Alberto Fernández debe definir si cede o se planta ante las presiones de Cristina Kirchner

El Presidente se recluyó con su núcleo íntimo durante todo el día, tras las renuncias de “Wado” de Pedro y una decena de funcionarios que responden al kirchnerismo duro

«Todo roto». Con esa categórica escenificación del estado de situación del Frente de Todos por parte de uno de sus ministros de mayor confianza, Alberto Fernández definía en la noche de este miércoles si resistía o no a las presiones internas.

 

Un grupo de ministros y secretarios de Estado del kirchnerismo presentaron sus renuncias tras la derrota del domingo, y dejaran al Presidente frente a la más grave crisis institucional desde que asumió el Gobierno.

«El dilema es sí ceder ante el pedido de cambio de gabinete o avanzar con el proyecto original del 2019», resumía con crudeza, bien entrada la noche, uno de los ministros que desde la tarde se instaló en el primer piso de la Casa Rosada.

Pasadas las 16.30, Fernández se sumó a la cumbre con casi todos los ministros más leales que no renunciaron convocada de urgencia por Santiago Cafiero. El presidente volvía de un almuerzo con Mario Ishi y algunos intendentes del peronismo que, según confiaron, estaba pautado desde el martes.

Fue en José C. Paz que el jefe de Estado se enteró de que, de a uno, presentaban sus renuncias por escrito al menos una decena de funcionarios de primer nivel que se identifican con Cristina Kirchner y La Cámpora.

A su vuelta del conurbano, el Presidente se recluyó con sus más íntimos. Varios de ellos, según reconstruyó Clarín, le aconsejaron romper con el kirchnerismo. Fernández se fue solo, en helicóptero, seis minutos después de las nueve y media de la noche. Lo notaron «pensativo», y consciente de que deberá dar definiciones en los próximos días.

El puntapié inicial, antes de las 2 de la tarde, lo había dado nada menos que Eduardo «Wado» de Pedro -«Wadito», como lo definió Fernández cuando presentó en sociedad a su gabinete-, el ministro del Interior que integra la cúpula de la organización liderada por Máximo Kirchner y que goza de la más absoluta confianza de la ex Presidenta.

Lo siguieron los ministros Juan Cabandié (Medio Ambiente), Tristán Bauer (Cultura), Roberto Salvarezza (Ciencia y Tecnología) y Martín Soria (Justicia), y Fernanda Raverta (ANSES), Luana Volnovich (PAMI), Victoria Donda (INADI), Paula Español (Comercio Interior), Martín Sabbatella (ACUMAR) y Pablo Ceriani (Aerolíneas Argentinas).

No lo sabía nadie: tampoco los gobernadores que participaron al mediodía del lanzamiento del proyecto de promoción de inversiones hidrocarburíferas junto al Presidente y Sergio Massa se enteraron un largo rato después de abandonar la Casa Rosada.

Muchos de ellos se comunicaron por la tarde con Fernández para darle su apoyo. Lo mismo hicieron sindicalistas y dirigentes del PJ, y referentes de los movimientos sociales. La CGT sacó un comunicado. Legisladores, ministros y mandatarios provinciales salieron a respaldar a la figura presidencial en las redes sociales. El Movimiento Evita fue el más osado: llamó a marchar este jueves a media tarde, en Plaza de Mayo, «por la unidad del Frente de Todos». «¡Fuerza Alberto!», remarcaron en la convocatoria.

Mientras, desde La Cámpora y el cristinismo hubo un sonoro hermetismo. La vicepresidenta recibió en su oficina a Máximo Kirchner y a De Pedro.

Las últimas 48 horas tras la debacle electoral del domingo fueron un polvorín.

El Presidente, Cristina Kirchner, su hijo Máximo, Massa y Axel Kicillof tuvieron la primera reunión la noche de la elección, en el complejo C, antes de que Fernández saliera a aceptar la derrota en buena parte del país y en la provincia de Buenos Aires.

El kirchnerismo insistió esa misma noche en que había que avanzar con cambios de funcionarios y acelerar medidas destinadas a inyectar recursos en los sectores medios y bajos, un reclamo en el que se insiste desde ese sector de la coalición desde hace meses -también desde el massismo- y que incluye la salida de Cafiero y, al menos, los ministros Martín Guzmán y Matías Kulfas.

A la crisis de gestión que el kirchnerismo se cansó de enrostrarle al Presidente se sumaron los yerros del propio mandatario, que tuvo su máxima expresión con la filtración de los festejos de Olivos. La ex Presidenta pidió entonces poner «orden».

En el cristinismo, por caso, cayó pésimo que el lunes, en su primera actividad tras la caída en las PASO, el mandatario se mostrara con los tres. Repitió la misma puesta en escena este miércoles, en el proyecto de hidrocarburos.

El lunes, Fernández y su vice habían intercambiado mensajes. El martes, el Presidente almorzó con intendentes de la tercera sección electoral a los que les adelantó medidas económicos, y se reunió con Massa y Máximo Kirchner. Pero la cumbre crucial fue esa misma tarde, en Olivos, entre el jefe de Estasdo y la ex Presidenta.

Ya había habido indicios del tono de las presiones cuando Teresa García, la ministra de Gobierno bonaerense, revelara que todo el equipo de Kicillof había puesto su renuncia sobre la mesa. Lo reforzó Andrés Larroque: «Todos somos prescindibles», dijo.

Fue, según las fuentes, un encuentro determinante. El vínculo entre ambos, trasciende, está en un punto de no retorno por el futuro de la coalición. No inquieta tanto noviembre como el 2023.

«Esta no es la forma. Alberto se cansó. Cualquier decisión que tome lo va a hacer cuando lo crea conveniente», subrayaban por estas horas desde el entorno presidencial.

Había un enojo creciente por las formas. En especial porque solo dos de las renuncias, las de Sabbatella y Cabandié, fueron ingresadas a través de los canales oficiales. El resto, mascullaban en Casa Rosada, fue «opereta».

Por lo pronto, los anuncios que el Gobierno tenía agendado oficializar este jueves como el primer paso de una serie de medidas destinadas a tratar de descontar en la elección de noviembre habían quedado en suspenso.

Massa, que por la tarde se encontró con el jefe de bloque del FDT en Diputados y después reunió a su tropa en sus oficinas de avenida del Libertador, había sonado como posible reemplazo del jefe de ministros. También se mencionó a Martín Insaurralde, e incluso sonó Aníbal Fernández, que pasó también durante el día a conversar con el mandatario y que buscó minimizar el caos político: «No hay crisis», aseveró.

En el primer piso de Casa Rosada, sin embargo, mientras Fernández definía el rumbo de su gestión, el clima era bien distinto al plantado por el ex jefe de ministros del kirchnerismo. «Es el fin del gobierno del Frente de Todos», desafiaban.

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