Pero en 1989, luego de un intento de violación, algo explotó en su interior y en menos de un año asesinó a siete hombres
Los testigos la describieron como una mujer vestida totalmente de negro y los medios la llamaron “la Mujer Araña”
Por: Daniel Cecchini
“Maté a esos hombres, les robé tan fría como el hielo. Y también lo haría de nuevo. No hay ninguna oportunidad en mantenerme viva o algo así, porque mataría de nuevo. Tengo odio arrastrándose por mi organismo. Estoy tan harta de escuchar esa cosa de ‘está loca’. He sido evaluada tantas veces. Soy competente, cuerda, y estoy tratando de decir la verdad. Soy alguien que odia en serio la vida humana y mataría de nuevo…”, dice la carta que Aileen Carol Wuornos presentó ante la Corte Suprema de Justicia de Florida a fines de 2001.
“La Mujer Araña” llevaba casi una década en el pabellón de la muerte, condenada seis veces a ser ejecutada con la inyección letal por el asesinato de otros tantos hombres. Quería terminar de una vez con su vida y no era solo porque no toleraba vivir entre rejas: estaba cansada de una existencia marcada por el abandono de sus padres, los abusos sexuales de su abuelo -a quién en la infancia creyó su padre-, la pulsión irresistible de matar a los hombres que la requerían como prostituta y la traición de su pareja, una mujer por la que se sintió amada y terminó entregándola a la policía.
La atormentaba también una imagen recurrente que confesó a uno de los tres psiquiatras que la habían entrevistado: todos los hombres que había matado tenían la cara de su abuelo abusador, eso era lo que la hacía apretar el gatillo.
“Ella es la primera depredadora femenina. Otras mujeres han matado a sus hijos, han matado a familiares o personas que conocen, pero ella es la primera que en realidad era una depredadora que cazaba a víctimas inocentes y les quitaba la vida”, la definió durante el juicio el sargento Bob Kelley, del Departamento del Sheriff del Condado de Volusia, uno de los detectives que investigó sus crímenes.
Y los asesinaba con saña, siempre con el mismo sistema: se les ofrecía sexualmente, subía a sus autos, los mataba a tiros -no uno sino varios-, les robaba todo lo que llevaban encima y tiraba sus cuerpos cerca de la ruta.
Cuando mataba vestía siempre de negro, por eso la habían bautizado como “la Mujer Araña”.
Una familia de abusadores
Aileen Wuornos nació el 29 de febrero de 1956 en Rochester, Michigan, y era la segunda hija de Diane Wuornos Melini y Leo Arthur Pittman. Llevaba el apellido de sus abuelos maternos porque la habían adoptado junto con su hermano mayor, Keith, cuando tenía cuatro años.
Nunca conoció a su padre porque cuando Aileen nació, Dianne ya se había divorciado de él. Pittman la golpeaba y entraba y salía de la cárcel, siempre por acusaciones de abusos de menores. Muchos años después, cuando ella misma estaba en la cárcel, “la Mujer Araña” se enteraría de que se había suicidado en 1969, ahorcándose en la celda de una prisión de Kansas donde cumplía una condena.
Dianne, la madre, decidió iniciar una nueva vida lejos y sin hijos. En 1960 se los dejó a sus padres, Lauri y Britta Wournos, dos inmigrantes finlandeses que los adoptaron legalmente y les dieron su apellido.
Para los chicos fue cambiar un infierno por otro. La abuela Britta se pasaba el día borracha y los golpeaba por cualquier motivo, a veces con un cinturón, otras con un palo de escoba. El abuelo Lauri le pegaba nada más que a Keith; en cambio, a Aileen prefería llevársela a la cama -o a cualquier rincón de la casa- para abusar sexualmente de ella.
La futura asesina en serie quedó embarazada a los 15 años. Tuvo a su hijo en una maternidad de Detroit el 23 de marzo de 1971 y lo dio en adopción. No volvió a la casa de sus abuelos, prefirió vivir en un auto abandonado en el bosque. Cuando la encontraron, la internaron en una casa para madres solteras y, como era menor, quedó bajo custodia del Estado, que la obligó a asistir a la escuela.
A la deriva
En 1974, Aileen Wuornos alcanzó la mayoría de edad y, liberada de la tutela estatal, emprendió una existencia de vagabunda. Viajaba a dedo, dormía donde podía y conseguía dinero prostituyéndose en la calle. No se presentaba como Aileen sino con el alias de Sandra Kretsch.
Con ese nombre fue detenida por primera vez en mayo de 1974, en Jefferson, Colorado, por conducir alcoholizada, desorden público y disparar al aire desde el vehículo en movimiento con una pistola calibre 22. La liberaron bajo fianza y cuando comenzó el juicio no se presentó. Se había esfumado.
