Sola, arrancó una investigación artesanal. ¿Por qué ahora sus sospechas apuntan al “Dr. Muerte”? En una entrevista con Infobae, cuenta su historia por primera vez-
Sucedió una tarde del último verano, fue apenas un pensamiento pero atravesó la intimidad de la escena y la partió. Camila estaba amamantando a su beba, solas las dos. Era su primera hija, tenía tres meses, mientras succionaba se entredormía. Camila se quedó mirándola y fue en ese largo silencio que pensó lo que ahora cuenta a Infobae.
“Así era yo cuando estaba secuestrada”, recuerda. “Así de chiquita. Tres o cuatro meses tendría cuando me rescataron. A mí no me dieron la teta, nada. Yo me chupé el dedo hasta muy grande, ahora pienso que habrá sido por ese vacío que seguramente sentí”.
Quien habla desde la casa en la que vive junto a su pareja y su pequeña hija, en Wilde, es Camila Loza, 22 años tiene o se supone que tiene. Hoy es mamá pero hasta el año pasado sólo era hija. Y fue en aquella etapa anterior que empezó a investigar para tratar de completar los espacios vacíos de su biografía.
Fue así, averiguando sola y de una forma artesanal, que se encontró con una trama policial y siniestra que tenía una protagonista estelar: ella.
Sola en un hospital
“Yo siempre supe que había sido adoptada”, desanda Camila ahora. Su mamá adoptiva nunca le ocultó esa información, tampoco su papá adoptivo, que la adoraba pero que murió de cáncer cuando ella tenía 5 años.
“A medida que fui creciendo le fui haciendo preguntas a mi mamá. ‘¿Pero por qué me pusieron en adopción?’, ‘¿qué había pasado conmigo?’, ‘¿de dónde vengo?’, ‘¿quién era mi mamá biológica?’”, enumera. “Ella me dijo que no sabía demasiado pero que cuando yo cumpliera 18 años podía ir al juzgado de menores y pedir mi expediente de adopción, que ahí iba a estar toda la información que necesitara”.
La adopción había sido legal. Su mamá y su papá habían ido a buscarla a la Casa Cuna de La Plata cuando era una beba de un año y un mes. “Camila Jazmín” -eso decía la primera página de la historia clínica- llevaba nueve meses en ese hospital, sin familia.
A sus padres adoptivos les dieron algo de información sobre el origen biológico de la beba, sólo que la información era equivocada. “La abogada había interpretado mal mi expediente y les había dicho que mi mamá biológica era una chica de 15 años que se había escapado de la casa y que me había dejado con mi abuela”, cuenta ella, que es estudiante de Diseño Gráfico y trabaja limpiando casas por hora.
Camila esperó hasta cumplir los 18 con todas esas dudas atragantadas y fue sola, sin dinero para contratar a un abogado, al Juzgado de Menores de Quilmes. La primera vez caminó abrumada por un pasillo repleto de estanterías con expedientes frondosos. Buscaron, no encontraron el suyo, pero decidió volver.
“Hasta que apareció”, sigue. No eran un par de hojitas, “era un tomo así”, dice, y pone los dedos en C. “Y todo escrito en lenguaje judicial, no entendí nada”. Le ofrecieron que un juez lo leyera y la citara luego para explicárselo y eso fue lo que sucedió.
Era cierto que el expediente comenzaba con la historia de una mujer que a los 15 años se había fugado de la casa. Y el apellido de la mujer era el mismo que figuraba en la primera hoja de la historia clínica de Camila, por eso siempre habían creído que era su mamá biológica.
“Pero no. Era la mujer que me había secuestrado”, interrumpe ella. ¿Secuestrado? “Claro, cuando el juez me cita me explica que me habían encontrado en abril del año 2000 durante un allanamiento que había hecho el grupo HALCON (la división de operaciones especiales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) en una casa de Florencia Varela”, cuenta.
Y sigue: “En ese allanamiento encontraron dos menores de edad. Yo, que en ese momento tenía aproximadamente tres o cuatro meses, y otro nene de 7 años. Al otro nene lo fueron a buscar sus padres. Yo estaba con esta mujer, que dijo que era mi mamá, pero después se hicieron pruebas de ADN y se determinó que no era cierto, no era mi mamá”.
El juez le explicó que, además, en el domicilio allanado habían encontrado pasaportes y documentación falsa. “Me dijo ‘seguro se trató de una organización que se dedicaba al tráfico de bebés, es probable que te hayan llevado a esa casa desde otro lado y que el plan fuera venderte “sacarte del país”.
