Nicolás Pachelo (46) entra a la sala del primer piso de los tribunales de San Isidro, donde lo juzgan por el crimen de María Marta García Belsunce, por la misma puerta que los jueces.
Por: María Laura Balonga
Sin embargo, él lo hace custodiado por dos agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense y el policía de guardia no pide que todos se pongan de pie cuando aparece en escena. En sus manos, ya libre de las esposas, al principio cargaba una bolsa de nailon semi transparente, donde viajaban desde la Unidad Penal N°9 de La Plata una botellita de agua y un cuaderno con la lapicera enganchada en el espiral, donde hace anotaciones. En los últimos días, cambió la bolsa por una de tela roja y el jugo le ganó la pulseada al agua; también sumó una tercera defensora, la que lleva la voz cantante.
Ahora, de frente a la prensa y con su abogada a su lado, es la primera vez que camina más allá de la docena de pasos que suele hacer para llegar al banquillo de los acusados. “No voy a formar parte del show de la familia García Belsunce”, dispara cuando la pregunta de quién mató a María Marta lo interpela.
Pachelo no quiere responderles preguntas a los fiscales que lo sindican como el principal sospechoso de un crimen ocurrido hace casi 20 años en el country Carmel, donde él también vivía. Incluso, en los últimos días se ha mostrado más belicoso con sus acusadores y ha dejado en claro de manera irreverente que no se va a someter a sus cuestionamientos. En las 13 audiencias que transcurrieron, apenas se limitó a hablar sólo para contestar a los dichos de los testigos y alguna inquietud de los jueces. Un rapto de su personalidad, quizá, quedó reflejado en la última jornada cuando primero aceptó que el abogado de Carlos Carrascosa, Gustavo Hechem, le hiciera una pregunta para luego chicanearlo de forma desubicada y dejarlo, justamente, con la pregunta en la boca. Por eso, quizá, después de ser reacio con la prensa durante casi dos décadas, decidió salir a jugar en los medios.
– ¿Hay alguna prueba que lo incrimine en el crimen?
– No, absolutamente ninguna. No solamente que no me incriminan, sino que no se me sitúa en la escena del crimen, ni siquiera se me sitúa en la puerta, hasta lo que ha surgido hasta ahora. Y va a ser así, porque así fue.
En el plexo probatorio que se ha ventilado hasta ahora en el juicio no hay prueba física que lo ponga en la casa de María Marta, ni ADN ni huellas. Es cierto que la escena del crimen estuvo contaminada y que fue limpiada al extremo por las empleadas de la víctima. Tampoco, hasta el momento, en estos casi 20 años, se ha hallado el arma del crimen: un revólver calibre .32 largo. Sí hay indicios: su modalidad para robar, entrando a casas vacías de conocidos y cercanas a su casa; el medio que le tenía la víctima y que lo han dejado en claro varios testigos tras la desaparición del perro labrador Tom; diversas amenazas que confesaron allegadas a la víctima; el “trastorno psicopático de personalidad” que remarcó una perito; y una coartada que, por momentos, aparece desdibujada.
A eso se sumó que en las últimas horas los fiscales avisaron sobre un testigo, Marcelo Maradei, que ha muerto y que les ha dicho que Pachelo le confesó haber matado a María Marta y donde descartó el arma cuando estuvieron juntos detenidos en los calabozos porteños de Prefectura, pero del que no hay declaración firmada porque cuando lo hizo la causa ya estaba elevada a juicio, según lo que aclaró el fiscal Andrés Quintana.
“Eso no está resuelto, que lo resuelva el tribunal. La fiscalía presentó algo, a mi entender poco serio, un testimonio de una persona que murió que no lo llegó a firmar. Falso absolutamente”, se quejó el imputado. Su abogada Raquel Pérez Iglesias solventó sus dichos: “No existió esa declaración testimonial, no hay un documento donde esta persona haya expuesto esto y lo haya firmado, son dichos de la fiscalía que nos impide a la defensa contrastarlo. Una violación a normas convencionales internacionales básicas”.
De todas maneras, Pachelo agregó que al presunto testigo “no” lo recuerda. “No lo voy a negar porque después el fiscal dice que soy un mentiroso, así que yo no me acuerdo. Sí niego que le confesé lo que dice que le confesé”. También calificó como “insólito” lo del arma que se supone que contó Maradei: “Lo primero que le dije a mi abogada: ‘Por qué no van corriendo a buscar el arma’. Insólito, en vez de venir a plantear que se murió, vayan a buscar el arma si esta persona dijo dónde estaba. Rara la actitud de la fiscalía, como siempre”.
– ¿Por qué decidió empezar a hablar y a contestarle a los testigos?
– No soy muy partidario de lo mediático, lo deben saber desde hace 20 años. El tema es que yo acá no tengo el beneficio del alegato dentro de tres meses, leyendo papeles, como sí tiene la fiscalía y como sí lo tiene la defensa. Yo no me puedo acordar en un juicio de tres o cuatro meses de duración, con cientos de testigos, lo que dijo el primer testigo la primera audiencia. Al principio, no iba a decir nada, después me pareció prudente empezar a contestar acusaciones de amenazas sin denuncias penales, dichos de dichos de dichos.