Volvió a Michigan, donde siguió con la misma existencia casi errante hasta que fue detenida el 13 de julio de 1976 por arrojarle una bola de billar -y acertar en la cabeza- al mozo de un bar. La policía comprobó que tenía algunas órdenes de detención pendientes por manejar borracha y la multó con 105 dólares. Los pagó un mes después cuando le cayeron diez mil dólares del cielo. Su hermano Keith, a quien no veía, había muerto de cáncer de esófago y ella era la beneficiaria del seguro de vida.
Pagó los 105 dólares de la multa y se fue de la ciudad. Su siguiente destino fue Florida, donde alquiló un departamento y llevó la vida que el dinero fresco le permitía. Se vestía bien y frecuentaba buenos restaurantes. Así conoció a su único marido.
Un matrimonio fugaz
Lewis Fell tenía 76 años, era presidente del Club Náutico de Florida, vivía en una casa enorme y era dueño de un yate. Aileen tenía 20 y no le habló en absoluto de su pasado. Tampoco a Felt parecía importarle: le propuso casarse a los dos meses de conocerse.
La boda fue todo un acontecimiento, cubierto incluso por los periodistas de sociales de los diarios de la ciudad.
El problema era que Aileen se aburría con Fell y no toleraba sus reuniones sociales ni los días en el Club Náutico. No llevaba tres meses de casada y ya dejaba solo a Fell para frecuentar los bares de la ciudad y divertirse a su manera. Y las maneras de Aileen no eran las mejores, al poco tiempo la detuvieron por agresión cuando estaba borracha en un boliche de mala muerte.
Fell pagó la fianza esa misma noche y la llevó a la casa, donde Aileen se derrumbó en la cama. A la mañana siguiente, el hombre intentó reprocharle el hecho, pero no alcanzó a decir mucho. Su joven esposa empuñó una caña de pescar que estaba en el living y lo golpeó como su abuela hacía con ella: con saña y por todo el cuerpo.
Menos de seis meses después de la boda, Lewis Fell pidió la anulación del matrimonio y logró una orden de restricción contra Aileen, que no podía acercarse a menos de trescientos metros de la casa.
Tyria y el amor verdadero
Aileen Wuornos pasó los siguientes diez años entrando y saliendo de la cárcel en diferentes Estados y por todo tipo de delitos: robo de automóviles, desorden público, conducir en estado de ebriedad, robo a mano armada, resistencia a la autoridad, atentado contra la propiedad privada -la emprendió a balazos contra el auto de un hombre con el que había discutido- y tenencia ilegal de armas.
Para 1986 estaba en Daytona Beach donde conoció a Tyria Moore, de 28 años, en un bar gay. Años después Aileen contaría que “fue un flechazo”. Se fueron a vivir juntas, Tyria dejó su trabajo de empleada de limpieza en un hotel y aceptó que Aileen la mantuviera con el dinero que obtenía ejerciendo la prostitución.
El arreglo funcionaba e incluso Tyria acompañaba a Aileen cuando circulaba por la calle o iba a los bares para conseguir clientes. En julio de 1987 las detuvieron por golpear a un hombre con una botella de cerveza durante una discusión, pero la cosa no pasó a mayores. Aileen presentó en la comisaría una licencia de conducir falsa a nombre de Susan Blahovec y con eso consiguió que no le detectaran antecedentes, Tyria nunca había tenido problemas con la ley. Las liberaron enseguida.
Aileen estaba contenta con su vida hasta que en 1989 algo que había mantenido reprimido durante años estalló en su interior.
Asesina en serie
El 30 de noviembre de 1989, Richard Mallory, de 51 años, invitó a Aileen a subir a su auto y la llevó a un camino solitario para mantener relaciones sexuales. Ese era el acuerdo, pero el hombre se puso violento y lo que en un principio era una contratación de servicios se transformó en un intento de violación. Aileen no lo sabía en ese momento -y tampoco se supo durante el juicio- que Mallory era un ex convicto y violador en serie.
La mujer llevaba un arma en la cartera y pudo manotearla. Le disparó tres veces en el pecho. Dejó el cuerpo en el asiento trasero del auto, se puso al volante y manejó unos kilómetros hasta encontrar un lugar adecuado para tirar el cadáver. Antes le vació los bolsillos.
Se alejó del lugar en el auto de Mallory y lo abandonó en la ciudad. Durante el juicio, varios testigos la reconocieron como la mujer totalmente vestida de negro que se había bajado del auto de la víctima. Había nacido “la Mujer Araña”.
Esa muerte disparó otras, aunque Aileen demoró más de seis meses en volver a asesinar, pero ya no se detuvo.
