El documento de tres páginas firmado por J. J. Montllor, funcionario de la embajada, y Wayne Smith, secretario de Asuntos Políticos, fue elevado al embajador Robert Hill. Las conclusiones del relevamiento sobre el accionar de la Alianza Anticomunista Argentina, la mirada piadosa sobre “el Brujo” y la advertencia a futuro.
Por: Alberto Amato
Tres meses y medio antes del golpe del 24 de marzo de 1976, y cuando el poder militar había decidido ya derrocar al gobierno constitucional de Isabel Perón, hundido en medio de una gigantesca crisis económica y sacudido por la guerrilla peronista y trotskista de Montoneros y ERP y por el terrorismo de ultraderecha desatado por la Triple A, la Embajada de Estados Unidos envió al Departamento de Estado un informe centrado sólo en la actividad de esa banda, cuya jefatura se adjudicaba, y se adjudica aún hoy, al entonces poderoso ministro de Bienestar Social, José López Rega, de fuerte influencia sobre la presidente.
El informe afirma que el accionar de la Triple A no cesó pese a la huida de López Rega del país, que los miembros de esa banda eran policías, matones sindicales, miembros retirados y en actividad de las fuerzas armadas, algunos actuaban por su cuenta y otros bajo órdenes y que parte de las acciones de López Rega que habían quedado vacantes luego de su caída, fueron asumidas por el entonces líder de la Unión Obrera Metalúrgica, Lorenzo Miguel. En concreto: la financiación de la revista El Caudillo, órgano dirigido por Felipe Romeo, de estrecha relación con López Rega.
Releer hoy ese documento de tres páginas, obliga a una puesta al día, breve, un pantallazo, un retrato a trazo grueso, de quienes aparecen mencionados en él. El cable, dirigido al Secretario de Estado de Richard Nixon, Henry Kissinger, está firmado por un funcionario de la embajada de quien sólo ha quedado su nombre: J. J. Montllor. Dependía del secretario de Asuntos Políticos de la Embajada, Wayne Smith. Smith había llegado a la Argentina en julio de 1972 y permaneció hasta 1977. Fue testigo de los días finales del gobierno de facto de Alejandro Lanusse, del aluvión guerrillero de Montoneros y ERP, del retorno de Perón en noviembre de 1972 y en junio de 1973, de la breve gestión de Cámpora, de las elecciones de septiembre, del asesinato de Rucci, del tercer gobierno de Perón, de su muerte, del gobierno de Isabel y del golpe del 24 de Marzo. Un testigo privilegiado que tejió buenos lazos con la Argentina.
El informe Montllor-Smith fue elevado el embajador Robert Hill, que había sido embajador en Madrid durante parte de los años de exilio de Perón en España y tenía fuertes vínculos con la Central de Inteligencia Americana (CIA). Siempre se especuló, nunca pudo probarse, que López Rega tenía sólidos contactos con el embajador Hill a quien, decían las versiones, visitaba con frecuencia. También, años después de su caída y hasta de su muerte en 1989, algunas fuentes admitieron sus sospechas de que López Rega informaba a la CIA de las actividades de Perón en Puerta de Hierro. En todo caso, el secretario privado de Perón que sería el hombre más poderoso de la Argentina tras su muerte, no está mencionado como tal, hasta ahora, en documentos oficiales del gobierno americano. En cambio, el presidente Nixon movió de la embajada en Madrid a Hill cuando Perón anunció que regresaría a la Argentina en noviembre de 1972: lo nombró embajador en Buenos Aires.
En diciembre de 1975 el país se debatía en el caos económico. El 4 de junio de ese año, el ministro de Economía, Celestino Rodrigo, nombrado por López Rega y aficionado como él al esoterismo y, en cierta medida, a cambiar la realidad social y política del país según una particular combinación de colores, instauró una política de shock para “eliminar la distorsión de los precios relativos”. Devaluó el peso el ciento ochenta por ciento, aumentó los servicios públicos en un trescientos por ciento y puso tope a los aumentos salariales acordados en paritarias previas. La inflación pasó del 24% en 1974 al 182%, reinó el desabastecimiento de productos esenciales, alimentos, combustible y otros bienes destinados al transporte.