Y fue entonces cuando se refirió a lo que, para la acusación, fue el comienzo del encono con María Marta y la razón del por qué la víctima sentía temor: la desaparición del perro labrador negro Tom, de la que muchos han dado testimonio que la socióloga sospechaba del imputado, que estaba convencida de que era él quién le pedía el dinero como rescate y que, por ello, le tenía miedo. “Ya escuché cuatro versiones del perro de cuatro personas que se sentaron bajo juramento, porque se le está dando una entidad al perro que, para mí, carece de seriedad. Si hay una versión, está bien, ahora que haya tres, cuatro versiones”, cuestionó.
Y continuó sobre un punto gris: “Ustedes escucharon a una testigo bajo juramento que dijo que su mejor amiga le dijo que estuvo jugando con el perro en mi living. Cuando esa persona vino al día siguiente lo negó rotundamente. Algunas de las dos incurrió en falso testimonio, no sé cuál pero una seguro”. Y es cierto, pero también es cierto que la segunda mujer, Raquel Fait, testificó que lo vio durante un asado, en su camioneta, con un perro manso de pelaje oscuro que, según le había dicho el imputado, lo había encontrado en su barrio, el Carmel por ese entonces, perdido.
“Hay cosas que hay que empezar a contestarlas”, se envalentonó Pachelo y jugó la carta que más necesita: “Si no la fiscalía tira titulares en los medios, la gente lee lo que la fiscalía quiere que lea y no es la realidad del juicio”.
– Declaró que a las 18.59 salió del country Carmel ese 27 de octubre de 2002.
-Declaré basado a lo que estoy escuchando acá (en el juicio). A mí me vienen a tomar una testimonial 50 días después (del crimen) y me dicen que diga con lujo de detalles y horario lo que hice el 27 de octubre. Eso es imposible. No sé lo que hice el sábado pasado. Para mí, fue un domingo normal: fui a jugar al futbol con mis amigos, pasé a buscar a mi hijo por lo de un amigo en donde se había quedado, después fui a Buenos Aires a ver a mi mamá para que le compre el regalo de cumpleaños a mi hijo… Acá no se trata ni de mentir, como dice el fiscal, ni de armar coartadas falsas; acá está lo que está, se dice toda la verdad y si me equivoco el algún minuto no es en pos de mentir, es en pos de que es muy difícil cronometrar un domingo 50 días después.
– ¿Y por qué, entonces, está sentado en el banquillo de los acusados?
-Eso no lo puedo responder yo. Dentro de tres meses les cuento. Es una pregunta para la defensa, no para mí.
– ¿Quién mató a María Marta?
-Hay tres jueces, no me voy a meter a decir gratuitamente, a acusar. Lo que pienso, lo pienso y lo pienso para mí, no tengo cómo demostrarlo y no me corresponde a mí. No voy a formar parte del show de la familia García Belsunce, que acusa y se sienta acá a insultar fiscales y a decir que el Poder Judicial es una corporación que los metió presos. Eso no me corresponde a mí.
La defensa de Pachelo tiene como estrategia instalar la duda sobre que un externo al country pudo haber cometido el crimen. Por caso, muchos han declarado que no pudo ser alguien de afuera. “Hay informes de la seguridad del día del hecho y los previos de que había tres sectores, tres franjas cada una de 50 a 100 metros, del perímetro que no funcionaba la alarma, como tampoco una cámara. Como dijo el testigo de la empresa de seguridad, ‘no existe el servicio de seguridad óptimo y se sabe que hay fallas’”, acotó.
Pachelo aprovechó la incursión para avisar que iba a contestar solo una pregunta más: “La última”, tiró.
– Una de las pruebas que la fiscalía dice tener es que pasó por la casa de García Belsunce minutos antes del crimen…
– Eso es falso, no está en ningún lado, eso no está acreditado en el expediente, son versiones que ellos tiran para que los periodistas saquen en el titular. Eso es absolutamente falso.
– ¿No lo vieron tres testigos?
-No en la puerta de lo de María Marta. Vos me estás preguntando en la puerta de María Marta…
– A unos metros…
-A unos metros no es la puerta. Unos metros pueden ser 20, 30, 50 metros.
– Lo vieron corriendo hacia la casa de María Marta.
-Eso lo vamos a tratar cuando vengan los chicos, eso es muy prematuro todavía. Gracias…
Esos tres testigos que menciona Pachelo eran niños cuando se sucedió el crimen. Ahora tienen 20 años más pero, según el fiscal Patricio Ferrari, tienen miedo: “No es fácil para algunos testigos venir al juicio”. No fueron los únicos. De las 13 jornadas de juicio y de los más de 40 testigos que desfilaron ante los jueces del Tribunal Oral y Criminal N°4 de San Isidro hubo al menos dos que refirieron tenerle pánico al imputado y pidieron sacarlo de la sala.