el Gobierno, que tenía una correlación muy directa con el voto del oficialismo, ya no la tiene más. Si reparamos también en el índice de confianza del consumidor, que está contaminado por los niveles de consumo y con la perspectiva de futuro, parecería que hay más optimismo. Hay más optimismo en los hombres tomados como consumidores que en los que contestamos como ciudadanos. Y eso podría estar explicando la recuperación que tuvo Massa entre las primarias y la elección general. Esa recuperación fue de 6.400.000 a 9.600.000. Ahora tiene un desafío extraordinario, y acá está el corazón del problema de Massa. Tiene que llegar de 9.600.000 a aproximadamente 12.500.000 si es que quiere 48% de los votos en la segunda vuelta. Es decir, tiene que sumar dos millones de votos.
Massa y el peronismo hicieron un enorme esfuerzo en recuperar votos, tal y como exhibe el estudio sobre el conurbano bonaerense del CIAS a cargo de Rodrigo Zarazaga. Si comparamos la correlación de voto-pobreza de la Libertad Avanza y voto-pobreza de Unión por la Patria en las PASO, la performance del oficialismo sube mucho entre los sectores pobres.
En las elecciones generales, por su parte, sube muchísimo esta progresión. Quiere decir que el peronismo, en el conurbano bonaerense, realizó un esfuerzo extraordinario para movilizar el voto, incorporar gente para votar y recuperar votos de los pobres para Unión por la Patria. Es un comportamiento muy importante que muestra el gran éxito que tuvo Massa al sumar 3 millones de electores en todo el país.
Hay otro cuadro muy interesante de Pablo Salinas, un politólogo que hizo una comparación entre la segunda vuelta de Daniel Scioli en 2015 y la primera vuelta del 22 de octubre pasado. Compara los votos de lo que en aquel momento era el Frente de Todos con los de Unión por la Patria y lo ordena por la capacidad electoral de cada distrito. Massa tiene una pérdida total de 2,5 millones de votos respecto de Scioli. Es una pérdida de 597.000 votos en la provincia de Buenos Aires, 307.000 en Córdoba, 305.585 en CABA. Los mayores porcentajes de pérdida de votos los tiene en provincias que no son gravitantes demográficamente como, por ejemplo, Misiones, Santa Cruz, Tierra del Fuego. El gran esfuerzo, entonces, lo tiene que realizar en los lugares en los que le fue muy mal en relación con lo bien que le fue a Scioli. Entonces, acá hay un drama de recuperación de votos, que es un drama que aflige al equipo de campaña de Massa. ¿Qué podría pensar Massa? “Voy por el voto de Schiaretti”. Schiaretti sacó 1.800.000 del domingo 22 de octubre. De ese total, la mayor parte está obviamente en Córdoba, que es un voto símil Milei o símil Juntos por el Cambio. Entonces, el gran tema de Massa es como realizar una segunda hazaña, si es que no llegó a su límite. ¿Cuál es la estrategia? Estigmatizar al otro. El balotaje no fue inventado para promover que gane alguien si no para evitar que lo haga. Es un estímulo para votar al mal menor.
Lo que vamos a ver en lo que resta de la campaña es una destrucción sistemática de la imagen de Milei, que por muchas razones es fácil de destruir, por parte del equipo de Massa. Estarán muy orientados en este sentido por la tecnología que le ofrecen los brasileños, sobre todo de Octavio Antunes, que fue el cerebro de la campaña de Lula contra Jair Bolsonaro.
Cuenta además con la colaboración táctica de otra institución donde también hay mucho barullo, que es la Iglesia Católica. Hay un pronunciamiento, antes de las elecciones, del Papa, que llama a no votar “falsos mesías”. El martes anterior a las elecciones, el arzobispo de Buenos Aires grabó también una misa que se emite los domingos e hizo mención a las palabras del Papa. Se refirió a los acuerdos espurios para llegar al poder. Sacado de ese contexto y puesto en el contexto actual, parecería que esa homilía de Jorge García Cuerva se refiere al acuerdo entre Mauricio Macri y Javier Milei, que todavía no se había producido. Desde el equipo de Massa, utilizaron esta homilía para hacer creer que el arzobispo había condenado ese acuerdo. Este es el estilo Massa. Tal vez debería ser más prudente. No vaya a ser que durante la reunión del Episcopado la próxima semana, para despegarse de todo esto, haya también un pronunciamiento de la Iglesia en contra de Massa. Ahí también el horno no está para bollos. El obispo de Formosa, José Conejero, dijo que es legítimo el voto en blanco porque no hay obligación de votar al mal menor. Le contestó un cura villero de la ciudad de Buenos Aires, de la opción por los pobres, fanático kirchnerista, Paco Olveira. Pidió la renuncia del obispo.
Mientras tanto, Massa sigue hablando de unidad nacional. ¿Es el acuerdo entre partidos? No. Pareciera que es el intento de cooptación pinzando distintas figuras de la oposición, lo cual también nos obliga a pensar en el futuro. ¿Vamos a un mayor o menor equilibrio de poder en la Argentina? ¿Qué es lo que hace a una democracia sólida? ¿La unidad nacional, la cooptación de la oposición o que haya equilibrio y competencia? Esa, en el fondo, es la pregunta que hay que hacerse cuando uno mira la crisis de JxC.
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