Nadie habla de reemplazarlo, ni siquiera en el largo plazo, pero lo cierto es que en las últimas semanas vienen creciendo los cuestionamientos al estilo de conducción del bloque kirchnerista del Senado de José Mayans (Formosa).
Algunos de sus compañeros, aunque todavía en sordina, empiezan a imputarle abusos y malos tratos durante los cuatro años que ejerció la presidencia del bloque como vicario de Cristina Kirchner.
Con la expresidenta lejos del poder y del control con mano dura con el que condujo a sus huestes en el Senado -“se acabó el chicote”, como lo graficó un senador norteño-, la figura de Mayans comenzó a ser mirada de manera diferente, con menos complacencia que cuando se sabía, o pensaban, que sus órdenes provenían directamente de la entonces vicepresidenta.
No es la única figura ligada a Cristina Kirchner a quien varios de sus compañeros de bloque miran con recelo y encono por los maltratos sufridos en los últimos cuatro años. Anabel Fernández Sagasti (Mendoza), segunda de Mayans como vicepresidenta del Frente de Todos, y Oscar Parrilli (Neuquén) también se han ganado un lugar en ésa nómina. Diferente es el caso de la bonaerense Juliana Di Tullio, también de alto perfil en la Cámara alta durante el último gobierno kirchnerista. Si bien saben de su apasionado “cristinismo”, a ella la ven más como una peronista clásica que, sobre todo, supo tener buenos modos en el manejo de sus relaciones al interior de la bancada.
De hecho, hay quienes atribuyen gran parte de la culpa de la ruptura del bloque K en febrero del año pasado a los modos de Mayans. Dos legisladores kirchneristas le recordaron a este diario que al menos dos de los cuatro senadores escindidos en aquella oportunidad, Edgardo Kueider (Entre Ríos) y Guillermo Snopek (Jujuy), se fueron enfrentados en muy malos términos con el formoseño.
Pero en los últimos tiempos las quejas pasaron de lo personal a lo político, cuestionando la visión estratégica de Mayans como jefe de bloque. Sobre todo después de la fallida sesión del pasado 13 de diciembre, cuando la conducción encarnada por Mayans, Fernández Sagasti y Di Tullio empujó al resto de la bancada por el desfiladero de la derrota legislativa en la primera sesión a cargo de la flamante vicepresidenta Victoria Villarruel.
Al interior del bloque ahora opositor no fueron pocas las voces que criticaron la decisión de bajar al recinto sabiendo que iban a perder la votación y, aún así, mantenerse en la porfiada postura de postergar la elección de autoridades para el 24 de febrero, fecha establecida en el Reglamento, e impedirle a Villarruel nombrar a personas de su confianza en la presidencia provisional y en las secretarías Administrativa y Parlamentaria del Senado.
A Mayans también le imputan haber cometido el error de haberse quedado durante toda la sesión luego de haberla impugnado, al menos desde lo discursivo, por inconstitucional y antirreglamentaria. “Si decís que algo es ilegal no te quedás participando; te levantás y te vas para no convalidarlo”, se quejaba esa misma tarde del 13 de diciembre un senador peronista mientras caminaba por el hemiciclo de la Cámara alta. Lo concreto es que ése día, Villarruel obtuvo el respaldo de 39 senadores mientras que el kirchnerismo ni siquiera pudo sentar a toda su dotación, ya que le faltaron cuatro de sus 33 miembros.
Mantenidas en reserva dentro del Frente de Todos, las críticas a Mayans se hicieron públicas desde afuera de la bancada. “Si Unión por la Patria creyó que oponerse a la composición del Senado para que pueda funcionar era una buena estrategia, fue un error grave; expusieron al peronismo a una derrota contundente”, lo criticó Kueider en un reportaje concedido el fin de semana pasado. “Una derrota innecesaria porque ni siquiera estábamos discutiendo un proyecto de ley”, agregó el entrerriano, devolviendo viejas facturas pendientes de cuando compartía bloque con el formoseño.
En charlas con sus compañeros de bloque, Mayans defendió su estrategia asegurando que lo hizo para dejar expuestos a los senadores colaboracionistas con Villarruel y, de paso, plantar al kirchnerismo como la única oposición a la administración de Javier Milei.
El mismo argumento se le ha escuchado decir al formoseño para justificar la nueva ofensiva lanzada la semana pasada, cuando pidió una sesión especial para el próximo jueves con el objetivo de que la Cámara alta rechace el ambicioso DNU 70/23 con el que Milei pretendió desregular varios aspectos de la vida económica, social y laboral.
La jugada fue decidida sin tener el apoyo suficiente para alcanzar el quórum que habilite el inicio de la sesión ni para tener una mayoría que declare nulo el decreto. “Es otro error, porque Milei todavía tiene apoyo popular y no vamos a juntar los votos”, opinó una senadora kirchnerista.
En otro despacho también criticaron la movida, pero le agregaron otra lectura. “Es un gesto de Mayans para tratar de retener poder porque sabe que están creciendo los cuestionamientos a su conducción”, dijo un senador que se define como peronista y reniega del mote de kirchnerista. Pícaro, este legislador no dejó de destacar que uno de los que acompañó con su firma el pedido de sesión especial fue Juan Manzur, a quien muchos se ilusionan con verlo como nuevo jefe de bloque. Sin embargo, por el momento, el tucumano se hace el distraído y se mantiene en silencio.
Gustavo Ybarra
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