Rodolfo Sánchez declaró en la UFI N° 2 de Cañuelas tras ser arrestado por el crimen de Alex Juan Campo, al que arrolló con su Dodge Ram.
Seguirá detenido, acusado de homicidio con alevosía, un delito que prevé la pena de prisión perpetua.
Visiblemente desgastado por dos noches de encierro en una celda, el estanciero Rodolfo Pablo Sánchez declaró esta mañana en su indagatoria en la UFI N° 2 de Cañuelas por el delito del que se lo acusa: atropellar y matar a Alex Juan Campo, el joven de 16 años que cazaba liebres junto a sus hermanos en su campo a 5 kilómetros de la Ruta 205 en la localidad bonaerense. La calificación en su contra pedida por la fiscal Norma Pippo y el secretario Pablo Ober, validada por el juzgado de Garantías del caso, es de homicidio agravado por alevosía. La pena, si es que Sánchez es encontrado culpable: perpetua.
Las pruebas lo complican. La autopsia practicada al cuerpo habla de una muerte provocada por un shock hipovolémico tras un riñón que explotó ante un severo impacto, una fractura de cráneo con una herida en perfecta línea recta. Alex, militante del MTL de la zona, no murió por el arrastre, sino por el golpe mismo. El hábito de Sánchez por la velocidad está acreditado, con casi 75 mil pesos en multas impagas en territorio provincial. Los testimonios de los familiares de la víctima empeoraban más todavía el cuadro en su contra. Aseguraron que se negó a llamar a una ambulancia, que dijo que Alex “bien muerto está” tras atropellarlo.
Se esperaba que Sánchez se negara a declarar. Sin embargo, asistido por una abogada particular, el estanciero habló. Afirmó, básicamente, que su víctima no estaba cazando liebres, sino que le estaba robando.
El estanciero declaró que salía del campo de su padre, cercano al suyo, cuando vio a un grupo de jóvenes en su propiedad, que se llevaban a un ternero cada uno en brazos. Afirmó que les tocó bocina, que uno descartó el animal que supuestamente llevaba en brazos, mientras huía a un campo lindero. Dijo que iba a una velocidad de 10, 20 kilómetros por hora, ya que las vacas le bloqueaban el paso.
Luego, dijo que su víctima apareció de la nada, que intentó frenar de golpe pero no pudo, por el pasto mojado y el neumático gastado. Dijo que llamó al 911 y que pidió expresamente una ambulancia. Nunca descendió de su camioneta, dijo, mientras llegaban familiares de su víctima, según él, para amedrentarlo y que él mismo llevó a la Policía Bonaerense al lugar del hecho, que hasta temió por su vida.
Afirmó, también, que no tuvo ninguna intención de embestirlo. Habló de un vecino, al que supuestamente los jóvenes que estaban junto a Alex le golpearon y robaron, que serían cuatreros.
El giro es claro: según Sánchez, no tuvo alevosía al matar, ni siquiera intención, un homicidio culposo con una pena mucho menor que la que se prevé por la imputación actual. Pidió perdón a la familia en su discurso, dijo ser padre de familia él también.
Lo cierto es que los testimonios de los familiares lo contradicen. Los audios al 911 pueden ser recuperados. Un levantamiento de rastros en la ropa de la víctima o de los jóvenes que lo acompañaban podría detectar pelos de los supuestos terneros, por ejemplo. Un chequeo de antecedentes podría constatar o no las acusaciones de robo y cuatrerismo. La historia que contó Sánchez es similar a la que contó un amigo de él a un medio local con una pequeña diferencia: en el relato del amigo, el estanciero salía de “la casa», no mencionaba que regresaba del campo de su padre.
Los jóvenes que acompañaban a Alex hablaban de salir a cazar galgos. Los galgos, ausentes en el relato del estanciero, según reportes en la causa, estaban ahí.
La velocidad que declaró también se contradice con las heridas sufridas por Alex: las forenses las equipararon a las producidas “una caída de un quinto piso” o a “un impacto a, como mínimo, 50 kilómetros por hora».
Por Federico Fahsbender.