«¿¡Ahora qué hago, a dónde te llevo!?», gritó un joven borracho y desesperado la madrugada del último sábado en las calles de Ibarlucea.
La pequeña ciudad vecina a Rosario fue escenario de un triple crimen narco tras un casamiento y el muchacho fue uno de los invitados. Su testimonio ventilado este lunes despejó uno de los principales misterios en torno a la emboscada mafiosa.
La frase anterior la citó el fiscal Gastón Ávila a la hora de repasar la declaración con la que obtuvo una de las piezas más importantes del rompecabezas. El chico de 19 años aceptó ir a declarar cuando la Justicia fue a su casa y contó entre lágrimas que prendió fuego el auto de las víctimas porque estaba «asustado», luego de haber intentado ayudarlas.
El Audi TT que manejaba Maximiliano Giménez quedó trabado en una zanja frente al barrio cerrado Campos de Ibarlucea, de donde había salido minutos antes con su pareja y su hija de un año y medio. Los tres fueron acribillados a balazos allí desde una camioneta que los persiguió y los emboscó cuando no lograron refugiarse en el country.
Ávila precisó que el conductor salió por la Ruta Provincial 34-S hacia el oeste, pero dio la vuelta y volvió al lugar cuando se topó con los agresores. En ese momento el vehículo mordió la banquina y quedó a merced de los tiradores, que comenzaron a disparar contra su familia con armas calibre 9 milímetros.
En la puerta del barrio privado había varias personas que también se iban de la fiesta y vieron lo ocurrido. Sin embargo, no lograron identificar a los asesinos porque los balazos fueron efectuados hacia el lado opuesto del camino desde los asientos de acompañantes.
Los autores del triple crimen dispararon más de 20 veces. El cuerpo del conductor tenía 13 plomos y la niña recibió cuatro disparos.
El fiscal cree que Giménez ya había muerto cuando fueron a auxiliarlo. No obstante, los testigos lo sacaron junto a su beba y los llevaron en una camioneta hasta la vecina ciudad de Granadero Baigorria.
Como no pudieron hacer lo mismo para ayudar a Érica Vanesa Romero (37), pareja de Giménez y madre de la nena, un joven que estaba allí se puso al volante mientras otros empujaban el auto para sacarlo de la zanja.
«Llevala al Eva Perón», le pidieron al muchacho para que trasladara a Romero al mismo hospital al que habían llevado a las otras dos víctimas. Desorientado, salió en sentido contrario y al llegar al acceso principal a Ibarlucea en el cruce con la Ruta Nacional 34, temió que un patrullero pudiera perseguirlo.
En el final de la secuencia que faltaba para reconstruir el asesinato al norte de Rosario, el joven decidió prender fuego el vehículo cerca del cruce de Avellaneda y Urquiza. Los restos y el cuerpo de Romero fueron hallados al otro lado del pueblo y a más de 30 cuadras del salón de eventos.
El incendio provocó tal daño que la Justicia todavía no pudo confirmar científicamente que el cadáver sea de la pareja de Giménez. El Ministerio Público de la Acusación (MPA) apenas logró rescatar una muestra de su sangre para hacer un examen de ADN y compararla con la de su madre. De no haber resultado positivo, analizarán los restos de la dentadura, pero eso llevará más tiempo.
Por el momento, Ávila descartó imputar por encubrimiento del triple crimen al testigo. Al respecto, apuntó que es familiar lejano de Esteban «Pinky» Rocha, el novio del casamiento, y agregó: «Entiendo que encontrándose manejando un vehículo baleado por todos lados, con un cadáver al lado suyo, se asustó».
Despejado el misterio sobre el destino del auto y la muerte de Romero, la Fiscalía de Rosario también se enfocó en el casamiento como telón de fondo del triple crimen.
En este sentido trascendió que a la fiesta asistieron integrantes de la familia Cantero, señalada como líder de «Los Monos», y que las víctimas figuraban en investigaciones federales sobre otras organizaciones narcocriminales.
Ávila indicó que tanto Giménez como Romero figuraban como supuestos responsables de la distribución de droga a «mediana escala» en la región.
En esa línea, no descarta que la pérdida de un cargamento de cocaína haya sido uno de los detonantes del ataque como venganza.
El 50 % del auto incendiado figura a nombre de la mujer asesinada. Sin embargo, no es el que usaban habitualmente. Esto asoma como indicio de que temían una persecución y abona la hipótesis de que los asesinos recibieron información de alguien que estaba en la fiesta cuando fueron a emboscarlos.
Hasta el momento, el fiscal entrevistó a cinco personas que estuvieron en el evento para casi 150 invitados.
Además del dueño del salón, declararon «Pinky» y su flamante esposa Brisa Milagros Leguizamón Ferreyra. Ambos fueron procesados en causas sobre narcotráfico y ella tenía una orden de prisión domiciliaria, dos de las muchas cosas llamativas de las que se enteró el encargado cuando lo entrevistaron.
Tras el triple crimen, la Justicia ordenó la detención de Leguizamón Ferreyra y citó a «Pinky».
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