“Revisen que no van a encontrar nada”: el viaje de Jujuy a Buenos Aires con 21 kilos de cocaína
Las investigaciones criminales pueden comenzar en el lugar menos pensado. Una mañana de junio de 2021, oficiales de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) realizaban trámites en fiscalías y juzgados de la provincia de Jujuy. Todo transcurría normal hasta que una persona se les acercó. «¿Ustedes son policías?», quiso saber. Los hombres estaban de civil, pero los cortes de pelo los delataban.
«Quiero denunciar a dos hermanos de Perico«, dijo. Y detalló: «Transportan cocaína en cilindros de gas de autos que funcionan a nafta». Con aquel primer dato se inició una investigación que terminó el sábado 26 de febrero con tres detenidos y un secuestro de 21,700 kilos de cocaína de máxima pureza.
La Policía los arrestó al salir de un hotel de Balvanera. Era la tercera vez que se alojaban en el lugar. Intervino el Área de Investigaciones de Delitos Complejos de la Fiscalía Federal de Salta, a cargo de Ricardo Toranzos, y el Juzgado Federal de Garantías de Salta, cuyo titular es Leonardo Bavio.
Junto a los detenidos, entre los que se encuentran los dos hermanos, de apellido Caucota, estaban las parejas de los tres. Una de ellas trabaja en la Policía de Jujuy; se encontraba de licencia por maternidad. Estaba con sus hijos, de dos semanas y cuatro años. Habían compartido el viaje en un Renault Fluence que su marido y padre de los niños acababan de comprar (al contado) por más de dos millones de pesos. No era el primer viaje que compartían.
Mientras eran identificados por la Policía, las tres parejas aseguraban haber viajado a Buenos Aires con el fin de ir de compras a la feria de La Salada. «Es un viaje para revender ropa en Jujuy. Revisen que no van a encontrar nada», aseguraron.
«Lo decían con una tranquilidad impresionante. Son transportistas y es como si ejercitaran la tranquilidad. Están acostumbrados a poder mantener conversaciones con la Policía en los controles policiales como si fueran automovilistas comunes», recuerdan los investigadores.
Pero lo que no imaginaban los sospechosos es que hacía ocho meses que eran escuchados por la Policía. Por lo que no se trataba de un control de rutina.
Según creen, el cargamento secuestrado tenía dos dueños. Cerca de cinco kilos eran de la banda. El resto era de otro narcotraficante, boliviano, que les pagaba 400 dólares por kilo transportado. Lo que no se pudo establecer es el destino final de la droga. Si las villas porteñas, para su venta al menudeo. O si había sido un encargo de otro narco que se dedica a enviarla a Europa o Estados Unidos.
Lo único concreto son los números: el kilo en Salta o Jujuy cuesta entre 3.500 y 4.000 dólares. En Buenos Aires cotiza entre los 5.000 y 6.000. «Los detenidos hacían dos viajes por mes. Algunos meses llegaban a ser tres. Transportaban entre 20 y 50 kilos. Les estaba yendo bien. A veces entregaban en Rosario y otras en Buenos Aires. A la vuelta transportaban el dinero y sus ganancias aumentaban», cuenta uno de los investigadores, que lleva 27 años detrás de los narcotraficantes del norte.
El mecanismo
César Ríos Alfaro es el marido de Gabriela Torres, la mujer policía. Hacían lo que en la jerga se denomina «punta». Es decir, que van 10 o 15 kilómetros más adelante que el auto que se transporta la droga. La tarea que tienen es advertir sobre operativos policiales. Si los hay, el auto de atrás se desvía y se mete en algún pueblo. O frena en una estación de servicio y espera a que se levante el control. En el que sería el último viaje del grupo, la droga viajaba en una camioneta Volkswagen Amarok.
«En cuanto a Gabriela Torres, el fiscal, teniendo en cuenta que tiene un bebé y un hijo de cuatro años a su cargo, solicitó otras medidas restrictivas de libertad, entre ellas la de presentarse periódicamente ante la dependencia policial más cercana y la prohibición de salir del país y de su provincia», aclaró una fuente con acceso a la causa. Y agregó: «Se analiza toda la información para ver qué participación tuvo en la banda, para analizar su detención».
