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La masacre de Monte: el enigma inexplicable de por qué los persiguieron

Los agentes les dispararon a cinco chicos que iban en un Fiat 147 y chocaron contra un camión estacionado: hubo cuatro muertos y un herido.

“Este mes es difícil. Hablar de mayo es algo que nos cuesta a todos. En particular a mí y a mi familia nos está costando bastante, porque uno empieza a recordar qué hacíamos el año pasado para esta fecha. En el teléfono te llegan los recuerdos de las fotos que sacaste hace un año. Para mí es terrible”. La que habla es Yanina Zarzoso (34), mamá de Camila López (13), una de las cuatro víctimas fatales de la masacre de San Miguel del Monte​.

Este miércoles se cumple el primer aniversario de la inexplicable persecución policial a los tiros que derivó en el crimen de Camila, Gonzalo Domínguez (13), Danilo Sansone (14) y Aníbal Suárez (22). Los chicos paseaban por la zona de la laguna de Monte, en el interior bonaerense, en un Fiat 147 junto a Rocío Quagliarello (14), la única sobreviviente del episodio.

La novedad es que en los últimos meses la causa sumó nuevos imputados y ahora son 23. El fiscal Lisandro Damonte dispuso el cierre de sumario y la causa está a un paso de ser elevada a juicio oral.

Hasta fin de año pasado, el expediente tenía 12 imputados: 11 policías y el secretario de Seguridad municipal, que también era ex agente de la Bonaerense, Claudio «Toro» Martínez.

A ellos se les sumaron ocho policías que estaban de servicio el día de la masacre y que para los investigadores tuvieron una “participación secundaria” en la construcción del sumario que intentaba hacer pasar todo como un “accidente” y conociendo la maniobra para ocultar todo “no denunciaron a las autoridades”.

Además, tres peritos de la Policía Científica que intervinieron en las primeras maniobras sobre la escena del crimen también fueron procesados y se les atribuye el delito de “incumplimiento de los deberes de funcionario público” por no revelar que el 147 de Aníbal, que terminaría impactando violentamente contra un camión estacionado en la colectora de la ruta 3, tenía agujeros de bala.

La pandemia del coronavirus​ tomó un protagonismo inesperado en los preparativos del primer aniversario de la masacre. Los familiares de las víctimas tenían la intención de hacer un festival en la plaza principal de la ciudad; el punto de reunión donde los chicos pasaban las tardes haciendo skate y rap. El mismo lugar donde en los primeros minutos del lunes 20 de mayo del año pasado se encontraron los cinco y se subieron al auto de Aníbal, que se había comprado hacía muy poco.

Ahora conmemorarán la fecha de un modo distinto: con carteles y fotos en la puerta de cada casa, con videos en las redes y con el recuerdo más latente que nunca de quiénes eran Danilo, Gonzalo, Camila y Aníbal.

“Coincidimos todos los familiares en recordarlos. Quizás la causa ya es conocida, se sabe quiénes están imputados. Pensamos que este 20 es importante contar quiénes eran y cómo eran. Más allá de saber sobre la causa, que conozcan quiénes eran ellos y cómo lo que pasó esa madrugada hizo que dejen de ser quienes eran”, dice Yanina, en diálogo con Clarín.

“Teníamos pensado hacer el festival en honor a ellos, incluso invitar a Wos, sabíamos que era re difícil y, ahora que no se puede, entonces dijimos ‘bueno, vamos a llenar el centro y los barrios con fotos de ellos’”, agrega la mujer, que es psicopedagoga.

Cada vez que habla de su hija Camila –tiene otra más grande, Agustina–, a Yanina se le quiebra la voz. Aún así la recuerda de la mejor manera: “Como le digo a todo el mundo, si tengo que utilizar una palabra para decir quién era Camila, es alegría. Ella era alegría, felicidad, risa, carcajada. La recuerdo de esa manera y es mi consuelo. Mi consuelo es pensar en los momentos que vivimos juntas felices. Recordarla como una nena feliz, escuchar su risa en cada video que veo, en cada audio es lo que me consuela realmente, recordarla feliz, sonriendo”, expresa Yanina.

Gladys y Juan Carlos son los papás de Danilo y otros nueve chicos. No es nada fácil el aislamiento social, preventivo y obligatorio para ellos. La ausencia de Danilo se siente todavía más.

