En aquella vieja casa de Lanús donde viví con parte de mi familia hasta los 17 años se decían con cierta frecuencia dos frases que cada tanto vuelven a mi memoria: Una era “esto es lo que hay y lo que hay es muy poco”. La otra: “Nunca contradigas a un loco y, menos, cuando sospechás que tiene razón”.
Por: Graciela Guadalupe
La primera se usaba cuando alguien reclamaba algo más de alguna cosa escasa –y lo que sobraban eran escaseces por aquellos lares– y, la segunda, cuando se quería poner punto final a la conversación con algún chiflado sin tener que admitir que se estaba de acuerdo con él.
Las últimas declaraciones de Alberto Fernández al diario uruguayo El Observador me retrotrajeron a aquella casa. Dijo el profe al que se le está por acabar el inquilinato en Olivos: “Por un lado, me piden que sea obediente y, por el otro lado, que tenga la lapicera (…) Los medios argentinos decían que yo era un títere y resulta que el títere es el único que termina enfrentado con Cristina. Muy títere no era. Y la queja de ‘no me escuchan’ [frase que solía decir Cristina] no es que no escucho. Oír, escucho, porque además me lo dicen por escrito. Lo que pasa es que no siempre estoy de acuerdo y lo que yo quería era que la Argentina subiera la vara en un montón de cosas”.
Vamos por parte. Dijo que los periodistas le decíamos títere y que él es un títere, pero que no es tan títere. Sobre Cristina, reconoció que le daba órdenes, pero que lo confundían. Y después, cuando afirmó que oír, escucha (como si ambas acciones fueran lo mismo), aclaró que escucha porque, además, se lo dicen por escrito. O anduvo toda la presidencia con un audiotexto encima u oye voces provenientes del Arsat, “donde vive Néstor como una suerte de barrilete cósmico”, según contó la propia Cris en 2015.
Y la última (habló mucho más, pero este humilde espacio no alcanza para comentarlo todo): dijo Alberto que no estaba de acuerdo con la señora que lo nominó candidato a presidente y que él quería realmente que el país subiera la vara en un montón de cosas. Llegados a este punto, no sé si le calza mejor la primera de las frases familiares lanusenses o la segunda.
Una cosa debió haber tenido clara desde el principio el profe-jefe del Estado hoy de camino al llano y, probablemente, al destierro partidario: la Constitución nacional dice claramente en su artículo 87 que el Poder Ejecutivo, que desempeña el presidente, es unipersonal. Ni compartido ni asociado. Y a un títere siempre lo maneja alguien.
Graciela Guadalupe
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