Rosalía Paniagua decidió hablar en su declaración indagatoria. Dio una versión sumamente intrigante que involucra una supuesta relación homosexual de la víctima, el ingeniero Roberto Wolfenson.
“Ahora sí voy a contar la verdad”.
Con esta enigmática afirmación comenzó su declaración indagatoria Rosalía Paniagua, la empleada doméstica acusada de participar en el crimen del ingeniero Roberto Wolfenson, ocurrido este mes dentro del country La Delfina de Pilar. La mujer, detenida desde la madrugada del sábado, optó por enfrentarse al fiscal Germán Camafreitas y hablar en los términos de su declaración indagatoria.
Durante dos horas, Paniagua ofreció una versión de los eventos sumamente peculiar. Relató que el día del crimen, el jueves 22 de febrero, la víctima estaba en la casa junto a otro hombre manteniendo una relación homosexual y que este supuesto amante fue el perpetrador del asesinato. También afirmó que ella fue presuntamente golpeada, atada y forzada a llevarse el celular de la víctima y otros objetos de valor que luego fueron encontrados en su casa.
“La versión carece de sustento alguno. Da la impresión de ser una invención de la mujer para intentar eximirse de responsabilidad. Se encontraron objetos de valor de Wolfenson en su domicilio. ¿Y ahora pretende decirnos que un supuesto asesino la obligó a llevarse todo bajo amenaza de muerte? ¿Por qué no mencionó nada durante este mes que pasó?”, señaló una fuente cercana al expediente.
“El jueves 22 de febrero llegué a las 8 a la guardia del country, a la portería dos, siempre entraba y salía por ahí. Ese día llegué a la casa (de Wolfenson), la puerta del lavadero siempre me la dejan abierta, sin llave. Entré”, comenzó su relato Paniagua.
Continuó luego: “Me cambié y luego el señor (Wolfenson) me informó que se iba a bañar. Entró a ducharse, lo que no tardó mucho. Me dirigí a la cocina y me encontré con un hombre que me dijo ‘hola buen día ¿quién eres?’. Le respondí que era la empleada y él me dijo: ‘Hoy te toca hacer todo lo que yo te diga’. Acepté, pensando que era su hijo o algún familiar, sin darle mayor importancia”.
A partir de este punto de la declaración, Paniagua enfocó casi todo su relato en la presencia de este misterioso hombre. Es necesario aclarar que, según fuentes de la investigación, esta es la primera vez que se menciona a un hombre desconocido dentro de la casa. Ningún dato previo de la investigación sugiere tal presencia.
Paniagua prosiguió describiendo al presunto asesino: “Era alto, aproximadamente 1.80 metros. Más alto que Wolfenson. Vestía un pantalón jean gris y zapatillas negras. No presté atención a detalles adicionales. No vi tatuajes, anillos ni reloj en él. Tenía un tono de piel similar al mío, trigueño, y su cabello no era totalmente oscuro. No alcanzaba los 40 años. Sus ojos eran claros. Su nariz era de tamaño medio y su rostro algo delgado. No parecía ser un trabajador del área, estaba limpio”.
La empleada también afirmó haber presenciado a Wolfenson besándose con el otro hombre: “El señor ya estaba bañado cuando los vi arriba. Ambos hombres estaban allí. Yo fui a limpiar la habitación principal, donde duermen Roberto y su esposa. Mientras buscaba un trapo para limpiar la ventana, me asomé y los vi besándose. Ellos no me vieron a mí, pero yo los vi a ellos. Me quedé en shock”.
En otro tramo de su declaración, Paniagua explicó que, de manera insólita, intentó filmarlos para informarle a la esposa de Wolfenson sobre esa relación clandestina:
“Ellos estaban usando la computadora, no sé qué estaban haciendo. Se escuchaba el sonido del teclado. Me sentía incómoda, así que volví a trabajar en la habitación y el baño. Estuvieron allí un rato. La curiosidad me mataba, así que intenté grabar si se besaban nuevamente para mostrarle a la señora Graciela. Estaban abajo en la cocina. Entré en el estudio del señor para grabar con mi celular si se besaban. Lo intenté dos veces, pero se me cayó el teléfono, así que decidí dejarlo. Se grabó un poco las dos veces. No mucho, porque el teléfono se cayó. Lo puse en modo de grabación, pero se cayó. No sé si borre algo, a veces suelo borrar cosas”.
