Policiales

Insólito festejo de Nicolás Pachelo en el juicio por el crimen de María Marta García Belsunce

La cuarta audiencia por el crimen de María Marta García Belsunce llevaba casi cuatro horas y Nicolás Pachelo venía mostrándose, como siempre, serio, enfundado en su campera y recostado en la pared.

Por: María Laura Balonga

Apenas se movía para tomar el cuaderno donde hace anotaciones o para acercarse a sus defensores y hacerles comentarios. Pero, de repente, la cara se le transformó, le tomó color, sonrió y comenzó a hamacarse en la silla, apretando el puño izquierdo. “Golazo, golazo, golazo”, les susurró a sus abogados como si estuviera en la cancha, en el corazón de la tribuna visitante. Ese grito ahogado sería la única alegría de Pachelo en otra jornada adversa.

Es que, con el correr de los testimonios, se va diluyendo la acusación contra los dos ex vigiladores Norberto Glennon y José Ortiz, que también llegaron al juicio acusados por haber cometido el crimen de María Marta en el marco de un robo aquel 27 de octubre de 2002. Y porque, además, en paralelo toma fuerza la teoría de Pachelo como único homicida en el marco de un contexto de violencia de género, o sea, que atacó a la víctima y con el primer disparo, el que rebotó y se convirtió en el ‘pituto’, la dejó en estado de indefensión, para luego rematarla de cinco tiros más.

Solo ante este sombrío panorama se entiende la dimensión del festejo de Pachelo por un detalle, no menor, pero que en lo macro no tiene tanto peso específico. Fue durante el testimonio de Edgardo Ferrer, un vecino del Carmel víctima de uno de los robos. De todo lo sustraído, sólo apareció una computadora: “Estaba en el auto de un prestador de servicios del country: era el jardinero de Pachelo y Pachelo se la había dado”.

Lo cierto es que Ferrer, vecino cercano de la casa que era de Pachelo allá por 2002, debió marcar en el mapa que se proyectaba en la sala de audiencias y ante los jueces del Tribunal Oral N°4 de San Isidro cuál era el camino que hacían quienes vivían en su zona para ir al club house. Todos hasta ese punto había hecho el recorrido que no pasa por la casa de María Marta. Ferrer también, pero acotó que en el sentido inverso, y sí pasando por la propiedad del matrimonio Carrascosa-García Belsunce, había un pasaje de tierra. Y ahí llegó el gesto del “golazo”. ¿Por qué? Porque le da una razón a Pachelo por haber pasado por allí para llegar al club house sin que eso signifique que fue por ese camino para ir a la casa de María Marta.

Dicho esto, todo el resto fue pura adversidad para el principal acusado. Y también para la investigación que hizo Diego Molina Pico. El abogado y ex comisario mayor Alejandro Elorz, quien fue el encargado, justamente, de detener al viudo en 2003 y que era el segundo de la sub DDI de Pilar al momento del crimen, dio detalles de todos los indicios que lo sindicaron a Pachelo como un sospechoso más firme que la familia en sí: habló de orfandad de pruebas contra Carrascosa, de unidireccionalidad de la investigación de Molina Pico y dijo: “Según los elementos recolectados y todo lo ocurrido con posterioridad de este evento (el crimen), todo hace presumir que el señor Pachelo fue el autor del homicidio”.

Lo mismo había dicho su jefe de esa época que, el ex comisario Angel Becerra, 24 horas antes cuando declaró en el juicio. Pero Elorz fue más contundente. Consideró que Pachelo “actuó solo”, porque ese era su modus operandi y así les quitó peso a los otros acusados, los ex vigiladores que este martes tampoco estuvieron en la audiencia; dijo que la seguridad del country era vulnerable entre las 18 y las 19, que era “imposible” que alguien externo al country haya ingresado; y remarcó que el primer tiro “atontó” a María Marta.

“Ese primer disparo fue como recibir un mazazo y, cuando menos, la víctima quedó atormentada si no desvanecida. No tiene forma de defenderse. En ese estado, se ejecutaron 5 tiros y eso, me parece, es aprovecharse, estar en una situación de ventaja, de valerse que alguien está indefenso”, explicó el ex policía y agregó: “Fue acomodado el cuerpo para desfigurar lo que ocurrió, buscar un elemento de distracción o ventaja y dificultar la reconstrucción de lo que ocurrió”.