La medida desató una rebelión sindical. La CGT, al grito de “Isabel, coraje, al Brujo dale el raje” obligó a la renuncia de Rodrigo y, el 19 de julio, a la expulsión de López Rega del país bajo un supuesto cargo de embajador plenipotenciario en ninguna parte.
En diciembre de ese año, los miembros de la Junta Militar, general Jorge Videla, almirante Emilio Massera y brigadier Héctor Fautario ya habían decidido derrocar a Isabel Perón. No había una fecha exacta, todavía. Videla la fijó en el monte tucumano donde el Ejército enfrentaba la experiencia “vietnamita” del ERP, a la que había adherido parte de Montoneros. En la Navidad, Videla habló de noventa días de plazo. Fautario sería jefe de la Fuerza Aérea por poco tiempo: pasó a retiro después de la rebelión del 19 de diciembre del brigadier Jesús Orlando Cappellini, un ensayo general del golpe. Fautario se fue de la vida militar no sin antes advertirle a Isabel: “Cuídese señora, a usted la van a derrocar”.
Ese era el escenario en el que la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires elevó su informe sobre la Triple A. En un breve sumario, Montllor, con el visto bueno de Wayne Smith, afirma: “El ex ministro de Bienestar social, José López Rega, fue siempre sospechado de controlar y proteger al terrorismo de ultraderecha, conocido en la Argentina como Alianza Anticomunista Argentina (AAA), antes de su expulsión. Esa campaña de terror declinó después de su expulsión, lo que dio crédito a esas acusaciones. Sin embargo, independientemente de su participación directa, el surgimiento de López Rega en el escenario político argentino no creó este terrorismo, ni terminó con su salida”.
Es una mirada algo piadosa para con López Rega y descarnada para con la historia política argentina. Montllor dirá en su informe que terrorismo de ultraderecha existió siempre en el país, incluso antes de López Rega y remite al accionar del movimiento Tacuara de los años 60. El funcionario americano era un estudioso. Sin embargo, debe reconocer que la Triple A había vuelto a atacar tras la partida de López Rega. Para ser justos, el informe fue redactado mucho antes de que las autoridades militares de la flamante dictadura descubrieran en los sótanos de Bienestar Social un arsenal de armas más modernas incluso que las de las fuerzas de seguridad.
“De nuevo -dice el informe- y de manera desenfrenada, la AAA regresó a sus asuntos, aunque no al anterior nivel de actividad. Como ya informamos, los actos terroristas de la AAA fueron, y aún lo son, cometidos por grupos policiales, escuadrones de matones sindicales, miembros retirados de las fuerzas de seguridad y personal militar en actividad, algunos ‘frelancers’ y otros inspirados o dirigidos. Si ha habido alguna vez una organización AAA como tal, con estructura jerárquica, una cadena de mandos estrecha, etcétera, es algo que está abierto a discusión. (…) Si bien la participación oficial en sus actividades es hoy difícil de evaluar, está fuera de toda duda que todavía sí hay participación oficial”.
Luego el informe revela que tras la partida de López Rega, un “mensaje informal” fue enviado al personal jerárquico de la Policía Federal en el que decía que las anteriormente toleradas (“previously condoned”) actividades extra legales, debían cesar; que ese mensaje guarda relación con cierta disminución de la violencia ultraderechista y que debió haber disipado al menos parte de las actividades de la AAA. Pero, si bien ese accionar había declinado en parte, todavía “sigue siendo dolorosamente evidente”. Cita luego el asesinato en Córdoba de la familia del guerrillero del ERP Mariano Pujadas, que había sido fusilado en agosto de 1972 en la Base Naval Almirante Zar, de Trelew, entre otros atentados y asesinatos cometidos por comandos paralelos a la AAA, entre ellos el “Comando Nacional de Restauración Justicialista”, que se adjudicó el asesinato de los Pujadas.
El punto 3 del informe de la Embajada de Estados Unidos remite a la revista El Caudillo, órgano de prensa no oficial, pero oficioso, de la Triple A. Había dejado de aparecer el marzo de ese año, y ahora volvía a venderse. “La ultraderechista revista semanal El Caudillo reapareció en los kioscos después de haber salido de circulación en marzo de este año. Las oficinas de El Caudillo estaban sospechadas de ser el cuartel general de la AAA y uno de sus editores admitió hace poco ante un funcionario de prensa de la Embajada, que durante todo ese tiempo fue financiada por López Rega (Ahora, agregó, es financiada por Lorenzo Miguel). El Caudillo llama a una total lealtad hacia ‘la líder’. De hecho, su eslogan es: ‘Isabel siempre tiene razón porque ella es la líder’”.