El 1° de junio de 1990 mató a David Spears, de 43 años; el 6 de junio a Charles Carskaddon, de 40; el 4 de julio a Peter Siems, de 65; el 4 de agosto a Troy Burress, de 50; el 12 de septiembre a Dick Humphreys, de 56; y el 19 de noviembre a Walter Jeno “Gino” Antonio, de 62. Siete hombres en menos de un año.
Todos levantado a Aileen en sus autos, todos fueron baleados en el interior del vehículo, todos los cadáveres -menos el de Siems, que nunca apareció- fueron encontrados a los costados de las rutas cercanas a Palm Harbour, Florida. Los testigos coincidían en que las víctimas habían subido a una mujer totalmente vestida de negro, “la Mujer Araña”.
La traición de Tyria Moore
Aileen cometió el error de no deshacerse rápido del auto de su última víctima. Por el contrario, invitó a Tyria a dar un paseo que tuvo mal final: se estrellaron contra un poste. Las dos mujeres bajaron del auto -Aileen con una herida sangrante en la cabeza-, rechazaron la ayuda de los transeúntes y se escaparon a pie.
Los testigos describieron a la policía a la mujer vestida totalmente de negro y se difundió un retrato robot por televisión. Para entonces ya había aparecido el cadáver de “Gino” Antonio. No quedaron dudas: la mujer de negro era “la Mujer Araña”. También describieron a Tyria Moore.
Esa misma noche, las dos mujeres se separaron. Moore se escapó a Pensilvania y se refugió en la casa de su hermana. Se comunicaba con Aileen por teléfono, no sabía dónde estaba.
La policía localizó a Tyria, la detuvo y le hizo una propuesta que no pudo rechazar: le daría inmunidad si ayudaba a detener a Ayleen y declaraba en su contra en el juicio.
En la siguiente llamada telefónica, Tyria Moore le propuso un encuentro a Aileen Wuornos. Cuando acudió a la cita, la policía estaba esperando. “La mujer araña” no se resistió.
Unos días después, los investigadores permitieron que las dos mujeres se reunieran. Aileen le reprochó con dureza a Tyria que la hubiese entregado, pero también le dijo que no había dejado de quererla. Y tomó una decisión: “Hacé lo que tengas que hacer, si vas a declarar en mi contra, hacelo. No voy a dejar que vayas a la cárcel. Si para eso tengo que confesar, confesaré”, le dijo.
Juicio y confesión
La asesina en serie cumplió con su palabra. El 16 de enero de 1991 hizo una confesión completa y desligó a Tyria de los asesinatos. En el juicio declaró que en el caso del primer crimen, había sido en defensa propia porque Mallory intentó violarla.
“Fui violada, fui torturada. Tenían el volante, tenían la imagen del volante con los arañazos, estaba roto. Esa es la prueba de que yo estaba atada al volante. No puedo creer que esto haya sucedido”, dijo.
La condenaron a muerte por seis de los crímenes. No fue juzgada por el asesinato de Peter Siems porque si bien había aparecido su auto con restos de sangre, nunca se encontró el cadáver.
Aileen Wuornos pidió que la condena se ejecutara lo antes posible. No quería seguir viviendo. “Quiero estar con dios”, dijo.
En una entrevista con Nick Broomfield, en la que insistió con que la mataran pronto, el periodista le preguntó: “¿Con Mallory fue en defensa propia?”. “Sí, y así fueron algunos de los otros pero no puedo decir nada a nadie porque quiero la pena de muerte”, respondió.
Desilusiones
Después del juicio, “la Mujer Araña” recibió golpes que le dolieron mucho más que las condenas. Tyria Moore, además de declarar en su contra ante el jurado, vendió los derechos de su historia con Ayleen para que se publicara un libro. También cobró miles de dólares a cambio de entrevistas exclusivas.
Arlene Pralle, una mujer que la visitaba casi diariamente para brindarle consuelo, le consiguió varias entrevistas con diferentes medios para apoyar su campaña por la ejecución. Aileen se enteró que cobraba 10.000 dólares por concertar los encuentros en la prisión.
El gobernador de Florida, Jed Bush, se interesó por esa mujer que pedía a gritos que la ejecutaran y quiso que se le hicieran pericias psicológicas para descartar que estuviera “loca”. La encontraron penalmente responsable.
Pero el estado mental de la condenada empeoraba día a día. La ejecutaron con la inyección letal el 9 de octubre de 2002. Sus últimas palabras fueron: “Yo sólo quiero decir que estoy navegando con el rock y regresaré como en el Día de la Independencia con Jesús, el 6 de junio, al igual que en la película, con grandes naves nodrizas y todo. Regresaré”.
Y de alguna manera volvió, pero en el cine. Un año después de su muerte se estrenó la película Monster, con Charlize Theron en su papel y Cristina Ricci como Tyria Moore.
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