«Muchos transportistas viajan con su mujer y sus hijos, para no llamar la atención de la Policía en los operativos de control de las rutas», le explica un investigador a Clarín. La fuente agrega que en la mayoría de los casos, los narcos de Salta y Jujuy que se dedican a transportar cargas de cocaína boliviana no cuentan con un perfil criminal.
»Tienen pasado de granjeros, comerciantes, contratistas, remiseros. Hablamos de narcos que trabajaron mucho hasta que se animaron a hacer el primer viaje, y desde ese momento ya no vuelven a trabajar. Rara vez les secuestramos armas en los allanamientos. Ni siquiera consumen. Una vez uno nos dijo ‘yo ni sé cómo es la droga. Me metí en esto porque se gana mucha plata…'».
Los detenidos dijeron ser albañiles, feriantes y remiseros (trabajarían con los feriantes y clientes). Seguramente se referían a la feria de la provincia en la que los transportistas suelen pasar sus ratos libres.
»Ríos dijo ser remisero, pero durante el tiempo que lo seguimos nunca lo vimos trabajar», confía uno de los policías que hizo tareas de inteligencia. «De su mujer policía solo tenemos un dicho en una de las escuchas: ‘Cuidate’, le dijo en un viaje. Es imposible que no sepa de su ocupación. Ríos no tenía trabajo, viajaba a Buenos Aires y volvía con dinero».
Los Caucota son los hermanos Jairo y Cristian. Un tercer hermano zafó. Como no había una habitación disponible para él, se fue a otro hotel. Pero participó del viaje y de los anteriores. Se encuentra prófugo de la Justicia. Durante los ocho meses de investigación fue detenido otro Caucota. Un primo llamado Brian, que transportaba veinte kilos de marihuana. A otro integrante lo demoraron con 50 kilos de cocaína.
La escala narco
La figura del transportista es la segunda más importante en la escala «narco» de las provincias del norte. La mayoría comienza haciendo viajes de ropa comprada en La Salada (como no hay facturas es un riesgo ser demorados en un operativo) y llevando hojas de coca. Luego pasan a la cocaína.
Los investigadores dicen que solo están debajo de los narcos dueños de la mercadería. La banda de los Caucota recibió la cocaína en Orán, Salta. Ya con la droga en su poder, al instante se dirigían hasta Perico. A partir de ese momento, la droga «se enfriaba»; se la escondía por algunos dias.
Luego se la acondicionaba en la camioneta. Antes de salir a las rutas con destino a Buenos Aires, se ponían de acuerdo: el que viajaba en el auto o camioneta donde fuera la droga ganaba más que los dos autos que hacían «punta» (uno adelante, otro atrás). Si solo detenían al que transportaba la droga, y no nombraba a nadie, se le pagaría el abogado y su familia recibiría una mensualidad. Si los paraban, seguramente digan que viajaran al velorio de un familiar. O a un cumpleaños. Pero las versiones deben coincidir.
«Un viaje Jujuy-Buenos Aires debería representar 18 horas», estima una fuente de la investigación. «Ellos tardaban entre dos y tres días. Tomaban otros caminos, para evitar ciertos controles. Bajaban hasta Catamarca y de ahí hacia Córdoba. Seguían por la autopista hasta la entrada de Rosario y tomaban el camino hacia Buenos Aires», agrega.
En ciertos sectores del camino hacían llamadas grupales para estar en alerta. Y utilizaban varios chips telefónicos.
Hasta hace cinco o seis años, los transportistas solían ser porteños. Viajaban a Salta o Jujuy, cargaban la droga y la trasladaban a Buenos Aires. Y desde allí llevaban encargos al resto del país.
El mundo narco cambió: ahora los salteños y jujeños son los que transportan. Y tienen línea directa con narcos de buena parte del país; van y transportan hasta la provincia que les digan. Un investigador sostiene que los contactos se hacen en pabellones de cárceles federales. Pero que «Buenos Aires, siempre será Buenos Aires». La provincia desde donde encargan los pedidos más grandes.
Nahuel Gallota