“Bajé a cambiar el agua. Escuché que el hombre dijo ‘me dijiste que ibas a dejar a tu esposa’. El señor le respondió ‘yo te dije que no lo haría’. También quiero agregar que el hombre llevaba puestos guantes blancos de látex, los típicos de una peluquería”, añadió.
Finalmente, Paniagua, en su relato, llegó al momento en el que, siempre según su declaración, se produjo el homicidio: “Mientras estaba en el pasillo, a punto de entrar a la cocina, escuché que alguien me llamaba. Me giré y recibí un golpe en la cara. En la nariz. Caí al suelo. Sangraba. Me desmayé y quedé inconsciente en medio del lavadero. Dejé marcas de sangre en el piso y estuve desmayada por un momento. Cuando recobré el conocimiento, tenía cinta adhesiva gruesa transparente en la boca y las manos. También tenía los tobillos atados. Estaba tumbada en el suelo y atada. Al despertar, escuché a Wolfenson decir: ‘Basta Félix, basta Félix’, unas tres o cuatro veces”.
“Luego vino Félix y me agarró de la nuca. Me sacudió del pelo, me sentó en el piso. ´Sentate puta de mierda, paraguaya de mierda’, me decía. Me limpió la nariz y me dio una cachetada. A Dios le pedía que proteja a mis hijos. Tenía lleno de sangre los guantes. Luego me dijo ´vos no me conoces a mí, yo a vos si. No le cuentes a nadie. Yo sé que tenés bebé, por eso no te voy a matar. Te tocó estar en el lugar equivocado”.
Según relató luego Paniagua en su indagatoria, donde tiene el derecho de mentir sin que eso le traiga un perjuicio, el tal Félix la obligó a llevarse los elementos de valor que luego fueron encontrados en un allanamiento en su casa. Lo explicó así: “Me dijo ´paraguaya de mierda, llevate esto´. Era el celular Motorola, hoy me doy cuenta que era del señor Wolfenson. Después me puso el parlante de color rojo que estaba en mi casa en el allanamiento, una cosita así plateada y una bolsita chucherías”.
“Después de eso me dijo ´ahora te vas a ir y lo único que te voy a decir es deshacete del teléfono. Yo sé dónde vivís. Tenés chicos, se mueren. No hables a la policía. No hables a nadie, porque yo no estoy solo. Él me sacó las esposas de cinta de atrás. con el cuchillo y yo me saqué lo de la boca. Me repitió que me deshaga del teléfono y me dijo que me vaya como si nada”.
Para finalizar, la mujer explicó que se fue del country sin que nadie la revisara y sin decir nada a nadie. Contó que cuando llegó a la estación, sacó el chip del celular de Wolfenson y lo tiró. También que se mantuvo en silencio todo este tiempo por miedo a que la maten.
Una vez terminado el relato de la mujer, que esta acusada de homicidio criminis causa con una pena en expectativa de prisión perpetua, la fiscalía de German Camafreitas comenzó a analizar los dichos y contrarrestarlos.
Al final de la medianoche del martes, los investigadores descubrieron que algunas contradicciones. “Nunca se ve a la mujer tirar el chip en el andén como explicó. Se la observa todo el tiempo y nunca pasa eso que dijo”, explicó.
No es lo único. El lugar donde la empleada doméstica dice que fue golpeada y que sangró fue revisado por Policía Científica. No se encontró ninguna mancha compatible con sangre.
De todas maneras, durante la jornada de hoy miércoles, forenses trabajarán en el country para corroborar si existe alguna persona que responda al nombre Félix o a las características detalladas por la imputada.
Mientras tanto, Paniagua seguirá detenida acusada de haber asesinado a Roberto Wolfenson.
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