“El dolor es irreparable. El encierro, la falta de todo. Te agobia muchísimo más en todo este tiempo. Estamos bastante cansados y tenemos miedo de salir a algún lado. Es muy triste, jamás pensé que íbamos a vivir de esta manera”, le dice Gladys Ruizdia (35) a Clarín. La familia hace lo que puede para sobrevivir. Juan Carlos trabajaba vendiendo carnada para los pescadores que iban a buscar pejerreyes a la laguna de Monte. La cuarentena​ lo dejó sin ingresos.

“No sé si están presos ellos o estamos presos nosotros que estamos las 24 horas del día encerrados. Estoy orgullosa de estar en mi hogar, pero no es como antes. No es más la alegría que siempre teníamos. En nuestra casa no hay más cumpleaños, no hay más fiestas, no hay nada”, dice Gladys.

Juan Carlos (41) coincide y anhela: “Queremos estar un poco tranquilos después de todo lo que nos ha pasado. A mí me prendieron fuego el auto, a mi señora la amenazaron para fin de año por teléfono, es muy difícil. Y de yapa largaron a uno de los detenidos por el coronavirus”, dice.

Así se refiere sobre la prisión domiciliaria para Martínez, el ex secretario de seguridad de Monte, que es diabético y accedió a la morigeración de su detención mientras dure la cuarentena.

“No estamos de acuerdo con que haya salido, pero entendemos que es un ser humano y nosotros no somos como ellos, no somos asesinos. Prefiero que esté en su casa y sano, que para el día del juicio esté de pie. Ese día quiero verlos a todos”, afirma Gladys.

La familia de Danilo recuerda al adolescente como era: divertido, alegre, fanático del rap y de Boca. “Los hermanos se ocupan de hacer lo que él hacía, compartimos los buenos momentos siempre recordándolo con una sonrisa, hay cuadritos de él por toda la casa. Es un dolor, no lo tenemos físicamente pero espiritualmente está en nuestros corazones”, señala Gladys.

Gonzalo era el mejor amigo de Danilo y aquella noche, como tantas otras, se encontraron para ir a la plaza juntos. Danilo fue en skate hasta lo de Gonzalo. Pero como él tenía su tabla rota, los dos dejaron las patinetas en su casa. Susana Ríos (57), la mamá de «Gon», recuerda esos detalles como tantas otras anécdotas, chistes y momentos que vivieron juntos.

“Todos los días hablamos con Omar, mi esposo. Nos vamos acordando mucho de Gonzalo desde que era chiquito, era terrible: hiperactivo hasta los 5 o 6, después ya empezaba a andar en bici y a los 11 se calmó un poco. Estaba empezando a crecer. Tenemos muy buenos recuerdos de todo lo que le gustaba. Sus tardes en la plaza, la patineta, el fútbol”, dice Susana.

Gonzalo era el más chico de seis hermanos. “Él era el más chico de todos, era como un hijo único, el nene mimado”, dice su mamá, que tiene otros dos hijos de una relación anterior y Omar, tres. Cuando ocurrió la masacre, el papá de Gonzalo estaba internado recuperándose de un ACV. Ahora por la pandemia está en rehabilitación en su casa y prácticamente no hay día en que hablen de Gonzalo.

“Más que nada lo que queremos hacer es recordarlo con amor. Es muy feo para nosotros porque lo extrañamos demasiado. Optamos todos los días también por homenajearlo con el amor que le tuvimos y con lo bueno que fue con nosotros”, afirma.

Aníbal, el joven que manejaba el 147 aquella madrugada, era misionero. Un año y medio antes de la masacre se había mudado a lo de sus tíos en San Miguel del Monte, en busca de trabajo. Consiguió en un criadero de chanchos, que al poco tiempo cerró. Con parte de la indemnización Aníbal compró el 147, pero nunca le hizo los papeles. La Policía lo sabía y lo tenía de punto.

Ya lo habían obligado a pagar una coima un mes antes de la persecución mortal. Blanca Suárez (42), la mamá de Aníbal, viajó desde Concepción de la Sierra (Misiones) a Monte este 13 de marzo. Quería interiorizarse sobre el avance de la causa y participar de los preparativos para el aniversario.

La cuarentena obligatoria hizo que la estadía de 15 días se prolongara por casi dos meses. Se quedó en lo de su hermano y este miércoles, em mismo día del aniversario, tiene programado el regreso a su pueblo, en un micro especial para los varados. Durante su estadía, plantó flores en el lugar donde murió su hijo.

“Yo lo recuerdo como era: amable, amoroso y cariñoso”, dijo la mujer a Clarín. “Acá en Monte lo conocían y saben cómo era él”, afirma.

