Cualquiera sabe que, si Ricardo Alfonsín tiene un mérito, ese mérito no le pertenece. O le pertenece bastante poco. El de haber sido hijo de Raúl, del que todo el mundo sabe que fue un político grande de verdad.
El presidente de la recuperación de la democracia y del histórico juicio a las Juntas. El que levantó la bandera de los derechos humanos en plena dictadura y se las tuvo que ver con los carapintadas. Y el que fue ninguneado hasta último momento por el kirchnerismo.
Ricardo entró bien tarde en la política. No hizo carrera. Pero por falta de candidato y con el marketing del apellido, se metió directo en las presidenciales de 2011, cuando aún estaba vivo el recuerdo de la muerte de su padre y de las impresionantes movilizaciones en su funeral dos años antes. Salió tercero, detrás de Cristina y de Binner, con un módico 11%.
¿Qué bicho le picó a este radical devenido en uno de los contados albertistas? Cualquiera diría en su partido que le picó el bicho del oportunismo. Lo último que acaba de hacer es sumarse a la marcha del kirchnerismo para echar a los jueces de la Corte. ¿Y cómo lo hace? A la manera como hace otras cosas. Dice: “Hay derecho a manifestarse”. Alfonsín: no se está discutiendo el derecho a manifestarse. Lo que se discute es una manifestación para echar a los jueces de la Corte, encima alentada desde el Gobierno.
También habla de este Alfonsín, hoy embajador en España gracias a Alberto Fernández, lo que le pasó con Federico Polak, que era su amigo y segundo en Madrid. “Va Alfonsín”, le avisó Fernández a Felipe Solá. El apellido Alfonsín milita solo en España y Alfonsín se llevó a Polak, de su mayor confianza. Había sido vocero de su padre y le dieron el cargo de “Representante Especial para la Promoción de la Actividad Empresarial”, algo que no existía y que difícilmente entre en una tarjeta.
Pero sirvió para darle el segundo sueldo de la embajada, un despacho al lado del suyo y vivienda en la residencia oficial: el Palacete de Fernando El Santo, una joya del siglo 19, en el exclusivo barrio de Salamanca, con habitaciones en los dos pisos superiores, un salón de actos, una enorme pintura de Sorolla y un subsuelo con otra buena cantidad de dormitorios y oficinas. La de Madrid es para nosotros la embajada clave en Europa.
La relación entre Alfonsín y Polak se agrietó rápido y terminó de romperse en noviembre, cuando Polak pegó el portazo después de haber intentado dos veces volver a la Argentina. Lo frenaron desde la Cancillería. Polak dijo: “No es ético percibir una remuneración sin ser útil al Estado”. Hace algo que en el país se practica poco y, diríamos sin mucho miedo a equivocarnos, cada vez menos: la ética. Pero al mismo tiempo reitera que la embajada a cargo de Alfonsín hace más nada que poco, al menos en materia de promoción empresaria.
Incómodo desafío para Alfonsín: ¿qué puede mostrar? Ninguna o casi ninguna gestión como embajador y mucha gestión como aliado interno de Fernández. Una especialidad: sus tuits regulares desde Madrid para que la agencia Télam los convierta forzadamente en noticias. Si pone cabeza en escribirlos, no se nota. El contenido y los protagonistas se repiten: elogios al presidente y al gobierno, y palos a su ex partido que dice se fue a la derecha y a la oposición. Parecen dictados desde acá. Son decenas y cualquiera puede consultarlos en la cablera oficial.
Apenas los últimos. El 6 de diciembre: “La UCR sigue siendo un partido que de radical no tiene mucho”. 10 de diciembre: “Tenemos que hacer una segunda transición, el presidente Fernández repite esa idea”. Pensamiento profundo. 12 de diciembre: “Si la UCR representa lo que es desde 2015, yo no me hubiera afiliado”. ¿Se habrá desafiliado como amenazó en febrero del 2021? 29 de diciembre, en defensa de la operación judicial del gobierno contra el macrismo: “La denuncia (oficial) es gravísima y gravísimo sería también relativizarla”. 5 de enero: “Es difícil de entender la actitud de los gobernadores radicales. El gobierno hizo lo que corresponde: convocar a los principales actores a la oposición”. Fue por el frustrado intento de Guzmán y Fernández para sacarse una foto de unidad dedicada al FMI. 24 de enero: los radicales “actúan como si no comprendieran que es necesario postergar cualquier tipo de diferencias” con el Gobierno. Está obsesionado con la UCR.
Polak no ha dicho nada sobre todo esto. Había renunciado en noviembre con la misma razón que ha vuelto a exponer: no es ético cobrar y no trabajar. Pudo pasar que la primera vez llamó más la atención la renuncia que las razones de la renuncia, que chocan ahora más sonoramente con tanto funcionario turisteando en lugares caros y muy caros.
Rarísimo esto de que, desde la política, de una de las ramas de la política, alguien renuncie a unos US$ 15.000 mensuales y a vivir en la amabilidad sin límites de Madrid y, hablando de cuestiones bien terrenales, del vino de Rioja y el jamón de Jabugo. Y dejémoslo ahí. Difícil convencerse de que una golondrina haga verano, pero al menos tenemos este hecho concreto: no lo renunciaron; Polak se renunció y habló.
Alfonsín, por su parte, no escapa a la tradición política. También declara, pero no aclara. Se desvió por el lado de que la UCR no es lo que fue, que vendría a ser una manera de intentar explicar por qué, un radical como él, que fue candidato a presidente contra Cristina, ocupa hoy la muy cómoda (por el idioma y salario) y relevante (debiera serlo) embajada en Madrid. Envidia de muchos.
Sin ofrecer contradatos a los de Polak, se fue por la tangente. Saraseó que le preocupaba la posición de la UCR con el gobierno y las “negociaciones” con el Fondo. Y aún más, como si todo lo otro fuera poco apoyó la marcha contra los jueces. ¿Qué tiene de democrático y qué tendrá de radical apoyar la marcha de D’Elía, Moyano y Mena contra la Corte?
Polak confió que, ante el ofrecimiento de la codiciada embajada, Alfonsín le había dicho que aceptaba si él aceptaba. Que era un tándem político pero que “por alguna razón del destino, por una cuestión de personalidad, no me dejó trabajar”, aunque, eso sí, aclaró que peleó “durante meses”. Polak había sido el ordenador de la campaña presidencial de Alfonsín y le marcaba la agenda. Hasta lo convenció de firmar un libro, “La Argentina moderna”, para apoyarlo como candidato.
Algo más sobre Polak, de pronto tan notorio. Tiene un currículum de lo más completo: doctor en Ciencias Jurídicas, experto en derecho internacional, profesor de varias universidades, ex síndico y subgerente del Banco Central, fanático racinguista y lo que más se sabe, al margen de que fue suegro de Al Pacino y que su nieta es ahora la mujer de Di Caprio: ex interventor en Boca y en el PAMI, donde primero compartió conducción y luego sucedió a su amigo Horacio Rodríguez Larreta.
En lo político, arrancó en la juventud del MID. Era el joven desarrollista de Generación Espontánea, el programa de medianoche de Merellano y Enrique Walter, secuestrado por la dictadura. El joven radical era Jesús Rodríguez. Y representó al MID en la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. Fue en su departamento de Avenida del Libertador donde se selló la Alianza entre Alfonsín, De la Rúa, Chacho Alvarez, Terragno y Fernández Meijide. Venía de ser vocero del Alfonsín que no necesita que se le añada Raúl para saber de quién se habla.