“¿Pudo haberlo hecho solo?”, fue una de las preguntas desde la Fiscalía, representada por Patricio Ferrari, Federico González y Andrés Quintana. “Pudo haber sido cometido por una o más personas, pero da para que haya sido cometido por una sola persona”. Fue el abogado de la querella, Gustavo Hechem, quien consultó si pudo haber connivencia de los investigadores. “En general, Pachelo actuaba solo, hacía inteligencia previa, trabajaba sobre un núcleo familiar, por cercanía o amistad, buscaba ganarse la confianza, estaba dentro de su ámbito territorial. Tenía un patrón de conducta. Teniendo en cuenta el protagonista, los hechos y el control y dominio sobre el lugar, no me cabe la menor duda que actuó en forma individual”.

Otra consulta de los fiscales fue si era posible estar en Capital y que la celda del celular impacte en Pilar. “Resulta materialmente imposible”, respondió Elorz y enseguida Pachelo se puso a hablar con sus abogados, bufaba, se lo notaba enojado al punto que su defensor Roberto Ribas le pidió que se calme. Es que cuando se habla de las celdas telefónicas que lo ubican en Pilar cuando él jura -con un ticket de una juguetería incluido- que el día del asesinato y a la hora del asesinato estaba en el shopping Paseo Alcorta, se obsesiona.

Pero, quizás, el otro elemento interesante que aportó el ex policía fue que nunca le pidieron que se investigue el robo del cofre que denunciaron las Damas del Pilar y que estaba en la casa de María Marta al momento del crimen. Para la Fiscalía, eso robó el homicida cuando ejecutó a la socióloga. El 5 de diciembre de 2002, horas después de que se conociera el resultado de la autopsia y que era un crimen, se presentó la denuncia por la sustracción de esa caja metálica. Esa causa no se unificó con la del asesinato. “Humildemente, opino que debía haberse ventilado en la causa del homicidio. Si hubiésemos armado una actuación separada el cuestionamiento hubiese sido bastante grave, como una mala intención”, deslizó como crítica a lo que se hizo judicialmente a fines de 2002.

El dato de color ante un testigo que había profundizado la teoría de la fiscalía y había desestimado la participación de los vigiladores llegó sobre el final de la declaración del comisario Elorz, cuando Rodríguez Jordán, el otro defensor de Pachelo, lo cuestionó: “¿Qué hacía usted mientras condenaban a Carrascosa, a Bartoli… si fue Pachelo?”.

-Mi trabajo era función policial… A tenor de su tono socarrón, yo no soy payaso ni clon de nadie.

El abogado, lo interrumpió y mirando al tribunal, insistió: “¿Qué hacía usted…?”.

-Ambos nos debemos respeto, y yo no participé de la investigación sino que estuve en algunas diligencias… No era un juicio contra Pachelo y respondí cada una de las preguntas que me hizo el tribunal, y aclaré lo mismo que en este momento. Lo invito a que busque las transcripciones.

Como si eso no fuera poco, Nicolás González del Cerro, otro vecino del Carmel y marido de una testigo que había declarado el lunes, dijo que una vez se juntó a charlar con Pachelo en su casa por un problema de sus hijos, previo al crimen, y que tenía un arma escondida en el sillón. El fiscal Quintana le consultó si se sintió atemorizado: “Soy legítimo usuario de arma de guerra… No me ha pasado de tener este tipo de reunión, no ando por la vida con una pistola en la cintura, pero sabía quién iba a ser la persona que tenía enfrente”.

Y entonces remarcó que también antes de la muerte de María Marta, por los reiterados robos en el country, al acusado “se lo había suspendido y sólo podía ir del portón del club a su casa y de su casa al portón del club”. Y contó una anécdota: “Solía jugar al fútbol con Pachelo y con un jardinero, y buen arquero, de otro barrio al que lo invitaron para que compitiera con nosotros en los inter countries. Me hice medio amigote del jardinero y me contó que tuviera cuidado porque ‘Nicolas entra y sale de Fuerte Apache como si fuera su casa’. Yo le pregunté si no estaba diciendo una huevada. Y me respondió: ‘No, lo acompañé, estaba con él porque le hacía algunos trabajos en la tosquera’. Como que me hizo una sana advertencia”.

Lo curioso de todo esto es que la primera vez que declaró González del Cerro fue en agosto de 2018: “Que me citó la fiscal (fallecida María Inés) Domínguez y usted”, le dijo a Quintana. Y agregó: “Antes de eso no… ¿Qué si me parece raro que nadie lo haya citado? Habrá que preguntarle a Molina Pico”.

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