Ignacio Damián Pedernera, rosarino, estuvo preso desde el 20 de abril de 2019 hasta ayer martes por el crimen del taxista Mario Esusy, muerto a tiros en medio de un robo en el barrio Ludueña de Rosario. La Justicia lo absolvió, en un fallo largamente esperado.
Por: Agustín Lago
Ignacio fue condenado por uno de los tres delitos que le atribuyó el fiscal de Homicidios Dolosos Patricio Saldutti: la tenencia de una pistola calibre 22 que fue secuestrada en su domicilio de barrio Cotar. Recibió un año de prisión efectiva y, por el tiempo transcurrido tras las rejas, recuperó la libertad después del fallo del tribunal de primera instancia integrado por los jueces Rodolfo Zvala, Nicolás Vico Gimena e Ismael Manfrin.
Los jueces, para determinar su absolución, se basaron en tres ejes. Los testigos clave de la acusación se contradijeron en la descripción física de Ignacio. También aseguraron en la lectura del veredicto que violó la cadena de custodia de las dos vainas secuestradas; y ponderaron la actividad de mensajería vía WhatsApp que tuvo el imputado al momento del crimen: los datos sugerían que no estaba en la escena.
Tenía planes antes de estar preso, una vida. “Jugaba al fútbol en Deportivo Unión Central de la Liga Rosarina. Ahora soy peluquero, me profesionalicé en la cárcel y voy a seguir cortando. Quiero trabajar en una barbería. Ya conozco gente que me puede dar laburo. Voy a empezar de cero. En la cárcel tenés que sobrevivir. Yo soy de clase baja. Cortando el pelo sobreviví. El que dice estando preso que pasó hambre es porque no se la rebuscó. Yo pasé hambre, frío y seguí. Hay que seguir para adelante siempre”, asevera.
En diálogo con Infobae, asegura no tener “rencor” por el tiempo en el que estuvo encerrado en dos cárceles distintas de Santa Fe. Tendría motivos para tenerlo. Su padre, Hugo, murió de un paro cardiorrespiratorio el 13 de agosto del año pasado. “Nunca lo pude ver desde que me detuvieron. La unidad no me permitió ni ir al velorio. Fue muy duro”, asegura: “No tengo palabras para describir lo que viví. Pero Dios es grande y sabe”..
Hugo Pedernera, el padre de Ignacio, murió el 13 de agosto del año pasado de un paro cardiorrespiratorio a sus 53 años. El joven no pudo estar junto a él en sus últimos momentos. “Le dio un ataque al corazón. Nunca lo pude ver, por la pandemia. La unidad (del Servicio Penitenciario) ni me sacó al velorio. Siempre te tenés que despedir. Fue difícil, muy duro, no recibir visitas de la gente que uno quiere. No tenés a nadie que te consuele. Ahí, aprendí que no hay que perder el tiempo. Un día estás y al otro no”, comentó.
El joven afirmó que antes de ser detenido “no creía en la religión, pero respetaba”. Sin embargo, en los pabellones de Piñero y Coronda –cárceles donde estuvo detenido– comenzó a entablar relación con pastores católicos que iban a visitar a los reclusos. “Te escuchaban, te comprendían la carga y los problemas que uno tenía. Le pedía a Dios día y noche. Y voy a seguir agradecido, y voy a ir a la iglesia”, subrayó.
Sobre la pistola calibre .22 que fue incautada en su domicilio cuando fue arrestado por la Policía de Investigaciones (PDI), respondió: “Me gustaría que la Policía haga bien su trabajo. Así como yo hay una banda de pibes”. Sin decirlo, deslizó que el arma podría haber sido plantada.
“No sé si fui un perejil. Sí inocente. En la cárcel viví frío, hambre y otras cosas que yo te las puedo contar, pero no las vas a entender si no las ves o vivís. A mí la cárcel me maduró mucho en mis cosas. Una vez estuvimos en aislamiento una semana en Coronda por embrollos del pabellón. Estuve siete días en un baño. Y en Coronda las celdas no tienen ni inodoro”, concluyó.
Pedernera también pide justicia por el crimen del taxista. El dolor de esa muerte también lo atraviesa. El joven dicen: “Me gustaría que encuentren a los verdaderos culpables. El dolor, el vacío de esa familia no se lo va a llenar nadie”.