Blanca, como el resto de los familiares, quiere que el juicio oral llegue lo antes posible. “Nada me va a quitar lo que me hicieron y lo que le hicieron a los chicos. Pido un juicio correcto, que les den la condena que se merecen”, afirmó.

La gran incógnita del caso sigue siendo por qué los policías reaccionaron persiguiendo a los chicos durante tres kilómetros y a los tiros. Corrían al 147 cargado con cinco personas a bordo de patrulleros Toyota Hilux, 4×4. En lugar de cerrarles el paso para que se detuvieran, optaron por dispararles.

La investigación comprobó que hubo al menos 11 balazos. Uno le dio a Gonzalo en un glúteo. Los padres de Danilo conviven con la duda de que su hijo también pudo haber sido alcanzado. Pero prefirieron no exhumarlo.

Rocío Quagliarello, única sobreviviente de la persecución en San Miguel del Monte.

Rocío es la única que sobrevivió a la masacre. Apenas tiene flashes de lo que pasó aquella madrugada. Solo se acuerda que Gonzalo gritaba que algo le ardía. Y se pone muy nerviosa cuando se habla del tema. Estuvo 25 días internada en terapia intensiva. Tuvo golpes en todo el cuerpo y múltiples fracturas.

Loana Sanguinetti (34), su mamá, cuenta a Clarín que “Ro físicamente está muy bien” y que algunos días está de buen ánimo y otros no tanto. “Yo no estoy en su cabeza, no sé lo que siente, pero como soy su mamá me doy cuenta. Nosotros tratamos de hacer que esté bien, de tirar para adelante. Tratamos de seguir”, dice.

Después de prácticamente no poder ir a la escuela el año pasado, Rocío y su mamá estaban entusiasmadas con el arranque de 3er. año. “Nunca imaginé que iba a pasar esto”, dice Loana, por la pandemia del coronavirus. “Alentábamos a Ro para que empiece el cole con todas las pilas y vino lo del virus. Significa otro año más de Ro sin escuela, y le cuesta muchísimo”, dice su mamá.

Consultados por Clarín, todos los familiares se mostraron conformes con la investigación que llevó adelante el fiscal Damonte, de la UFI 1 de Cañuelas.

De los 23 imputados, 10 están detenidos. Los principales acusados son el capitán Rubén Alberto García; los oficiales Manuel Monreal, Leonardo Daniel Ecilape y Mariano Alejandro Ibáñez. Estos cuatro policías son los que iban en los patrulleros que persiguieron y dispararon contra el Fiat 147. Están con prisión preventiva por «homicidio agravado».

El otro grupo de detenidos, acusado de “encubrimiento agravado” y “falsedad ideológica” lo integran el comisario Julio Franco Micucci; el oficial subinspector José Alfredo Domínguez; el oficial inspector José Manuel Durán; el teniente primero Héctor Enrique Ángel; la subayudante Melina Noelia Bianco (en prisión domiciliaria) y el secretario de Seguridad municipal y ex policía, Martínez. Este último es el que accedió a la domiciliaria por la cuarentena. La agente Nadia Genaro es la única procesada que accedió a la excarcelación.

Los policías Juan Manuel Gutiérrez y Cristian Alberto Righero recibieron la “falta de mérito” pero también serán juzgados.
En diciembre, se sumaron a los procesamientos los peritos de la Policía Científica Julieta Aguilera, Raúl Mauregui y Nelson Rodríguez, que están acusados de “violación de deberes de funcionario público”. También, los policías Mario Mistretta, Maia Valiente, Florencia Stanquevicius, Yael Evelin Van Monleghey, Camila Galarza, Marisol Rizzo, Ariel Servia y Marcelo Idarreta.

A un año de la masacre, el mayor deseo de los papás de los chicos es que se haga justicia. Dicen que eso les traerá paz, que cerrará una etapa, que les ayudará a hacer el duelo.

“Yo al 20 de mayo lo quiero borrar de mi almanaque. Lo voy a tener hasta el día del juicio. Una vez que tenga una condena ejemplar, después, para mí de ahí en más va a ser como un recuerdo y voy a tratar de borrarlo de mi mente y quedarme con las cosas lindas de Gonzalo. No quiero recuerdos tristes. Bastante triste fue todo lo que tuvimos que pasar y que no se lo deseo a nadie, porque ese dolor es único”, cierra Susana.

Clarín.com
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