En aquel país desquiciado, en las revistas de ultraderecha también se editaba Las Bases, que se tomaba como el medio oficial del peronismo, o al menos pretendía serlo, y era el juguete de López Rega, tenían su contrapartida en semanarios de izquierda. El Descamisado era vocera de Montoneros y Militancia, fundada por Rodolfo Ortega Peña, que había sido asesinado por la Triple A en julio de 1974 y por Eduardo Luis Duhalde, ligados ambos al trotskismo, sentaba de alguna forma los postulados del ERP, o de la izquierda más violenta. El Caudillo tenía una sección sin nombre fijo: podía ser, “A vos te hablo…”, “Oíme gilito…” o “Yo te avisé…”, seguido por el nombre del cuestionado, en la que una vez por semana atacaban con dureza a una personalidad política, o gremial, o social a la que juzgaban adversaria. Militancia tenía en sus páginas una sección, breve, llamada “Cárcel del Pueblo”, una parábola de los sótanos y túneles donde la guerrilla del ERP mantenía a su secuestrados, donde también “encerraba” a quienes consideraban sus enemigos.
Muchos de quienes aparecieron en “A vos te hablo…” de El Caudillo fueron asesinados. Y muchos de quienes aparecieron en la “Cárcel del pueblo” de Militancia, también. Entre ellos, el sacerdote Carlos Mujica, que había sido citado por las dos publicaciones y fue asesinado en mayo de 1974. Por entonces aquello se llamaba periodismo militante.
El Caudillo -dice el informe de la Embajada de Estados Unidos- retoma sus ataques feroces contra izquierdistas, judíos y “descontentos” y llama a tomar medidas más fuertes (léase más violentas) para dialogar con ellos. En al menos un caso, en su última edición de noviembre, advirtió a Heriberto Kahn, de La Opinión, de que sería llenado de plomo si no cesaba con su “campaña de mentiras”. La propia AAA -sigue el informe- en lugar de su sustituto El Caudillo amenazó posteriormente a Kahn, a Enrique Raab y a Ernesto Ekaizer, todos de La Opinión a quienes llamó “judíos comunistas”.
Heriberto Kahn había publicado en julio de 1975 un artículo que vinculaba a López Rega con la Triple A y El Caudillo le había dedicado este párrafo en su nota titulada “Oíme, chupatintas”: “(…) Corrés el riesgo de que ese nombre tuyo –chupatintas-, tenga alguna alteración y se cambie tinta por plomo. ¿Me entendiste bien, chupatintas?”. Khan siguió en su puesto en La Opinión. Murió muy joven, a los 30 años, en septiembre de 1976, por una enfermedad genética degenerativa. Su libro póstumo Doy fe, fue publicado por sus compañeros. Enrique Raab fue secuestrado por la dictadura el 16 de abril de 1977. Figura como desaparecido. Ernesto Ekaizer logró exiliarse en España donde siguió una brillante carrera periodística. Tiene 74 años.
El informe de la Embajada de Estados Unidos, que retrata con rigor una etapa crudelísima de la historia contemporánea argentina, recoge en sus párrafos finales más atentados de la ultraderecha: una bomba contra la casa del entonces senador cordobés Eduardo Angeloz, una amenaza de muerte contra el entonces líder radical Antonio Tróccoli y contra otros diputados que integraban una comisión del Congreso que investigaba la corrupción en el gobierno de Isabel Perón. Luego hace una mínima lectura de lo que acaba de describir, una visión de Montllor, avalada por Wayne Smith y por el embajador Robert Hill, que excede en parte la opinión meramente descriptiva usada en el documento.
Es un aviso al futuro. Dice: “Entonces, mientras el gobierno de la señora Perón proteja y use el terror de la derecha, deja abierta la interpretación que dice que ellos no son mejores que los extremistas que lo usan de la izquierda”.