Tres o cuatro meses tenía Camila, nadie sabe bien porque nadie denunció el robo de una recién nacida y no hay partida de nacimiento. Por eso dice lo que dice cuando se presenta: “Tengo 22 años, en unos días cumplo 23, creo”.
Detective de mi propia historia
Sin patrocinio legal, Camila arrancó una cruzada artesanal. Primero publicó su historia de película policial en un grupo de Facebook llamado “Dónde estás?”, que tiene 875.000 miembros. Y alguien que se presentó como “un investigador aficionado” se ofreció a ayudarla.
Así, con la guía de un desconocido y 5 años después de haberse estancado en un punto muerto, llegaron a una vecina de la casa en la que el Grupo Halcón había hecho aquel allanamiento.
“La vecina me contó que esta mujer que me tenía secuestrada trabajaba en una clínica clandestina donde se hacían abortos”, cuenta Camila. “Ella se acordaba del caso porque había salido hasta en la televisión y en los diarios y a mi secuestradora se la habían llevado detenida”.
Con esas pistas Camila se puso a buscar en las notas periodísticas y se topó con un caso en el que coincidía todo: un allanamiento que se había hecho precisamente en abril del 2000 en la clínica clandestina -más bien una pieza sucia- de un médico peruano llamado Teófilo Plasencia, apodado “Dr. Teo” o “Dr. muerte”.
En esa misma fecha hubo un primer allanamiento en la clínica de Claypole tras la muerte, presuntamente por un aborto inseguro, de una chica de 19 años. “Ningún feto fue encontrado en este primer allanamiento, que incluyó a más de diez objetivos a lo largo de la zona sur con once arrestos”, cuenta esta nota de Infobae.
El “Dr. Muerte”, sin embargo, terminó con prisión preventiva y Camila cree que la casa en la que ella fue rescatada fue uno de esos “10 objetivos”.
¿Qué tiene que ver su historia con esos abortos? “Las sospechas -dice la misma nota- no se referían solo a embarazos interrumpidos en condiciones de miseria e insalubridad, sino también a venta de bebés por fuertes sumas”.
Plasencia fue arrestado nuevamente más de una década después. En 2011 la Policía Bonaerense volvió a irrumpir en su casa. Esta vez lo que encontró al ponerse a cavar en su jardín fueron “restos de fetos humanos, no uno, sino varios, en la tierra del patio y también en la cañería del baño, parcialmente disueltos por químicos”.
Y la trama no terminó ahí. Cinco años después, en septiembre de 2016, una empleada doméstica de 19 años entró al consultorio clandestino con un embarazo de seis semanas. Fue a abortar a esa casa pero se arrepintió apenas vio el instrumental quirúrgico sucio y el catre con un cubrecama de leopardo, contó ella misma en esta nota de Infobae.
El médico -denunció la joven- le hizo el aborto por la fuerza, le perforó el útero con una sonda y la dejó al borde de la muerte. Por este caso, el “Dr. Teo” fue condenado a cinco años y seis meses de cárcel.
“Coinciden la fecha, el lugar y las nacionalidades, porque era una banda criminal peruana, eran parte de una misma familia”, sigue Camila. “En el expediente dice que mi secuestradora también era peruana”.
Camila encontró después a otras personas que buscan sus orígenes y que también sostienen haber nacido ahí. “Por lo que investigué había un modus operandi. A algunas chicas que iban a abortar les decían que ya no podían o las convencían para que el embarazo llegue hasta los 7 meses de gestación. Después, cuando ya era tarde para un aborto, les practicaban una cesárea y vendían a los bebés”.
Camila pide un segundo y vuelve a buscar la historia clínica que le entregaron a su mamá adoptiva cuando fue a buscarla a la Casa Cuna. “Mirá, acá dice que tengo signos de prematurez. Tal vez yo fui uno de esos bebés a los que hicieron nacer antes de tiempo”. ¿Mucha casualidad?
Ahora que también es madre de una beba de un año y un mes -la misma edad que tenía ella cuando fue adoptada-, Camila entiende de otra manera no sólo lo que una criatura necesita sino los derechos que tiene.
“Cuando hice pública mi búsqueda hubo gente que me dijo ¿para qué querés encontrar a tu mamá biológica si fue a abortarte?”, cuenta antes de despedirse. “Pero yo no busco a una mamá o un papá, lo que busco es reconstruir mi historia: saber qué día nací, cómo, dónde, qué pasó, si tengo hermanos, no sé… por ahora yo sólo sé que fui rescatada en un allanamiento pero sigo sin saber quién soy”.
Gisele Sousa Dias
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